miércoles, mayo 21, 2008

El Díptero Ramiro

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Ramiro entró al ascensor cargando con ocho bolsas repletas de comestibles, cuatro en cada mano. Marcó el botón correspondiente al piso en donde vivía con la punta de la nariz y, segundos antes de que se cerraran las puertas, entró una mosca y comenzó a revolotear a su alrededor. El insecto se posó en la nuca de Ramiro, sacó su prosbocide e inoculo un extraño líquido que rápidamente se disemino por todo su organismo. Ramiro se sentía mareado, su visión se nubló y los latidos del corazón eran tan fuertes que bien pudiesen haber sido detectados por el instituto de sismología. El ascensor por fin llegó al piso indicado. Ramiro salió jadeante y sudoroso, y además, con un ligero cambio en la distribución de las bolsas…

De la puerta del ascensor a la del apartamento de Ramiro, sólo había que dar quince pasos largos para llegar pero, esta vez, él no tuvo que dar ninguno. Simplemente voló hacia la puerta de su apartamento. Colocó las bolsas en el piso y, manteniéndose sobre sus cuatro brazos, se limpió el trasero con sus piernas. Luego sacó las llaves, abrió la puerta, tomó las bolsas y entró. Ya no sudaba, ni jadeaba, más se sentía enérgico, fuerte e inquieto. Luego de guardar las provisiones, comenzó a hurgar en la basura y extraer sobras de comestibles que ya habían pasado un buen tiempo allí.

La esposa de Ramiro salió de su habitación en bata de baño y con un potingue en la cara, y éste, en cuestión de segundos, se le abalanzó encima y comenzó a lamerle el rostro.

-¡Ramiro, déjame en paz! Apenas hacen veinticuatro días desde que, “estuvimos juntos” ¡Caramba!, no te soporto cuando te la das de “insaciable”.

Ramiro no hizo caso al reclamo y simplemente continuó recorriendo el cuerpo de su esposa, hasta que ésta lo espantó de un manotazo.

-¡Basta! Déjame en paz, me duele la cabeza ¿Trajiste todo?

Ramiro frotó sus cuatro manos, restregó sus ojos que ahora tenían una apariencia muy extraña, parecían mil pantallas de televisor en miniatura y luego, se regresó a la cocina. La mujer salió tras él y de un solo grito, le ordenó que se detuviera y se diera la vuelta.

-Tú estás muy raro. Déjame verte bien. Pero… Ramiro, tu ahora tienes seis extremidades y, unas alas traslúcidas y, unos ojos tan grandes que no sé si son para verme mejor y, ¿esa trompa Ramiro?

Moviendo su cuerpo para todos lados y restregando nuevamente sus ojos, Ramiro permanecía sin pronunciar ninguna palabra. No podía. Ante su esposa no era cosa rara pero, realmente ahora era porque literalmente, no podía pronunciar sonido alguno, sólo el zumbido que producían sus alas.

-Ramiro, has cambiado mucho desde que saliste a hacer el mercado. Y la verdad es que aunque me cueste admitirlo, creo que mejoraste un poco ¡Claro!, veo que ahora puedes cargar con más bolsas, ya no te hace falta el carro y, lo mejor de todo, más nunca me podrás venir con la estúpida excusa de que, “es que no lo vi…”

El buen Ramiro no decía nada, tan sólo se limitaba a posarse sobre sus extremidades delanteras y luego sobre las traseras, se sacudía el trasero y seguidamente, limpiaba sus exagerados ojos; una y otra vez. Iba de allá para acá y entre uno que otro movimiento, se pegaba del techo y volvía a bajar. Su mujer mientras tanto, se dirigía hacia sus aposentos para comenzar a planear el nuevo rumbo que sin duda tomarían sus vidas de ahora en adelante…

jueves, mayo 15, 2008

10.000



Diez mil visitas. Diez visitas fuertes a mi blog (¿será lo mismo, diez fuertes visitas?) ¿Quién lo diría? ¡Diez mil visitas! No saben cuánto espere por este momento. Y a decir verdad, yo tampoco sé por qué espere tanto. Es más, no tengo ni la menor idea de qué puede significar todo esto. Solo sé que ya mi blog alcanzó las 10.000 visitas. Sí, eso es, 10.000 visitas ¿Qué les parece? ¿No es genial? Creo que es lo mejor que me ha podido pasar, aun cuando no tenga claro el porqué. Quizás sea un gran acontecimiento, algo digno de celebrar. No son 1.000, ni 2.000, ni 3.000, son, 10.000 visitas, 10.000 visitas, ¡ojo!, repito: 10.000 visitas ¿Cómo les quedó ese monitor? No puedo describir lo que siento, es que… pareciera… es… es algo así como… como si no sintiera nada pero, pienso que si debo estar sintiendo algo; sí, a lo mejor es que de tanta emoción se me durmieron las terminaciones nerviosas. Bueno, en fin, me voy a festejar con todos mis amigos. ¡Ah!, y no me esperen despiertos… Diez mil visitas, diez mil visitas… sé que en algún momento saldrán las lagrimas, los gritos eufóricos y el desenfreno total, sí, deben estar cerca. Soy como un volcán… apagado pero, que pronto y sin que nadie lo espere, pudiera reactivarse y entrar en erupción. Sí, así es…

jueves, mayo 08, 2008

LA NUEVA CASA

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Para Caro y sus hijos...

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- Les voy a dar una excelente noticia. Ya tenemos casa.

Pablo Carlos y Eduardo Carlos se miraron con cara de preocupación.

- Otra de las de nuestra madre - exclamó el primer Carlos.

- ¿Y ahora qué? - preguntó el segundo Carlos mientras se cubría la cara con ambas manos.

- Si chicos, ya tenemos casa, pronto nos mudaremos. Y lo mejor de todo es que la hice yo misma.

Los Carlos guardaron silencio, se arrellanaron en el sofá de la casa de los abuelos y esperaron con resignación a que su madre les terminara de poner al tanto de su nuevo “proyecto”.

- Seguramente se habrán preguntado, porqué tantas horas de desvelo, esfuerzo e ingredientes invertidos en un número considerable de tortas.

- Para venderlas - respondieron en coro.

- ¡Exacto! Para vende… ¡NO! Qué vender ni que nada. Todos esos bizcochos los fui guardando para utilizarlos como bloques. Con la azúcar en polvo hice el pastillaje creativo que sirvió de friso para las paredes. El techo es de láminas de chocolate y las ventanas son de gelatina.

- ¿Y las puertas?

- De turrón.

Pablo Carlos y Eduardo Carlos no sabían si reír o llorar, si quedarse o, tratar de escapar en veloz carrera, lejos, muy lejos de los dislates de su madre.

- ¿Qué les parece? - preguntó emocionada la progenitora.

Eduardo Carlos, el más pequeño, con sonrisa maliciosa y mirando hacia el techo tomó la palabra:

- Bueno, ya tenemos la casa de pan. Faltaría decidir quién será Hansel y quién Gretel. Por la tonta bruja ni nos preocupemos.

Pablo Carlos aguantó la risa mientras su madre se quitaba el delantal y limpiaba un poco su cara, toda llena de harina y polvo para hornear.

- Noto cierto sarcasmo en tu comentario, Eduardo Carlos. Te sugiero que si tienes algo que decir, seas lo más claro y explicito posible. Ah, y nada de burlas ni risitas, esto que estamos tratando es muy serio, se trata de nuestro futuro hogar.

- Hogar, “DULCE”, hogar - canturreo Eduardo Carlos.

El otro Carlos volvió a contener la risotada y de un brinco se levantó del sofá para tomar a su madre por los hombros.

Madre -dijo antes de comenzar su lacónico discurso-, sabes que siempre te hemos apoyado, y lo seguiremos haciendo, pero por amor al cielo, cuándo uno de tus proyectos será forjado con sesos y no sueños.

- Ustedes no me quieren, no se dan cuenta de que todo lo hago por vosotros, infelices criaturas desalmadas, indolentes y con cerebro de pájaro. Ni siquiera cumplen con su inveterado y bíblico compromiso de honrar a su madre, que también es padre…

- Aquí vamos de nuevo- con hablar cansino y pausado, se levantó Eduardo Carlos y con el dedo índice de su mano derecha, le dio varios toques en el hombro a su madre para hacer que se volteara hacia él -. Querida madre, ¿recuerdas cuando fabricaste aquella casa de paja? En aquel entonces te advertimos de que cualquier hijo de puta podía venir y, soplar, soplar y soplar hasta derribarla. Pues recuerda también que así fue.

- Sí, y después hubo otro intento con una casa de madera – intervino Pablo Carlos -, que tampoco funcionó porque el mismo disociado nos encontró y repitió la gracia.

- Luego nos gastamos los ahorritos para construir una de bloque y cemento y… nos expropiaron…- dijo Eduardo Carlos.

Y fue así como continuaron evocando todos y cada uno de los intentos fallidos, para tener una vivienda digna.

- Lo último fue lo de encadenarnos a las puertas del Ministerio – dijo ya entre risas la madre.

- Y resultó ser el de Magia – complementaron a dúo los Carlos.

- Bueno, okey, ya tenemos vivienda propia pero, y qué vamos a hacer cuando la necesidad de satisfacer instintos tan básicos como por ejemplo, el hambre, se haga presente y no podamos apañar la situación con otros instintos no tan básicos, como por ejemplo…

- ¡Coño, ya Pablo Carlos! Qué más vamos a hacer. Con la “peladera” que se avecina, producto de la “no venta” de las fulanas tortas y, el gran desembolso que hizo nuestra genial madre para adquirir los materiales, no nos quedará otra que ir comiéndonos poco a poco la casa.

- ¡Pequeños hombres de poca fe! – exclamó la madre extendiendo los brazos al cielo-. Por cierto Pablo Carlos, ¿has notado el lenguaje tan soez que está utilizando tu hermano menor?.

- Si madre, creo que eso es por ver tanto a Naruto y al Avatar.

- ¡Arriba el colesterol! ¡Que suban los triglicéridos! – coreaban luego los Carlos mientras bailoteaban alrededor de su mamá.

- ¿Y qué hacer si llueve? – preguntaba uno de los Carlos.

- Pues, ojalá que llueva café, así acompañamos las tortas – respondía el otro.

- No me toman en serio, nunca me toman en serio – gimoteaba la madre.

- Vamos mamá, sabes que siempre estaremos contigo y que, juntos somos un gran equipo. Somos… somos como Los Cuatro Fantásticos.

- ¿Y quién es el cuarto integrante?

- Tu cabezota, que es tan dura como el hombre de piedra – respondió Eduardo Carlos para recibir luego un manotazo de su hermano.

- Basta ya, déjala en paz. Madre, tú eres nuestra luz, nuestra alegría y nuestro refugio. Así que, adelante madre, siempre hacia adelante. Como decía Agatha Christie, “…la vida es una calle de sentido único”- Le dijo Pablo Carlos, tratando de consolarla. Luego, unidos en un solo suspiro, los tres regresaron al sofá, y con hilos de esperanza comenzaron a tejer un nuevo sueño.





martes, mayo 06, 2008

El eclipse de Tomás

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Tomas, era un escéptico empedernido. No creía en mitos, ni en fantasmas, ni en leyendas; mucho menos en fenómenos paranormales. Cuando leyó acerca de supuestos hechos enigmáticos relacionados a los eclipses de luna, no escatimó en hacer gala de su incredulidad, “¡ja!, puras patrañas”.

-Para el día de hoy, se anuncia un eclipse lunar. Me parece que es buen momento para ver y, creer -. Le comentaba Tomas a su esposa.

–Dicen que comienza a las nueve, de manera que me instalaré en el patio de la casa, al aire libre para poder presenciar cualquier “fenómeno” en primera fila –. Continuaba.

-Ay Tomas, uno de estos días… uno de estos días… -. Sentenciaba la esposa.

Llegado el momento, Tomás dispuso todo lo que creyó conveniente: cava pequeña con refrescos, bolsas de papitas, silla plegable, binoculares, cobija para el frío, papel, lápiz y, la compañía de su fiel perra San Bernardo.

La nívea y resplandeciente luna, poco a poco se fue tiñendo y su aspecto cambiaba al pasar los minutos. Tomás seguía con perplejidad el proceso sin dejar escapar detalle hasta que… la oscuridad se apoderó no solo del cielo, sino también de su mente y de sus sentidos haciéndolo caer en un profundo sueño.

A la mañana siguiente, Tomás despertó sobresaltado y con la extraña sensación de que “algo” había sucedido. Se encontró acurrucado sobre la silla plegable. Su fiel perra San Bernardo lo miraba con querencia. Una serie de imágenes comenzaron a suscitarse dentro de su cabeza, como si se tratase de varios trailers de películas, uno tras otro de manera continua.

Escenas del Show de las Muppets muy subidas de tono (pornográficas, para ser exactos). Lobos retozando en la pradera en época de celo. Un hombre desnudo restregando su cuerpo contra una alfombra de peluche. Sí, todo era muy extraño. Volvía a lanzar una mirada a su perra y ésta, se la devolvía con una agradecida sonrisa. Y es que hasta eso le pareció ver a Tomás, que su perra le sonreía.

Tomás no entendía nada, el único recuerdo coherente que conservaba era el de estar observando el eclipse y, las palabras de su esposa: “Ay Tomas, uno de estos días… uno de estos días…”