miércoles, febrero 25, 2009

¿Sexo? ¡Seguro!

.


.


.

Quiero mudarme a Estados Unidos. Para tener sexo seguro. O mejor dicho, “de seguro”. Allá es sencillísimo relacionarse sexualmente, y eso lo podemos evidenciar a través de sus películas y series de televisión

Visualicen la siguiente escena: Un tipo entra al bar, pide una cerveza y un güisqui doble, come un poco de maní y enciende un cigarrillo. Luego resulta que, el tiempo que transcurre entre el “Hi!”, el “You have condoms?”, y el “Call me” de la mujer que se despide con un guiño, es el mismo que uno tarda en prepararse un sánduche de jamón y queso. ¿Qué cuál mujer? Es que todo se da tan rápido y sin contratiempos, que perdemos detalles incluso como ése.

Si se trata de un médico cirujano, téngalo por seguro que la mesa de operaciones será utilizada para algo más que intervenciones quirúrgicas o transformaciones biónicas. Ni hablar de cualquier habitación desocupada en el mismo hospital. Enfermeras con pediatras, ginecólogos con odontólogos (¿sesenta y nueve facultativo?), pacientes con psiquiatras y, bueno, pare usted de contar. Dicen las malas lenguas que los anestesiólogos lo que producen es sueño, por eso no tienen tanta suerte en estas bacanales pero… en fin, la cuestión es que todos o casi todos, “lo hacen”.

¿Usted cree que alguien en su sano juicio piensa en sexo, estando privado de su libertad, oculto en la selva o, perdido en una isla? Pues sí, los estadounidenses son así. Acá, por estas latitudes, basta con que el carajito tenga en su boleta calificaciones distintas a, “a-es”, “be-es” o, “ce-es”, y más bien traiga puras, “de-es”, o números por debajo de seis (ni siquiera un seis coma cuatro para ver si se puede pelear por un siete), para que los padres ya no quieran tener sexo. Pareciera que dicha boleta trajera en las observaciones, algo así como: “Y se le aconseja a los padres no tener sexo mientras el carricito no rinda en clases”. Uno dirá que es por la arrechera y la cosa pero…

He visto películas en las que el hombre mira a la mujer seductoramente, sus ojos la desnudan, su sonrisa maliciosa le transmite enseguida el número de la habitación y ella, acepta gustosa, deseosa porque, para qué ahondar en detalles tan ínfimos como: edad, nombre, estado civil, o seglar, si “Sí” o si “No”. Lo que importa es un “rapidito” en el ascensor.

Varias veces lo he intentado con mi esposa pensando en que sería aún más fácil por conocernos ya. “¡Qué te pasa! Quita esa cara que pareces un hipopótamo con gripe”. Probé también con una chica en el centro comercial, y terminé con una póliza de seguro y una tarjeta de descuentos en mi bolsillo que jamás y nunca había pensado adquirir. Camino a casa probé con otra y, llegué con un plan para adelgazar y una orden de compra por dos cajas de “merengadas varias”. Ya la cancelé pero, aun no llegan. Les digo algo de todo corazón: La sonrisa de una desconocida, nunca deberá ser tomada como garantía de aceptación, y mucho menos de “¡Sexo Seguro!”, al menos de este lado del continente.

En otra oportunidad probé tomar a mi esposa desprevenida y por la fuerza (creí que a las mujeres en realidad les gustaba eso). Es difícil mostrar incluso sentimientos después de haber recibido cincuenta y cuatro manotazos repartidos por todo el cuerpo; créanme, luego de eso lo que impera es la confusión.

Hasta los vampiros se han dejado un poco de eso de andar únicamente chupando yugulares. Ahora se muestran muy proclives al apareamiento; y vaya que se dan con furia y frenesí… Uno de estos días veremos zombis en acciones más lascivas y menos antropófagas (figúrese usted un bicho de esos gritando, “¡totona, totona!”, en lugar de, “¡cerebro, cerebro!”).

Los gringos no le paran a eso de retozar en la habitación de una casa abandonada, a sabiendas de que anda por ahí un carajo con máscara y machete en mano, buscando descomponerle la vida a alguien. Y fijo que los consigue en plena faena y el carajo, machete con el gringo y el gringo, machete con la gringa. Sí, así es… o mejor, así son ellos, allá, en los EEUUAA (¿a la U y a la A se le debe prefijar siempre una H?, no recuerdo). Nada más pensar en la posibilidad de que un malandro, o un conciudadano sin techo propio, se puedan meter en nuestra casa a robar, o a expropiar, según sea el caso, es razón suficiente para que desaparezcan las ganas de besuquearse con la pareja.

Es muy, pero que muy factible, observar en una serie de esas al estilo “Amas de casa desesperadas y al borde de un ataque de nervios” –creo que así se llama-, cómo la mujer echa al suelo una cantidad de facturas y recibos, la calculadora, el libro mayor, el balance general, y le pone firme el soldadito al marido para así olvidar por lo menos un instante, el déficit fiscal y la deuda interna. Yo no puedo acercármele a mi mujer mientras saca cuentas, tampoco si está leyendo el periódico, y mucho menos si está viendo la mencionada serie (con muchísima suerte, puede ser que durante los comerciales pero eso sí, tengo que apurarme).

Un Boina Verde o un Marine y una diminuta pero linda campesina camboyana pueden tener sexo tranquilamente bajo el inclemente sol y en medio de un pantano mientras un búfalo los observa taciturno. Yo tengo que bañarme, afeitarme, y cepillarme antes de… y las sábanas deben estar limpias y que no se escuche ni siquiera el zumbido de un zancudo.

Y si hablamos de animales, es que hasta el famélico búfalo pudiera dar rienda suelta a su cochambrosidad con una grulla lujuriosa ya que “only in America” se dan estas cosas. Si no lo creen, dense un paseíto por Animal Sex Planet (uuufff!!!).

Sé que algunos me pudieran catalogar de exagerado, o en el mejor de los casos, pensar que estoy loco. Y pudiera ser verdad. Reconozcamos además que lo de la selva, el quirófano, la casa abandonada, el pantano, el hotel, etcétera, etcétera, no son otra cosa que ambientes ficticios creados en estudios de la “Warner” o la “Paramount Pictures”, pero lo del sexo, aaaaaaah, eso sí que es seguro…





viernes, febrero 13, 2009


“El sábado 14 será el día de los enamorados pero, el viernes 13 es el de enterrar el machete...”
Jason Voorhees
.
.

martes, febrero 03, 2009

Día de júbilo

.

.




-¿Aló?

-¡Aló! ¿Inocencio?

-Sí, para servirle.

-¡Es tu jefe!

-¡Jefecito, qué sorpresota! Dígame, en qué puedo serle útil jefe.

-Llamo para decirte que mañana tienes el día libre.

-¡Qué! Pe-pe-pe-pero jefecito, ¿y eso por qué?

-Porque para mañana, Dios mediante, estaré cumpliendo diez años en mi cargo.

-Caramba jefe, si es verdad, no me acordaba, jejeje…

-Así es, de manera que mañana estamos de júbilo.

-Que bueno jefe pero, dígame algo, ¿será conveniente tomarse el día, con el trabajón que hay?

-Eso no es problema Inocencio, acabo de decidirlo.

-Pero gran jefazo, acuérdese que la semana pasada le solicité un permiso no remunerado por dos horas, y usted me lo negó porque…

-¡Inocencio!, hueles a cheque de liquidación…

-Conchale jefe, pero no se me ponga así caramba.

-Tienes el día libre te dije ya, y si no te lo tomas, te voy a…

-Gracias jefezote, de verdad gracias por ese día libre. Ah, y felicitaciones…

-Gracias Inocencio. Por cierto, ¿tienes papel y lápiz a la mano?

-Si jefe, cómo no, aquí tengo mi libretita que nunca la suelto, y en la oreja el lápiz que tampoco me abandona. Dicte usted jefe.

-¡Ajá!, anota ahí.

-Umjú

-Mañana, a las 07:30 de la mañana, pasas por la compañía, y buscas una caja de franelas con el logo de la empresa ¿Estás anotando Inocencio?

-Si jefe, claro que sí.

-Okey. Una vez que tengas la caja de franelas, subes a mi oficina, revisas encima del escritorio, y tomas una lista de personas que está ahí, cada una con su número de teléfono celular. Las llamas a todas y que te indiquen por dónde las vas a pasar buscando. Luego agarras las llaves de la camioneta de pasajeros, y sales a buscar a toda esa gente ¿Me estás entendiendo?

-Si jefecito, clarito como el agua.

-A cada uno de ellos le vas a entregar una franela y haces que firme en la carpeta que encontraras en el asiento del copiloto de la camioneta. Después los llevas al galpón número 8 y les pides que por favor pongan cara de felicidad y la mantengan así todo el día si quieren recibir el bono de productividad.

-Sí jefe, así lo haré.

-Ya cerca del mediodía, te regresas al comedor de la empresa, y retiras los envases con comida que te van a dejar allí. Luego compras unos refrescos y te regresas al galpón. Por el dinero no te preocupes, ponlo que después la empresa te los reintegrará, en su debido momento ¿Me sigues verdad?

-Por supuesto que sí mi jefe.

-Ya en la tarde, revisas que los equipos de sonido y la tarima estén instalados, que haya buena música, y que la gente siga sonriendo.

-Entendido jefe.

-Verifica también con Alberto, el de administración, que seguramente estará allá para ese momento, que el grupo de samba y el de tambores, hayan sido contratados a tiempo para que no falten a la velada.

-Correcto jefe, así será.

-Dos cosas más Inocencio.

-Usted dirá jefecito.

-Llamas a Remigio, el chofer. Y le dices que me vaya a buscar a mi casa a eso de las 05:30 pm.

-Esa es una, ¿y la otra?

-La otra es que te asegures de que para el momento en que yo llegue, la gente no pare de aplaudir, corear mi nombre y pedir a gritos mi permanencia indefinida en el cargo.

-No se preocupe mi jefazo, que yo seré el primero en formar la algarabía.

-¡Cuento contigo Inocencio!

-No faltaba más jefecito, quédese tranquilo que ya tengo todo anotadito.

-¡Inocencio!

-Dígame jefe.

-Revisa también con Alberto, lo del hielo y las bebidas para lo de la noche, él ya sabe pero, tú de todos modos chequea con él.

-Tranquilo jefe, cuente con eso.

-¡Inocencio!

-Mande patrón.

-Que disfrutes tu día libre.

-Gracias mi jefazo. Por eso es que yo lo amo, porque sé que usted me ama, y amor con amor se paga…

-¡Inocencio!

-Ordene mi jefecito.

-¡Quita ya la cara e’ pendejo!

-Pero jefe, y cómo usted sabe que…

-¡Que la quites!

-Sí, jefe
.
.