lunes, octubre 18, 2010

"A"














-¡Cabrón! ¡Eres un cabrón chico!

Don Anacleto se encontraba detrás del volante de su viejo pero bien cuidado Malibú del 76. Sus ojos entrecerrados hacían un gran esfuerzo por enfocar mejor. Los gruesos lentes con montura negra de pasta no le ayudaban mucho ya. Apenas podía escuchar los gritos desaforados que venían del exterior. Con una mano levantó un poco su boina negra y con la otra alteró el orden de los cuatro largos cabellos blancos que aún se resistían a abandonar aquella enorme cabeza, luego con el dedo índice hurgó entre la flácida papada y el cuello de su camisa, como intentando aflojarlo y dar paso a un trago largo y grueso. Sin entender lo que pasaba, Don Anacleto decidió apagar el vehículo y apearse, no sin antes guardar en la guantera, la foto de su amada Sofía, que siempre le acompañaba en sus cada vez menos frecuentes recorridos a bordo de su, “fiel corcel”.

-¡Hijo de puta¡ ¿Acaso estás ciego o qué? ¡Maricón! ¡Eres un maricón vale!

Era una moto de alta cilindrada. Por sus formas, más bien parecía un pequeño cohete, una nave espacial.

-Como en las películas- pensó Don Anacleto.

Junto a la moto estaba un sujeto tan alto y sólido como un menhir. Tenía músculos hasta en las uñas y su potente voz retumbaba en toda la cuadra. Parecía llevar un “body painting” en lugar de ropa, por lo que no resultaba nada difícil ver cada hora de gimnasio esculpida en su cuerpo. Sus brazos eran poderosas aspas que se batían de un lado a otro, y de sus ojos escapaban potentes rayos, que no se veían, pero se sentían.

-¡Casi me rayas la moto, pajúo! ¡Un sólo coñazo!, uno sólo pa’ que aprendas a manejar.

Aquel gigante estaba hecho una furia. Minutos antes, había pasado a toda velocidad y sin el menor ánimo de respetar la luz del semáforo que le indicaba que debía parar. Don Anacleto frenó muy cerca de él, y por pura suerte no pasó nada, sin embargo, al doblar la esquina y avanzar un poco, el intenso centauro le salió al paso al Malibú, y Don Anacleto tuvo que frenar nuevamente.

-¡No me víste verdad, no me víste! ¡Te lo buscaste mariquito! Te voy a jo…

Don Anacleto respiró hondo y...

-¡POW! ¡KLUM! ¡PAFF! ¡PUNCH! ¡CRUNCH!

Un grueso hilo de saliva mezclado con sangre llegaba al piso, salía de una cavidad con varios espacios vacíos que un segundo antes eran ocupados por piezas dentales, las lámparas de rayos invisibles eran ahora un antifaz hecho con un gran par de círculos morados, la nariz había cambiado su perfil aguileño por el de un toro al final de la lidia, los brazos formaban un nudo imposible de creer en su espalda y las piernas un lazo más imposible todavía. En la frente, se veía claramente marcada una gran “A”…

-Al llegar prepararé un buen té, y nos sentaremos a mirar la tele tranquilamente mi amor, como todas las tardes.

Don Anacleto se quitó el reluciente anillo que tenía grabada la inicial de su nombre y lo guardó en la guantera para limpiarlo al llegar a casa, luego sacó la foto de su amada Sofía. Cariñosa y lentamente la puso en el asiento del copiloto, encendió el carro y se echó a andar.


FIN

sábado, mayo 01, 2010

QUETIERNO




A Quetierno no le gustaban las zanahorias… tampoco las lechugas…

Quetierno se fue a dormir sin cenar, después de un baño con agua helada, “para congelar pensamientos impíos” - Se dijo.

Se puso un pijama para cubrir el peludo cuerpo, ocultó sus largas orejas bajo un pasamontañas y apretó con fuerza la boca, como queriendo evitar que sus grandes dientes delanteros salieran disparados. Finalmente se quedó dormido, después de contar: una zanahoria, dos zanahorias, tres zanahorias, cuatro zanahorias… Treinta hamburguesas, treinta y un hamburguesas, treinta y dos hamburguesas, treinta y tres hamburguesas, treinta y cuatro hamburguesas… Cincuenta bistés, cincuenta y un bistés, cincuenta y dos bistés, cincuenta y tres bistés, cincuenta y cuatro bistés…

Sangre… Sangre… Sangre…

Quetierno despertó sobresaltado, sudoroso, balbuceante y con una nervosidad preocupante. Esperó a recuperar el aliento para levantarse e ir al baño y para ello, comenzó a contar.

Una zanahoria, dos zanahorias, tres zanahorias, cuatro zanahorias…

Finalmente logró colocarse frente al espejo, posó sus patitas sobre el lavamanos, y abrió bien los ojos.

¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangre!

Los globos oculares por poco salen de sus cuencas, sus bigotes comenzaron a vibrar con frenesí y la quijada casi que cae al suelo. Algo rojo y espeso cubría su pijama, sus patitas, y hasta su esponjosa colita. Los gritos debieron haber alarmado a más de uno, pero nadie atendió.

“¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangre!”

Un rastro. Había un rastro que llegaba hasta la cama. Sus propias huellas, rojas, aun frescas. ¿De dónde venían? “Habrá que buscar”- pensó.

“¡No, mejor no!” “¡Sí, mejor sí!”

Con trémulo paso decidió seguirlas. “Hasta el final” “Hasta donde fuera” “Caiga quien caiga”- Se decía Quetierno, en voz alta, para darse ánimo. Aunque en su cabeza, podía verse desde afuera y al trasluz, un aviso luminoso: “¡Uy que miedo!”

“Ahí están, en el pasillo, en la sala, y llegan… y llegan… ¡Hasta la cocina!”

Quetierno narraba, como si estuviese alguien con él. Llegó a la cocina y al entrar…

“¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangre!”

En el piso, en el mesón, en la nevera, por todos lados.

“¡Sangre! Sangre… San… ¿Sangre?”

Quetierno pasó su dedo por el mesón y lo llevó a su boca. “¿Salsa de tomate?”- Exclamó.

Sí, era salsa de tomate, el sabor lo confirmaba, y también los dos frascos vacios dejados en el fregador. Pero había más…

“¿Qué demonios pasó aquí?”

Al abrir la nevera, Quetierno se percató de que faltaban algunas cosas. Cosas que nunca debieron estar ahí porque, sólo tenían que estar las zanahorias y las lechugas. Ni siquiera la salsa debía estar. Y ahora faltaban los bistés, la carne para hamburguesas y las salchichas. En verdad, nada de eso debió estar nunca ahí pero…

Quetierno estaba en terapia, para superar su extraña adicción. Luchaba con ella desde hacía años, pero siempre recaía. Era más fuerte que él, y lo vencía, al final, siempre lo vencía porque…

A Quetierno no le gustaban las zanahorias… tampoco las lechugas…

lunes, febrero 01, 2010

BREVERÓSCOPO (Hasta cuándo?)




Aquí, en el Breveróscopo, conscientes de que el tiempo es oro, y no todo lo que brilla lo es, así que si lo pierde, éste podría brillar por su ausencia, hemos decidido que nuestra cuarta entrega sea aún más breve, para que lo lean en cuestión de un minuto y puedan utilizar los mil cuatrocientos treinta y nueve restantes en perseguir rumores y creer en caballitos de mar preñados. Por cierto, los caballitos de mar sí se preñan, los deseos no, o mejor dicho, lo deseos son los que no empreñan, ahora, si usted lo que quiere es que lo empreñen, entonces vaya a que se lo… un caballito de mar.




Aries: No, mejor no.

Tauro: Sí, es cierto.

Géminis: Fue tu hermano.

Cáncer: Ve de lado.

Leo: ¡Felicidades!

Virgo: Sé flexible.

Libra: Sí, o no.

Escorpio: ¡Mosca!

Sagitario: ¡Cálmate!

Capricornio: Deje así.

Acuario: Toma agua.

Piscis: Chao pesca’o.

NOTA: Si les parece muy genérico, ¿por qué no se quejan del de Adriana Azzi?
OTRA NOTA: Por cosas del destino, quisimos representar el signo “LEO”, y sólo conseguimos esa imagen, en serio, de verdad…

lunes, enero 11, 2010

BREVERÓSCOPO (ENERO)






Aries: Parece que lo de los cuernos esta semana no solo será con Tauro y Capricornio.

Tauro: Mejor que te vean desde la barrera.

Géminis: Cuídate de alguien cercano a ti con misma cara y mismos gestos, pudiera estar imitándote.

Cáncer: Te evita todo el mundo, lo siento por ti.

Leo: Nadie te cree lo de la fobia a los gatos, ¿crees que somos imbéciles?

Virgo: Es tu destino, créeme. A la final, todo rompe por lo más delgado.

Libra: La balanza se inclina hacia este lado, no, hacia el otro, no, hacia... olvídalo.

Escorpio: Que tienes una cola venenosa dicen, no creas que es un cumplido.

Sagitario: Solicitaran tus servicios en Narnia, ve pronto.

Capricornio: Cuando veas los cuernos de Tauro muy grandes, pon los tuyos en un sacapuntas.

Acuario: Deja ya ese complejo de pecera, suelta el piscis que hay en ti.

Piscis: Ay pececito, menos mal que tienes dos ojos en lugar de uno, te confundirían…