viernes, julio 01, 2011

¡Cuéntame una historia!




“¡Cuéntame una historia!” Gritaba Wendy desde la calle, y esos chillidos se colaban por mi ventana; de nada servían barrotes, vidrios, ni cortinas, “¡cuéntame una historia!”, seguía…

Y no es que no quiera… pasa… lo que pasa es que… bueno no, no quiero, ¡y punto!, déjame en paz Wendy, que no estoy de humor, las ganas se me perdieron, la rabia se tragó mis… No, no es contigo, ni con nadie, o bueno sí, quizás es con todos, con todo el mundo, sí… bueno porque sí pues, qué manía la tuya Wendy de querer saberlo todo, ya, ¡basta!, no quiero hablar.

Su cara era una canción, una canción triste, de esas que recuerdas cuando tienes ganas de llorar, como las que escucha mi papá… pero él no llora, nunca lo he visto llorar… Que le cuente una historia… esa niña no se cansa, no para de gritar desde la calle. La otra vez le dije que estaba castigado, que no me dejaban salir, ni siquiera asomarme a la ventana, me dijo que qué importaba, que igual ni mi mamá ni mi papá estaban, que abriera la puerta, que ella no decía nada. A veces quisiera ser como ella…

No estoy para historias Wendy en serio, no me siento bien, las ideas se pelearon conmigo, y se fueron, se escondieron, y no quieren salir. Sí, yo sé que es fácil, que pujo un poquito y ya, jajajajaja, siempre dices eso, jajajajaja, y me da mucha risa, jajajajaja, tienes frases que hacen cosquillas Wendy, jajajajajaja…

A mi mamá no le gusta, dice que no tiene modales, que no sabe comportarse, al menos no como una niña. Que parece un gato, o una cabrita loca, a veces un perrito callejero; eso dice mi mamá. Pero a Wendy no le importa, ella arruga la cara, imitando el rostro de un anciano, y luego ríe. Yo me contagio rapidito de su risa, es única, sonora, profunda, sincera, a veces dura horas; bueno, quizás no tanto, pero parece.

No Wendy, no recuerdo, ¿cuál promesa?, ¿que siempre te contaría una historia? ¿Y de dónde cuernos iba yo a sacar tantas?, ¿de mi cabezota? ¡Por Dios Wendy!... Okey okey, pero no es que, “siempre”, se me ocurre algo, eso es a veces, en algunas ocasiones, ¡no!, esta no es una de esas. Sí, ya vi tu vestidito nuevo, azul, sí, también las sandalias, y andas limpiecita Wendy qué raro, manitas y piecitos inmaculados. Es una palabra nueva Wendy, la aprendí en el liceo, quiere decir que algo no tiene manchas, ni “sucitos”, como tus piernas; ya sé que ahorita no, ya te lo dije, que qué raro que andes así.

La conozco desde hace años, o quizás antes, pero si fue así no lo recuerdo. Ha pasado mucho tiempo desde que dejó el preescolar y yo el segundo grado, ella ahora sigue en la escuela, y yo en la secundaria, ella sigue queriendo escuchar historias, y yo, ya muy viejo para eso.

¡Porque me rasparon en una prueba de Castellano Wendy! No me sabía el nombre de algunos personajes. La profesora dice que yo no leo, que uso los libros para esconder mi sueño detrás de ellos, que mi memoria es un desastre, pero que eso es porque no me concentro, que ando siempre en Marte, o en Plutón. Sí, también mencionó la luna, pero ya sabes que no me gusta la luna, los lunáticos no son como los marcianos, ellos están locos. Claro que no es tu culpa Wendy, quizás sea que yo no sirvo para esa cosa de la literatura, y que en verdad soy muy flojo para leer, y que mi cabeza siempre está en otro lado. Bueno sí, inventando historias, a veces. No, ahora no tengo alguna para contar.

A veces escribo cosas tristes, las leo y me provoca llorar. Ni loco se las enseño a mi papá, aunque de seguro no lloraría, jamás lo he visto llorar, por eso debe ser que mi mamá dice que los hombres no lloran. Si uno escribe cosas que hacen llorar, o reír, entonces sirve para algo. Yo quisiera servir para algo…

Ven Wendy, seguro no conoces esta historia, se trata de una niña que besa a un gato, y este sale corriendo, escupiendo y limpiándose el hocico. El hocico es la boca Wendy. Sí, también lo aprendí en el liceo. Vas a hacer que olvide la historia Wendy. Sí, el gato estaba molesto con la niña. Porque él decía que eso de besar animales era solo con los sapos y las ranas, para convertirlos en príncipes y princesas, y que en tal caso, a él le gustaría ser convertido en una estrella del rock. Qué sé yo Wendy, cosas de gatos.

Esta niña siempre se sale con la suya. Es terrible. Tendré que tomar mi enojo meterlo en un saco y enterrarlo, y rogar que nadie lo consiga y me lo devuelva. O quizás sí, que lo encuentren, pero que se lo lleven a Wendy, ella de seguro lo convierte en otra cosa…

Y en eso llegó un pingüino… Wendy, claro que los gatos y los pingüinos pueden ser amigos. No me importa Wendy, tú ahora te sientas y me escuchas, ¿querías que te contara una historia?, pues bien, en esta, hay gatos, pingüinos, lagartijas peludas y quizás hasta un rinoceronte polar.

Comenzó la risa, ¡Dios!, esa risa que retumba, que es tan vestidito azul y sandalitas, que es tan manitas y piecitos inmaculados…