lunes, abril 28, 2008

SHORTS

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Aguacate y Palmito eran la comidilla del día. Su operación de contra-inteligencia fue un fracaso total. En la mesa, todos comentaban el incidente mientras ellos, cual avestruces, buscaban en dónde hundir sus cabezas. Misia Zanahoria y Don Petipua, los miraban con recelo. La señora Aceite y su esposo, el señor Oliva, intentaban cambiar el tema. La señorita Cebolla fue menos discreta, así que con lágrimas en los ojos exclamó:
-¡Tenemos unos infiltrados!
-Ya decía yo que esta mezcla era muy rara -. Opinó Don Petipua.


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Al enterarse de que pronto se produciría un eclipse lunar, el Sr. Samsa se emociono muchísimo ya que había leído en su horóscopo a principio de año que, la ocultación del astro traería para él grandes cambios; una especie de metamorfosis…


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El mago anunció: “No tengo nada que esconder”, y alguien del público preguntó: “¿Y entonces, cuál es el truco?”


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Walter se preguntaba, por qué era tan importante llevar esas chaquetas y el edredón a la tintorería, comprar el periódico, preguntar en la esquina a ver cuándo pensaban enderezarla para convertirla en una recta, pasar por la carnicería y dejar el pedido, no llegar tarde a la oficina porque ya se tenían cuatro amonestaciones y, a la quinta habría que prepararse para una sexta, revisar los resultados de la lotería, pasar al mediodía por la carnicería (¿cómo que para qué?, para recoger el pedido que se dejó en la mañana), buscar a los niños en el colegio, comprar leche, decirle a la conserje que el pasillo estaba sucio y, hablar con el vigilante del edificio y reclamarle por lo que sea que haya pasado, total, para eso están los vigilantes de los edificios…


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La luna le sonreía mientras cambiaba su semblante, y él, enseguida intuyó que pronto dejaría de verla…


jueves, abril 24, 2008

Cuidado con las chapas

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Voy caminando tranquilamente por la calle, observando la parte trasera de los pantalones que usan algunas mujeres –la ropa y sus curiosas formas siempre han llamado mi atención-, cuando de pronto, me topo con un singular sujeto que porta una chapa guindada en su chaqueta, a la altura del corazón. La chapa tiene un fondo blanco, y en letras rojas lleva inscrita la siguiente frase: “¿Quiere perder peso? Pregúnteme cómo”. Dejándome llevar por el fisgoneo, me le acerco al personaje y leo en voz alta el mencionado texto, luego, con cara de agente tributario demando su atención y le digo: “A ver, explíqueme cómo”. El muy granuja saca una pistola y me responde: “Comience por entregarme el celular, la cartera, el reloj, el anillo y la cadena”.

El método es un tanto agresivo, pero no puedo negar que en escasos minutos, perdí aproximadamente unos novecientos gramos. Como podrán inferir, la curiosidad muchas veces, te puede hacer perder peso, así que ya lo saben… ¡Ah!, y cuidado con las chapas.




martes, abril 15, 2008

¿Energía negativa, mala suerte o, buena guía?

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Cuando en mi casa se daño la lavadora, la secadora, la freidora, la tostadora, la licuadora, la batidora, la escaladora, la caminadora, la contestadora, la administradora y, la olla mondonguera - a partir de allí se partió la manguera, comenzó a gotear la regadera y se quemó la parrillera-, comencé a preocuparme, no sólo por el resto de los sufijos sino también por mi suerte. Claro, y es que cualquiera diría, “¡Caramba, pero que mala suerte tienes!”, o “¿Pero todo a la vez? ¡Recórcholis, que mala suerte!”.

La cosa de verdad que parecía grave, y no faltó quien opinara acerca de la presencia de energías negativas o, “mala vibra”. Hasta llegué a pensar que no me quedaría otro camino que recurrir a Paulo Cohelo, para ver si algún sabio o, maestro, o discípulo, o mago, o brujo, o prostituta, le había enseñado algo al respecto y éste a su vez, me lo retransmitía por medio de uno de sus escritos.

“Feng Shui” (¡santos símbolos y animalitos chinos, Batman!) Esa fue otra posible solución aportada por algunos allegados –ya había pensado en unos “ramazos”, pero me llamaron ignorante y anticuado-. Lo cierto es que me preparé cual niño Jesús, para recibir incienso y mirra y de esta manera inundar mi casa con humo purificador y exorcizante. Por cierto, si algún día se les ocurre poner animalitos chinos en su casa, procuren que de verdad sean “Animales Chinos”, es decir, no hagan como yo que para salir del paso, compré un tigrito, sí, pero de esos que usan los taxistas. Conseguí el perro y la rata, y de verdad que se veían ridículos los tres bichos esos moviendo la cabeza para todos lados. Ah, y en frente les puse un gato que parecía un fiscal de transito (“eso es plotección”, dijo el maracucho que me los vendió, haciéndose el chino).

¿No será que te pusieron un trabajo? Trabajo el que tenía que pasar para mandar a arreglar todo. Trabajo el que estoy pasando con la cantidad de “peroles” dañados. Trabajo el que me costó entender que ciertamente es cuestión de energía… la mía.

No sabría explicar el porqué de repente todo se daña en una casa, sin respetar un orden, sin seguir una secuencia lógica, o sin establecer prioridades, creo que eso se lo voy a dejar a Fraga, a León o al mismo Cohelo. Tampoco sé si les habrá pasado, pero cuando salí a la calle y grité a los cuatro vientos, “por qué señor, por qué a mi…”, de vaina y me golpeo la cabeza con una guía telefónica que cayó del cielo.

Estoy esperando la llegada de los “sabios”, o mejor dicho, de los técnicos que comencé a llamar y que poco a poco irán desfilando por mi casa, dejando todo reparado a su paso, reestableciendo el orden y poniendo a circular nuevamente la buena “vibra”. Razón y verdad tienen las sabias palabras de mi querida esposa: “¡Coño, llama al técnico… nojoda!”. Tan linda, ella sí que tiene energía. Y yo la buena suerte de contar con buenos reflejos porque, de verdad que la guía telefónica venía con todo… Los dejo, están llamando a la puerta, debe ser uno de los técnicos…