lunes, noviembre 27, 2006

Un ángel llegó a casa



Hace unos días, como es costumbre en estas fechas, me dispuse a pintar mi apartamento. Tenía todo listo y en estricto orden para comenzar la faena: Las cervezas, la música, las papitas, material para preparar sandwiches, brochas, rodillos, tirro, plástico para cubrir los muebles, y por supuesto, la pintura.
Estaba solo en casa, las mujeres (mi mujer y mi hija) se habían ido a comprar los adornos para el arbolito. Mejor así, porque, qué saben las mujeres de pintura. Que si por aquí quedó manchado, que si falta por allá, que si le vas a pasar otra manito, que si esa línea esta torcida ¡Noooo, vaaaaaleee...! Qué saben ellas. Pintar es una cuestión de estilo. Sí Botero le hiciese caso a las mujeres, su obra giraría en torno a famélicas y magras imágenes.
Bueno, a lo que iba. La cuestión es, que me encontraba solo en casa y dispuesto a comenzar la ardua tarea de emperifollarla un poco con unos toques de pintura, cuando sonó el timbre de la puerta. Me dirigí hacia ella, la abrí y me encontré frente a frente con mi regordeta vecina del piso de abajo.
-Vecino, le traje un ayudante – me soltó con voz chillona – lo va a acompañar por el día de hoy. Ya hablé con su esposa cuando iba saliendo y me dijo que no habría problema. Luisito, pórtate bien y hazle caso al señor, un beso, adioooosiiiitoooooo...
Luisito era el sobrino de la vecina, lo habían dejado a su cuidado, pero al verse en la imperiosa necesidad de salir al bingo, no encontró mejor opción que adicionarlo a mi ya abultada lista de tareas.
Yo no conocía al tal Luisito, sólo tenía referencias. Al parecer, mi esposa sí lo conocía, y muy bien. De allí que no pusiera objeción al imprevisto encargo; y a decir verdad, qué problema habría si la indulgencia sería ganada con escapulario ajeno.
Luisito entró al apartamento sin quitarme la vista de encima. Lucía una réplica del uniforme de fútbol del Real Madrid, llevaba un moño en el centro de su cabeza, que según él, era el peinado de un “Samurai chino”, y un morral lleno de cosas que para el momento, me parecieron armas de destrucción masiva: Creyones y pintadedos.
Pasados unos minutos y como para romper el hielo, se me ocurrió decirle que no me gustaban los “Niños Tontos”, a lo que respondió sin vacilar, que él no era así. Para seguir el juego, le pregunté por qué estaba tan seguro, y con voz muy dulce, me dijo que él podía reconocer a las personas buenas, entonces no podría ser un niño tonto.
Ante tal aseveración, continué preguntando -¿Y acaso crees que soy bueno?- Esbozando una pequeña sonrisa, me contestó: -¡Claro! Si no, no me estarías cuidando.
Mi corazón se redujo unos pocos centímetros de diámetro, pero no daría mi brazo a torcer y demostraría que esta pequeña criatura de cinco años, con rostro angelical y suave hablar, en cualquier momento se convertiría en un voraz monstruo que en cuestión de minutos, acabaría con mi paciencia, consumiría mi tiempo y dejaría hecho trizas el apartamento.
Asumí una actitud un tanto autoritaria y ordené al niño que se sentara y se mantuviera callado mientras yo me dedicaba a mis quehaceres. Llevaba un cuarto de pared pintada cuando la delicada vocecita me sacó de concentración con una pregunta: -¿Tú me quieres?
Comencé a bajar lentamente de la escalera, con la esperanza de que una vez en el piso, tuviera alguna respuesta coherente. Al voltear y quedar frente a su cara de cachorrito juguetón, me sorprendí a mi mismo, espetándole un ¡NO!
El niño se me acercó y aferrándose a mi pierna, me dijo que él sí me quería. Hice varios intentos para safarme, pero no lo logré. Fue entonces cuando me lanzó un reto: -Si dices que me quieres, te suelto.
Tuve que ceder, mi corazón perdió unos centímetros más. Asentí con la cabeza, retomé la apariencia autoritaria y le pedí que me dejara trabajar. Luisito regresó a su puesto, no sin antes proponerme un trato. Se estaría quieto y en silencio, pero a cambio, yo tenía que quererlo un poco más.
Volví a mi actividad y Luisito sacó unos creyones para ponerse a dibujar en una hoja de papel, mientras me contaba cosas acerca de él y su mamá.
Decía que no tenía papá, pero que su mamita, a veces le alquilaba uno. El último fue el señor Armando, un señor muy viejito, pero divertido. Los tres estuvieron juntos casi todo un día. Fueron al cine, comieron helados y cotufas, visitaron un museo y le dieron de comer a las palomas y a las ardillas en el parque.
El señor Armando, su mamita y él, la pasaron de maravilla, pero cuando se despidieron, vio que al viejito se le aguaron los ojos. Le preguntó si le pasaba algo, entonces el señor Armando le respondió que había pasado uno de los mejores días de su vida, lo besó en la frente y le dio las gracias a ambos.
En otra oportunidad, le alquilaron a un señor que estaba enfermo, pero él ayudó a sanarlo – me aseguró. Se trataba del señor Roberto, quien se encontraba en cama, a causa de un fuerte dolor en las piernas. Luisito me contó que su mamá, la mejor médico del mundo, lo llevó a su casa para que la ayudara a atenderlo. Mientras lo revisaba, Luisito se encargaba de pasarle todos los instrumentos, en eso, consiguió una curitas que estaban al fondo del maletín de su mamá. Las sacó y le pidió que se las pusiera, una en cada pierna. Le recordó que cuando el se caía y se aporreaba las piernas, ella le ponía unas curitas.
El señor Roberto, poco a poco se fue reincorporando en su cama, animado tal vez por la amena cháchara del niño. Luisito me relató, que antes de irse, el señor Roberto se levantó de su lecho y se dirigió a la cocina a buscar unas galletas para compartirlas con ellos.
Luego empezó a hablarme de su colegio y de como algunos niños lo golpeaban y empujaban. Pero el no se defendía, porque la violencia no era la mejor manera de comunicarse; además, esos niños reaccionaban así, porque no lo conocían. Ya, en este punto de su monólogo y después de aquella expresión que parecía extraída de un manifiesto de Gandhi, la fulana pintura pasó a un segundo plano.
Sus ojos se iluminaron al advertir, que había capturado toda mi atención. Le pregunté que si tenía hambre y me respondió que mucha. Recordé que una de las pocas referencias que tenía de aquel niño, era su régimen alimenticio netamente vegetariano, el cual rompía una vez cada quince días, cuando mi sobrino se lo llevaba a comer hamburguesas (a escondidas de su mamita).
Bajo esta premisa y en vista de que no había testigos, lo convidé a cometer una fechoría: Comernos un sándwich al estilo Scooby Doo, con salchichón, queso, pastrami y todo lo que estuviese a mano -menos jamón- me advirtió- no me gusta el jamón.
La idea le pareció maravillosa y por demás traviesa, sobre todo porque compartiríamos algo y eso a el le gustaba mucho, compartir. Su mirada se mostraba complacida, cuando mencionaba esa palabra.
Culminada la merienda, proseguí con mi faena. Bueno, al menos eso intentaba. Un cojín del mueble estaba manchado con grasa y Luisito tenía la marca de la culpa en su frente, al darse cuenta se preocupó mucho.
Intentó limpiarla como pudo, la culpa se transformó en desesperación y yo tuve que tranquilizarlo diciéndole que no había problema, que no era nada, lo lavaríamos y ya. Pero el seguía preocupado, lo peor es que no era por el, si no por mí. Luisito temía haberme metido en un problema. Su preocupación era por mí (otros centímetros más que restar).
Superado el trance, me enseñó sus dibujos. En ellos predominaban las parejas, un adulto y un niño. Le pregunté quiénes eran y me respondió que nosotros dos. Que nos veíamos muy bien juntos y que en ese dibujo parecía que nos queríamos mucho.
Otra vez con eso de que si nos queremos – pensé – pero si apenas nos estamos conociendo. Alcé la mirada y al percatarme de la ausencia de Luisito, me volteé hacia la pared y vi como posaba en ella sus manitas llenas de pintura. Lo abordé y antes de que dijera más nada, me regaló sus huellas.
-Así como en la pared, voy a dejar mis huellas en tu corazón- Yo hice lo propio y le dije: -Pues, aquí te dejo las mías...
Después del intercambio, vinieron las comiquitas. Luis, hizo que me sentara y las viéramos juntos, afortunadamente le gustaba “Tom y Jerry”.
Cuando vinieron por el, se puso a llorar y pidió que por favor, lo dejaran estar un rato más con su “amigo”.
¿Amigo? Resulta que éramos amigos. Entendí entonces al señor Armando y al señor Roberto. ¡Claro! Ángeles como éste, hacen que uno recupere la inocencia, la alegría y la risa fácil de antaño. La pureza de las cosas simples y el significado de la palabra “Amistad”.
La visita de Luisito dejó dibujos regados por el piso, manchas de salsa en el mueble, una pared a medio pintar y unas huellas indelebles en mi corazón.
Ahora trato de descifrar qué fue lo que pasó: Un Ángel disfrazado de niño o un niño grande que recibió la visita de un Ángel, y que por tonto, no lo reconoció hasta que se fue...

jueves, noviembre 23, 2006

Cuento de Terror



Mediante manipulación genética, cirugía microscópica, tecnología de punta, ciencia cibernética y energía nuclear; se logró la creación de un espécimen único.

Una mezcla de licántropo y vampiro con extremidades biónicas y los poderes de los cuatro fantásticos.


-¡Es una bestia, tío! – Dijo Paco.

-¡Jolínes!- Exclamó Manolo.

-¡...!- Antonio no dijo nada, se quedó boquiabierto...


Una expresión de júbilo y victoria, se dibujaba en el rostro de Víctor. Igor se frotaba las manos.


-Igor.

-Sí, maestro.

-¿Los gallegos terminaron de cambiar el bombillo?

-Sí, maestro.

-Y ¿por qué tres gallegos?

-Porque uno sostiene el bombillo, mientras los otros dos lo cargan y lo hacen girar, maestro.

-Qué inteligentes, Igor.

-Sí, maestro.

-Diles que se vayan, Igor.

-Sí, maestro.
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La bestia permanecía en la mesa de operaciones, conectada al extraño aparato que la mantenía con vida. Sólo faltaba colocarle el cerebro. Éste fue concebido aparte de los demás órganos. Engendrado a partir de células de otros cerebros.

Igor se acercó a Víctor, tembloroso, dubitativo.

-Maestro.
-Dime, Igor.

-No sé si decirle esto, maestro.

-Habla, Igor.

-Los gallegos me confesaron, que mientras cambiaban el bombillo, uno de ellos se cortó un dedo.

-Y qué hay con eso, Igor.

-Su sangre cayó en el recipiente donde está el cerebro de la bestia, maestro.


El maestro perdió toda compostura y parsimonia. Ahora se mostraba agitado, colérico, furibundo.


-¡EL CO...!

-Shhhhhh... Maestro, no ensucie su boca con vulgaridades como esa. No se lamente.
-Pero cómo no se la voy a mentar, Igor. El cerebro se contaminó, no lo podemos usar. De qué nos servirá una bestia con tanto poder, pero sin cerebro. La idea era que dirigiera nuestro ejército de zombis y conquistara el mundo. ¿Ahora qué haremos, Igor?
-Igual servirá para comandar, maestro. Los zombis no repararan en si es inteligente o no, sólo le seguirán. Y con todo su poder, podrá hostigar, amedrentar, destruir y dividir, maestro.

-No Igor, yo pensé en alguien con fuerza e inteligencia. Imbatible y con ideas renovadoras. Alguien que guiara nuestras huestes con sabiduría y estrategia organizativa. Las células que utilicé, eran las de grandes estadistas y gerentes exitosos. No Igor, no sirve. Desconéctalo.

-Pero maestro...

-Se convertirá en un dictador. Igor, por favor, desconéctalo.


Igor, salió del laboratorio. Tomó su abrigo, sus guantes, la bufanda, un maletín y se fue. El maestro, continuaba lamentándose de su infortunio. Los gallegos, seguían cambiando bombillos, ajenos a lo que había sucedido. De vez en cuando se preguntaban, qué pasaría con aquella bestia semi-robótica, esa maravilla que por lo que le habían escuchado decir a Igor, era lo máximo.
Con respecto a la bestia, no hay certidumbre de si fue desconectada...



Dibujo de Luis Royo

martes, noviembre 14, 2006

¡URGENTE!


POR FAVOR, HACER CIRCULAR ESTE AVISO ENTRE AMIGOS, FAMILIA, Y CONTACTOS.

En los próximos días, deben estar atentos: No abran ningún mensaje con un archivo anexo llamado "ASDFXCVMEROP234$=)", independientemente de quien se los envíe.

Es un programa maléfico, mortal, déspota; de lo peorcito que pueda haber en materia de virus.

El susodicho, ejecuta un programa que se encarga de eliminar, borrar, destruir, desaparecer, todo el disco duro de su computadora.

Es por eso que deben permanecer alertas, no se despeguen de sus computadoras. Todos atentos a la llegada de este engendro binario y demoníaco.

Recuerden: Si reciben un correo con el archivo anexo llamado "ASDFXCVMEROP234$=)" ¡NO LO ABRAN! Aunque sea enviado por un amigo, no lo abran y apaguen su máquina, salgan de la habitación, o de la oficina, o del cyber inmediatamente.

Es el peor virus anunciado por los laboratorios de la Contra Inteligencia Artificial.

Este malintencionado algoritmo ha sido descubierto recientemente y clasificado por Microsoft como el más destructivo que haya existido.

No hay arreglo aun para esta plaga moderna que destruye simplemente el sector cero del disco duro, donde la información vital de su función es guardada. También afecta el tercer cuadrante de la zona aritmético-lógica, reduce los BUSES de memoria, convirtiéndolos en simples camioneticas, y en algunos casos, hasta en moto taxis.

Hay casos reportados, en los cuales se han visto socavadas las unidades de Input y Output no sólo del computador, sino también las del usuario del mismo.

Las impresoras no escapan a este terrible flagelo, una vez poseídas por el ente misterioso y diabólico, comienzan a imprimir todo en caracteres ilegibles e impronunciables. Las estadísticas salen volteadas, cambian el rojo por el azul y viceversa, las mujeres salen con barba y los hombres con sostén.

Una vez infectado, el mouse salta y se come al gato. Si accede a la Internet, se bloquean el airbag y el freno de mano de su carro, sus cuentas bancarias se quedan en cero, las tarjetas de crédito y débito pierden sus códigos de seguridad. Su pareja lo bota pa’l carajo, sus amigos le dan la espalda y sus quincenas comienzan a depositarse automáticamente en la cuenta de su peor enemigo.

Hagan caso, por favor. Cuídense de ese virus. Repito: No abran ningún mensaje con un archivo anexo llamado "ASDFXCVMEROP234$=)"

¡MOSCA!



El dibujo es de: http://www.pc-news.com

lunes, noviembre 06, 2006

Conversaciones Telefónicas


Tuve esta conversación telefónica con mi hija, en horas del mediodía:

-Papá, no voy a almorzar a la casa
-Y eso?
-Voy a comer con unas amigas
-Cuáles, si tu no tienes amigas?
-Ay, papá! Unas amigas de la universidad.
-Y a dónde?
-A dónde qué?
-A dónde van a comer?
-Ah! A una pizzería que está en Chacao.
-Uuummm... Y son buenas?
-Mis amigas, sí vale.
-No, las pizzas
-Ah! Bueno, me dijeron que si, que son buenísimas.
-Gorditas?
-No sé, creo que la masa la ponen delgadita.
-No chica! Tus amigas.
-Jejé, son un par de flacas.
-Ojalá no te caigan mal.
-Vale, te dije que son chéveres.
-Me refiero a las pizzas. Y no serán de esas que se derriten por cualquier cosa?
-Pizzas que se derriten?
-Tus amigas.
-Mis amigas?
-Sí. O sea, que si son fáciles.
-Bueno, cualquiera se las lleva.
-QUEEEEEEE?
-A las pizzas.
-Ah! Mira, y como se llaman?
-Sicilia y Margherita.
-Italianas?
-Claro! Son pizzas
-DIOS MÍO! Chao. Pórtate bien y no llegues tarde.

Luego me llamó mi esposa:

-Qué sabes de tu hija?
-Se fue con dos pizzas a comerse unas amigas...
-...???



jueves, noviembre 02, 2006



En algún lugar de Transilvania. Tres celebridades se dieron cita: El Hombre Lobo, Drácula y Frankenstein.

El motivo de la reunión. Tomar la última y más importante decisión, en su ya larga y terrorífica trayectoria: El retiro. Sí, el retiro. La jubilación, el momento de colgar la capa, los colmillos, las garras, los tornillos, en fin. Dar por terminada su carrera de horror, espanto y abominación.

Ya habían adelantado los trámites de la pensión en el seguro social. El Hombre Lobo tuvo que darle una “mordida” al funcionario público para que agilizara el papeleo, ya que los documentos de aquel trío, estaban en el archivo muerto.

Sólo faltaba la fecha y los preparativos de la despedida. Tenía que ser un gran funeral, algo apoteósico, de espanto y brinco.

-Quiero una gran jaula llena de murciélagos, para que sean liberados al momento del cierre de la ceremonia.

-Está bien, Drácula. Yo por mi parte, quiero un coro de coyotes aullando toda la noche –dijo el hombre lobo.

Frankenstein lucía distraído, meditabundo. Drácula llamó su atención:

-¿Qué pasa Frank? Pareces ausente. Como muerto, si me perdonas la expresión.

-No sé, Drac. Creo que esto del retiro me tiene algo nostálgico.

-No es para tanto Frank – intervino el lobo - piensa en como va a quedar todo ¿Te imaginas la cara de los invitados? Se van a moooriiiiirrrrr. Bueno, es un decir…

-Sí, ya lo sé lobito. Pero no puedo evitarlo, han sido muchos, muchísimos años trabajando en esto del terror. Tantos, que ya algunas partes de mi cuerpo, están en avanzado estado de descomposición.

-Me lo dices a mí, que casi pierdo la cola en la última huida. Ya no soy el mismo de antes. No se lo digan a nadie, pero mis patas ya no responden igual. Uso dentadura postiza, peluquín y un abrigo de piel. Ahora sí es verdad, que no tengo ni un pelo de tonto...

-En cambio yo, estoy igualito – interrumpió el vampiro -por eso quiero retirarme dignamente, antes de verme como el abuelo de “Los Monster”, y volviendo a lo que nos trajo hasta acá, tenemos que escoger los ataúdes en donde descansaremos en paz. A ver Lobo ¿Cómo quieres el tuyo?

-El mío tiene que ser en acrílico, fibra de vidrio o algo así. No quiero nada de madera, con el olor a árbol me dan ganas de orinar, con apenas sentir ese aroma, la patita se me levanta sola. Además, quiero colores alegres, por dentro tiene que estar forrado en peluche color fucsia.

-¿Cómo es la vaina? – Saltó Drácula.

-Peluche color fucsia ¿Por qué? ¿Pasa algo?

-¡Coño, vale! Había visto perros de agua, pero un lobo pargo… Y tú, Frank.

-El mío, que por favor no sea de metal.

-¿Y eso? – Interrogaron al unísono, los otros dos.

-Es que después de tantas descargas eléctricas, ya parezco un imán ambulante. ¿Se imaginan pasármela despegándome de un lado y de otro del ataúd, a cada rato?

-Te entiendo, Frank – consoló Drácula.

–¿Qué les parece este combo de oferta que tiene la funeraria “Mortusfreskus”?- Dijo el lobo, sacando un folleto del bolsillo de su abrigo.

-Urna de madera importada del desierto del Sahara, una corona hecha con flores de muerto, y misa negra cantada por una Banshee.

-Parece buena – exclamó Frankenstein – pero no sé, hay algo que no me cuadra en esa oferta ¿Tú qué opinas, Draculín?

-Para empezar, tampoco quiero madera, me recuerda a las estacas. Nada de metal, no tiene estilo. Mármol, de mármol importado. Suaves cojines forrados en seda. Totalmente hermético y a prueba de caza vampiros.

La discusión continuaba, exigencias y requerimientos iban y venían, y los protagonistas de esta historia, no se percataban de que muy cerca y en ese mismo instante, estaban en ejecución, asaltos, asesinatos, desalojos, invasiones, violaciones, hurtos, peleas y riñas. En torno a ellos, un mundo anárquico y caótico se desarrollaba, pletórico de hechos bochornosos y fuera de toda ley.

Lástima que estén por retirarse, pero no importa. El horror, el terror y lo escalofriante, no acaba. Así que no se preocupen, más bien, teman, que esto no termina. Muuuaajajajajajaja...

miércoles, noviembre 01, 2006