viernes, diciembre 07, 2007

Encuentro con Fedosy Santaella

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El niño de la charla
Encuentro con Fedosy Santaella


El martes 11 de diciembre a las 8:00 de la noche Santa Palabra abre sus puertas para recibir a Fedosy Santaella, quien estará conversando con los asistentes a esta cita sobre su experiencia como escritor y sus diferentes motivaciones. La entrada a este encuentro denominado El niño de la charla es libre.

Sea visto como arte, oficio o profesión, escribir es algo que está ligado a la vida misma, desde nuestros primeros años hasta la cotidianidad actual, y es precisamente sobre esas diferentes motivaciones que tratará El niño de la charla. "Es sobre la vida y la escritura. Sobre lo que motiva a escribir desde los más profundos recuerdos de la infancia, desde el tiempo sagrado, ritual y confuso de la niñez y la juventud, desde nuestras circunstancias".

Para este encuentro, Santaella ha preparado un texto "sobre el bien y el mal, sobre frustraciones y alegrías que nos conforman como escritores" que compartirá con los asistentes y a partir de allí comenzará la interacción respondiendo a cualquier interrogante que surja. La actividad, pautada para el martes 11 de diciembre a las 8:00 de la noche, está dirigida a todo aquel que esté interesado en la literatura y en las fuentes primarias de la escritura; la entrada es libre.

Fedosy Santaella es Licenciado en Letras por la Universidad Central de Venezuela, se desempeña en el área creativa audiovisual y es profesor en el ICREA y en la UCAB. Autor de los libros Cuentos de cabecera, El elefante (Premio Certamen Mayor de las Artes y las Letras), Postales sub sole (Premio Único en la mención narrativa de la Bienal José Rafael Pocaterra) y Piedras lunares (Mención de honor en la Bienal José Antonio Ramos Sucre); recientemente publicó con Ediciones B Rocanegras, su primera novela. Es editor de la blog-revista temática Los hermanos Chang ( www.hermanochang.blogspot.com) y lleva un blog literario personal: Caja Virtual (www.fedosysantaella.blogspot.com ).

Santa Palabra es un centro de actividades literarias especialmente concebido para fomentar la expresión escrita y el intercambio cultural sin ningún tipo de inhibiciones. Además de la temporada regular de cursos, su oferta incluye seminarios intensivos, talleres sabatinos y Club de Lectura. Sin embargo, no se limitan a lo académico y sus espacios también sirven como punto de encuentro para quienes deseen disfrutar de recitales, entrevistas en vivo, encuentros con autores, lecturas dramatizadas y tertulias.

El niño de la charla – Encuentro con Fedosy Santaella
Fecha: martes 11 de diciembre a las 8:00 pm.
Lugar: Av. Trieste con Av. Madrid, La California Sur (dentro de los espacios de Roberto Mata Taller de Fotografía).
Entrada libre

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martes, diciembre 04, 2007

Felipe toma el control (?)

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Felipe llega a su casa con una sonrisa de triunfo dibujada en su cara. Felipa su mujer, con rostro y mirada de inquisidor, le interpela:

-Dos preguntas, una: ¿a qué se debe la cara de idiota?, dos: ¿qué diablos traes en esa caja?

-Para evitar caer en una disputa innecesaria, voy a hacer caso omiso a tu primera pregunta. En cuanto a la segunda pues, déjeme decirle, mi enrulada dama, que tendrá que esperar hasta el debido momento para conocer el contenido de esta caja.

La cena transcurrió en medio de un silencio expectante. La rutina se siguió con el acostumbrado rigor. Después de comer, los platos fueron lavados, el alimento para el gato fue servido, la jaula del perico fue cubierta, puertas y ventanas aseguradas. El cepillo dental hizo su trabajo, los friolentos y empijamados cuerpos se envolvieron con sendas cobijas y, la embadurnada y aceitosa cara de Felipa, volvió a encontrarse con la entusiasta sonrisa de su marido.

-Hoy no nos toca, es jueves.

-Querías saber, qué traía en la caja, ¿no?

-Ah, sí. Ya lo había olvidado.

-Pues, aquí está.

Felipe desenfundó con fuerza un control remoto universal. Grande, plateado, con muchos botones…

-¿Y se puede saber para qué rayos compraste otro si ya tenemos el que vino con el televisor?

-En vista de que nunca lo sueltas, he decidido tener el mío propio. Es decir, que ahora puedo seleccionar lo que yo quiera, no lo que me impongan.

-¡Imbécil! Es un solo televisor y, de seguro atenderá a ambos controles a la vez, lo que ocasionará un desbarajuste al momento de querer observar nuestros programas favoritos.

-¿Nuestros?, ¿nuestros? ¿Quién te dijo que a mi me gustaban esas series folletinescas que tu ves? No querida Felipa, basta de arreglos florales y recetas de cocina. Hasta aquí, los programas de restauración de cuerpos y casas. No más novelas ni concursos de gorditas y viejitos bailando. Se acabó.

-¡Qué iluso eres Felipe!- Se burló Felipa.

-Eso lo veremos- Contestó Felipe.

Felipa empuñó su control y Felipe hizo lo propio. Ambos se despegaron del colchón hasta el punto de levitar y posicionarse encima del espaldar de la cama. Un haz de luz azul salió del control remoto de Felipe y, uno rojo emergió del de Felipa. Un feroz duelo se desató en cuestión de segundos. Los cuerpos giraban, se doblaban y rebotaban por toda la habitación. Los sables lumínicos chocaban y expelían luces incandescentes. El sonido que emitían daba cuenta de lo encarnizada que resultaba la lucha.

-Chazzzzzz, shsssssssss, sssswaaaasssss

-sswuuuuussssss, xxxxsssssssss, psssssssss

-“Meeee guuuussssta la gasooliiiiina, dame más gasoliiiiiiinaaaaaa…”-, disculpen, ese fue mi celular. “Jelou”, no, aquí no vive ninguna Jennifer Lopez, ya quisiera, no por nada, buenas noches. Disculpen nuevamente.

-Guuuuzzzzzzz, squisssssssss…

La contienda seguía y, un casi victorioso Felipe hacía recapitular a su contrincante. Y decimos “casi”, porque una voz grave que sonaba como a respiración forzada le obligó a detenerse.

-Si me vences, juro que por mucho tiempo, no volverás a adentrarte en mi “lado oscuro”.

-¡DEMONIOS!

Y esa noche, Felipe volvió a “disfrutar” de “Dr. 90210” y “Extreme Makeover”.



Nota al margen: “Se vende control remoto universal. Poco uso, casi nuevo, en su caja y… que la fuerza los acompañe”

lunes, diciembre 03, 2007

martes, noviembre 27, 2007

Ping-Blogger-Pong

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En medio de la vorágine y la convulsión. La diatriba y el combate; tres jóvenes cerebros se unen y apuestan a la creatividad, al frescor de las nuevas propuestas. Cada uno desde su trinchera y sin abandonar la difícil tarea de subsistir en un país de locos, este carismático trío nos trae un interesante juego (o quizás, una fechoría):

El Ping-Blogger-Pong

Según sus propias palabras, se trata de un “blog que entrevista a blogueros, escudriña en sus profundas personalidades a través de preguntas y respuestas simples. Se vale de la curiosidad de sus creadores y de la paciencia de los entrevistados para llevarle a usted lo mejor del mundo blogger.”

Señoras y señores, desde esta humilde tribuna y, sin ánimos de arrogarnos la facultad de juzgar, le invitamos a que sea usted quien dictamine, si estos muchachos están incurriendo en un crimen de lesa humanidad o, si por el contrario, simplemente andan en la búsqueda de “pobres incautos” para satisfacer sus más “curiosos instintos”.

Los victimarios: La dulce Isa, la observadora Nelke y el crítico Eduardo.
El crimen: Ping-Blogger-Pong
La victima: Usted (si se deja, o se atreve…)

Sea usted el juez:

http://www.ping-blogger-pong.blogspot.com/

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miércoles, noviembre 21, 2007

Cómo te explico...

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Llego a la urbanización y me estaciono en la calle, le pregunto a una lechuza que estaba posada en la rama de un árbol, si en ese lugar remolcaban automóviles. La lechuza se pone su toga, su birrete, saca una tiza, un pizarrón, y comienza a explicar el reglamento de tránsito terrestre; luego concluye en que si la acera no está pintada de amarillo, ningún fiscal tiene que venir a estar remolcando nada, “eso debería saberlo”, y yo, “gracias, muy amable”. Después de atender mis “asuntos” y regresar al carro, noté que la lechuza aún continuaba en el mismo sitio, “usted debería saber, que vivimos en el país bizarro”, le comenté, “por qué lo dice”, preguntó. Le expliqué que en este país, hay que preguntar antes de hacer cualquier cosa: Los ladrones persiguen policías, criminales son erigidos como héroes, inquilinos sacan a propietarios, estudiantes idolatran a las autoridades, sindicatos apoyan a sus patronos, políticos bien trajeados mandan a andar desnudos, atiborrados de whisky caro gritan a los cuatros vientos que beber es dañino, montados en una camioneta blindada dicen que ser rico es malo. Gobernantes piden a empresarios invertir pero no se reúnen con ellos, pensar distinto es pecado y no estar de acuerdo es terrorismo. A algunos estudiantes los confunden con monjes budistas y por eso la emprenden a palos contra ellos (es que en la actualidad, la creencia de que al golpear a un monje budista automáticamente generabas “mal karma”, ha desaparecido). La gente se contenta con hacer una cola y esperar de pie unas cuatro o seis horas por una porción de alimentos, los victimarios llaman “violentos” a sus víctimas y, quienes saben que “la cosa” está mal, aseguran que todo va bien. La lechuza alzó el vuelo y desde lo alto gritó, “me voy de aquí, no vaya a ser que me confundan con un pollo”, y yo, “se lo digo, aquí todo es al revés”.
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viernes, noviembre 16, 2007

ANIVERSARIO

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I

Envuelta en un remolino y lanzando manotazos y gruñidos, Clementina abrió de golpe la puerta del cuarto de baño y entró de improviso, interrumpiendo así el momento de relax y concentración de Tomasito.

-¡No me la calo más! Te agradezco Tomasito que este año, hagamos algo distinto.

-No sé a qué diantres te refieres, pero esta bien…

-Estoy hablando en serio, y lo menos que espero es una respuesta como esa.

-Dame unos segundos, pero por favor sal y cierra la puerta.

-Ya comenzaste a evadirme.

-No tesoro, lo que quiero es terminar con lo que estaba haciendo antes de que me interrumpieras.

-¡Apúrate!

Clementina salió del recinto igual a como entró. Tomasito respiró hondo, puso mala cara y, acto seguido, roció ambientador en todo el baño. Luego de ejecutar toda una secuencia de pasos que le permitieron alistarse para salir de la pequeña sala, Tomasito enrolló la revista y se la colocó bajo el brazo, pasó su mano derecha por la cabeza, volvió a suspirar con profundidad y, salió al encuentro de su iracunda esposa.

-A ver Clementina, de qué se trata esta vez.

-Tomasito, este año cumplimos treinta y cinco de casados. Cuarenta años juntos, contando los cinco de noviazgo.

-Sí, el quince…

-El dieciséis, idiota.

-Por eso digo, el dieciséis de este mes.

-El mes que viene, imbécil.

-Claro, claro, lo sé, sólo estoy bromeando contigo tontita.

-Sí, seguro, por eso es que el sempiterno ramo de flores me llega siempre un día antes o un día después, porque eres un guasón empedernido, ¿verdad?

-Y tú siempre pensando que es porque se me olvida, jejeje…

-Bueno Tomasito, el punto es que en esta oportunidad, no quiero al quinteto de mamarrachos vestidos de mariachi, ni al ridículo de tu tío cantando “Si nos dejan”, una y otra vez, para terminar después con su pésima imitación de Juan Gabriel.

-Pero a tu mamá le gusta.
-¡Cállate!, déjame hablar. Tampoco quiero comida china, hasta cuándo seguiremos celebrando nuestro aniversario cenando en casa con toda la familia, comida china.

-Pero si siempre la mando a preparar especialmente para la ocasión.

-No sé qué tiene de especial comer, chop suey, arroz frito, costillitas y lumpias. Además, eso es lo que almorzamos casi todos los domingos.

-Bueno mi “puchurra”, pero te aseguro que el del aniversario, es especial.

-La cuestión es que no quiero lo mismo de todos los años, ¿tú me entiendes?, estoy harta. Fiesta en la casa con toda la familia, un montón de borrachos, el acervo fotográfico de vieja data, los mismos chismes y cuentos de nuestra boda, mi mamá y la tuya esperando a que digamos cuál torta quedó mejor. ¡No mi amor!, ya está bueno.

-Y entonces, ¿qué propones? Si quieres, este año lo celebramos en casa de tu hermana. En su patio podemos hacer una parrillita.

-¡Coño Tomás! Es que no entiendes que al menos por una vez en la vida, quisiera que lo celebráramos, tú y yo solos.

-Pero Clementina, eso es demasiado arroz chino para nosotros nada mas ¿Y el mariachi de Jairo Bonilla?, ¿no se aburrirán cantándole a dos pelagatos? ¿Para dónde mandamos a los muchachos?

-No, quiero, arroz, chino. No, quiero, mariachis. No, quiero, pasarlo, en, la, casa.

-O sea que no quieres celebración. ¡Qué belleza! Lo dejamos pasar entonces. Después no digas, Clementina. No quiero quejas. Es tú decisión.

-Tomás. No comprendes, no me escuchas, te dije que quiero que festejemos tu y yo solitos. Que nos vayamos por allí, sin la familia, sin los muchachos que ya bien creciditos que están. Sin nietos, sin hermanos ni hermanas, sin las tortas de las viejas.
Vámonos de viaje Tomasito, nunca hemos salido solos. Hasta para el cine nos vamos acompañados ¿Recuerdas cuándo fue la última vez que fuimos a la playa solos?

-Eeeh, creo que… ¿no fue cuando…? ¿Y la vez que…?

-¡Te fijas Tomás!, cuándo, ¿ah?

-Esta bien Clementina. Eso será lo que haremos en esta oportunidad. Nos vamos ese fin de semana para la playa. Tú y yo solos. Voy a hablar con el compadre Gualberto para decirle que le vamos a llegar por allá, y que nos prepare una habitación. Compramos carne unas cervecitas y, hacemos una parrilla, así aprovechamos de hablar con la comadre y el ahijado que hace ya bastante rato que no los vemos.

-Tomasito, Tomasito, Tomasito de mi vida. ¡Solos! Celebrar solos, ¿recuerdas?

-Okey, okey. Déjame ver que consigo entonces.

-Gracias Tomás, sabía que al final entenderías.

II

Tomás tardó una semana en conseguir alojamiento en un modesto hotel cercano a la ciudad; con TV, agua caliente, ventilador, sábanas limpias y a pocos metros de la playa. Él pensaba que no hacía falta más; Clementina tenía sus opiniones, pero se conformaba, total, ya era suficiente avance.

-¡Mira Clement!, se ve el canal de deportes.

-Tomasito, cámbiate ya y vámonos a la playa.

-Pero, así nomás ¿Y no vas a preparar algunos bocadillos? Compremos unas cervecitas. Vamos a llamar al compadre para ver si…

-¡TOMAS ANASTASIO!

-Era una broma queridita. Los dos solos y, que nos atiendan en la playa, allá veremos, tú no hagas nada, disfrutemos nuestro fin de semana aniversario.

-Vamos, agarra el bolso y las revistas.

La pareja salió del hotel bien temprano. Tomasito adelante y, Clementina más atrás, hasta que apuró el paso y tomó a su marido de la mano. El hombre se le quedó mirando por unos instantes, con extrañeza.

-Hacía bastante tiempo que no andábamos así, tomaditos de la mano. Tomasito, ¿tú me quieres?

-¡Coño!

-¿Qué te pasa?

-Nada, me tragué el chicle.

-¡Ay, Tomás!

-Apúrate mujer, vamos a ver si conseguimos unas empanaditas.

Al llegar a la playa e instalarse, la dama procedió a desvestirse lentamente; quería impresionar a su marido con el traje de baño diminuto que se había comprado. Tomasito ya se estaba tomando la primera cerveza cuando de repente, la posibilidad de sufrir un ataque cardíaco se hizo más que factible, casi inminente. No podía creer lo que veía.

-¡Mujer, estás casi en cueros! Mira nada más ¡Qué dirá tu hija!

-Lo compré estando con ella. Fue la que insistió. Dijo que me quedaba bellísimo.

-¿Y tu hijo lo vio?

-Sí, y dijo que al fin me había actualizado.

-¡Traidor!

-¿Cómo?

-Nada

Clementina hizo de todo para llamar la atención de su marido, pero nada lo sacaba de aquel cubículo invisible que creo a su alrededor y en donde sólo había cabida para el periódico, el pequeño aparato rectangular que le regalaron sus hijos para que grabara música y la escuchara a través de un cablecito que conectaba a su oreja –aunque él nunca aprendió a “bajarse” esa música, así que se conformaba con utilizar la opción del radio FM que “gracias a Dios” tenía incluida-, y su inseparable frasco azul de cerveza “Ligth”.

-Esta lindo el día, ¿verdad? Qué bonito el mar ¿Me pones un poquito de bloqueador en la espalda? Uff, qué calor ¿De verdad no te gusta el traje de baño?

-Umjú, ah, mmmh, ajá, eeeh…

El impacto inicial duró poco. Ante la posterior indiferencia, la mujer optó por sacar los lentes para sol, su “Vanidades”, una botellita de agua mineral con sabor a rosa de jamaica, y construir también su propio cubículo.

Así transcurrió la mañana. Hasta que llegaron unas jóvenes entusiastas y desenvueltas, con poca tela encima y promocionando unos bronceadores.

-¡Qué pasó Tomasito! Deja la ridiculez y para ya de contener la respiración que igual se te ve la panza. ¿Qué miras?

-Nada mujer, es que me pareció ver un cangrejo grandote. Ahí mira, míralo, míralo, míralo…

-Como un cangrejo vas a quedar. Caminando de lado, después del trancazo que te voy a asestar en la cabeza. ¡Mira mija! Trae acá un potecito de esos, para que mi ESPOSO me aplique el líquido en todo el cuerpo.

-¡Coño! ¿Y yo qué hice?

Después del incidente con la promoción de bronceadores, Tomasito no quiso regresar a la abstracción; ya se había tomado unas cuatro cervecitas así que le salió a relucir lo conversador. Ahora era Clementina quien no quería apartar la revista; los artículos que estaba leyendo, eran sumamente interesantes y educativos: “Desquicie a su marido en la noche de bodas o aniversario (Diez pasos y luego… el Nirvana)” “Comience el día despertándole los sentidos a su hombre, uno a uno”

-Mira Clement, aquel tipo se lo mojó y se lo puso en la boca al otro.

-¿QUÉ?

-El tequeño. Lo metió en la salsa y después…

-¿Y a ti qué te importa eso?

-Mira Clement, los agarran con servilleta, ¡ay, pana!

-Anda y búscame otra botellita de agua mineral. Haz algo más útil, por favor.

-“Okay”, ya vengo. No te vayas y, cuídame lo mío.

Clementina pensó: “esta vez tiene que ser diferente, quiero que se vuelva un tigre, y no por los ronquidos, sino por otra cosa…”, y acto seguido, procedió a poner en práctica las recién adquiridas tácticas de seducción. Cuando Tomasito llegó, ella yacía postrada cuan largo era sobre la toalla que había tendido en la arena.

-Ven aquí corazón. Échate a mi lado, grrrrrrrrr…

Era la segunda vez en el día que Tomasito le lanzaba a su mujer aquella mirada de perplejidad y desconfianza. Sin embargo le hizo caso, y como en “aquellos tiempos”, la pareja se encontraba cercana (¿?), intima (¿?), cómplice (¿?).

La escena se vio abruptamente interrumpida por el brinco que dio Tomasito, después de que su mujer le acariciara el oído con su lengua.

-¡Clement!, ¿qué haces mujer? Me dio como un escalofrío.

Luego de otras “travesuras”, Clementina logró que se fuesen a bañar juntos. En el agua, las “diabluras” continuaron. Tomasito estaba nervioso y miraba para todos lados, como si el resto de la gente estuviese pendiente de lo que hacían. Su mujer le decía que se relajara, pero definitivamente, él había perdido la costumbre. La mujer se aburrió y dándose por vencida, decidió que ya era hora de ir a comer. El hombre, sintiéndose aliviado, salió rápidamente para tomarse un par de cervezas, una tras otra casi sin respirar.

Conversaron mucho durante la comida, tomaron una botella de vino blanco y, entre cada descuido de Clementina, una cerveza dizque para refrescar.

III

Tomasito, recostado en la cama se puso a ver las noticias. Cuando Clementina fue a darse un baño, él aprovechó para ir a comprar más cerveza.

-¿Tomasito, por qué no me respondes? ¿Te quedaste dormido? Ven para que me enjabones la espalda.

Entrando a hurtadillas y sin hacer ruido, el hombre abrió las cervezas y una a una las fue vaciando en su organismo. Lo que quería era ponerse “sabrosito”, como decía él. Pero no llevó bien la cuenta así que, la ingesta alcohólica comenzó a hacer estragos y a modificar su conducta. “¡Epa, Morticia!”, le gritó a su esposa cuando la vio salir del baño, ataviada con un negligé negro. “Ahora sí que te voy a dar lo tuyo, mamacita”, continuó vociferando. “Ve pidiendo una silla de ruedas que mañana no vas a poder caminar”. Clementina se llevaba las manos a la cabeza y dejaba que corrieran luego por su rostro, eliminando todo rastro del sencillo pero sensual maquillaje que se había procurado.

Después de media hora de frases soeces e imprudentes comentarios, Tomasito se quedó dormido y, Clementina agradeció que así fuera. Luego tomó el control remoto del televisor y agradeció por ello también. “Ni noticias ni deportes. Una película romántica quizás”, se decía mientras paseaba por las distintas opciones de canales. Antes de quedarse dormida, sacó una pequeña libreta de su bolso y anotó: “Al menos tengo un año para decidir si el próximo aniversario, lo paso entre comida china y mariachis, o, me anoto en un Crucero para solteros”.



martes, noviembre 13, 2007

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Y qué tal si además, hubiese condimentado la frase con un…
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“¡Gilipollas!”
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jueves, noviembre 01, 2007

Chaparrón Bonaparte

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La foto es de TELEVISA

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Beto me contaba con emoción lo que le había escuchado declarar a su jefe. Después afirmaba con orgullo: “Es que el tipo está fuera de serie”.

Te imaginas – me decía Beto -, el hombre va a investigar la muerte de un famoso personaje, la cual data de hace unos 176 años atrás, y es que él cree que fue un asesinato, parece que hasta pruebas tiene.

¡Vaya, qué cosa! - No hallé mejor repuesta y, para tratar de cambiar la conversación le pregunté: ¿Y el tipo como que anda engripado?

¡No qué va! Lo que pasa es que, fíjate, te voy a responder con lo dicho por él mismo y que de paso me parece gravísimo, una cosa atroz. Los vientos del norte, trajeron una nube negra, al parecer compuesta por elementos químicos y lo atacó sin conmiseración alguna, pero ojo, el se defendió y lo único que le quedó fue esa tosesita maluca.

¡Ah! Ya veo – de verdad que sólo encontraba expresiones de éste tipo para responderle a mi amigo Beto.

El tipo está fuera de serie – repetía Beto, imprimiéndole ahora un poco más de emoción.

Yo mientras tanto pensaba, que el jefe de Beto en realidad no estaba “fuera” de serie, sino “dentro” de ellas. El hombre convertido en todo un “C.S.I”, iba a desempolvar y resolver un “Cold Case” y de paso, enfrentaba nubes negras asesinas al mejor estilo de “LOST”. Y esto parece que lo hace durante las “24” horas del día, todos los días.

Por alguna razón, recordé aquellos personajes de Roberto Gómez Bolaños (Chespirito), Chaparrón Bonaparte y Lucas Tañeda.

-Lucas
-Dígame Licenciado
-Licenciado
-Gracias
-La gente dice que tú y yo estamos locos, Lucas
-No les hagas caso Chaparrón

miércoles, octubre 31, 2007

RASGADODEBOCA NRO. 6

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Rasgadodeboca numero 6 ya está aquí.Con la firme idea de “Nunca darle la espalda al vacío”, salimos con mas fuerza que nuca a estas calles virtuales llenas de espinas… sabemos con exactitud, que allá afuera “La ciudad tiene afilados colmillos. Pero:

¿Quién dijo miedo?

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http://www.rasgadodeboca.blogspot.com/

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RASGADODEBOCA

"Un ANTICATALOGO de ideas en torno al arte NO convencional…
Una apertura de boca en sentido horizontal. Porque un poco de locura no hace nunca daño."

Carlos Zerpa

lunes, octubre 15, 2007

CONSULTORIO DE LOS HERMANOS CHANG

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Venga, pase, déjese auscultar; sin verguenza. Permita que le midan la temperatura y después, si quiere, comente; a ver cómo le fue...
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lunes, octubre 01, 2007



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El peor aliado:

Miedo

La peor decisión:

Abandonar

El mejor consejo:

Gózatelo

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"Cuando seamos conscientes del gran poder que tenemos para sabotearnos a nosotros mismos, hasta ese día seguiremos haciéndolo…"

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miércoles, septiembre 19, 2007

Agencia de Viajes "Hermanos Chang"




Cuando la vida está tan cara
y muy precaria la situación,
hay que pensar de manera clara
sobre qué hacer en vacación.

Ya sé que no tengo dinero
así que ni pensar en el Sahara,
asegurar el mercadito es lo primero
cuando la vida está tan cara.

Nueva York, no es que no me importe
simplemente no me hago ilusión,
está difícil hasta lo del pasaporte
y muy precaria la situación.

Queda muy lejos Kuala Lumpur,
ni que el metro me llevara,
mejor ni sueño con Singapur
hay que pensar de manera clara.

Voy a ir a una agencia de viajes
pero antes meditaré aquí en el balcón,
sentado encima de maletas y equipajes,
sobre qué hacer en vacación.



Sirvan estos insulsos versos
para anunciar el nuevo negocio
de los peligrosos y perversos
artistas en disfrazar el ocio.

Los inefables y misteriosos chinos
ahora parecen estar dispuestos
a mandar a la Bahía de Cochinos
a quienes no defiendan sus puestos.

Así que amén, así sea
que los manden al mismísimo Hades
y si no lo cree, pues entre pa’ que vea
a su flamante Agencia de Viajes.

Y como me dijo un muchacho
que mi respeto merece:
¡Espíritu de Graterolacho!
Sal de ese cuerpo que no te pertenece.
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martes, septiembre 18, 2007

El Uniforme

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.-Señora Mercedes, tiene que ponerse el uniforme.

-Pero de cuándo acá mijo, ni que estuviera en la escuela.

-Es que se trata de una nueva disposición doña Mercedita.

-Ya yo estoy muy vieja para eso, déjate de zoquetadas.

-Señora Mercedes, tiene que ponérselo, esa orden viene de arriba.

-Ni que me lo pida el mismísimo hijo de la...

-Señora Mercedes, cuidadito con lo que dice.

-Iba a decir, hijo de la Santísima Trinidad.

-Y con lo religiosa que es usted. Bueno, en fin, aquí tiene el uniforme, póngaselo por favor. Qué quiere, que me multen.

-Me sabe a bo...

-Doña Mercedes, por favor.

-Iba a decir, a borra de café.

-Ah.

-Mire mijito, y quién inventó eso.

-Es un nuevo reglamento. Ahora hay que proveerles de uniformes. Bueno, fíjese que hasta se les habilitó un comedor, y pronto se le reducirá el horario.

-¡Cómo es la cosa! O sea que voy a ganar menos, porque mientras menos trabajo...

-No señora Mercedes, ahí vemos como cuadramos eso, quédese tranquila, pero lo que si le voy a pedir es que por favor, se ponga el uniforme.

-Pero por qué me quieren obligar, Santo Dios, Cristo Bendito y Virgen Pura.

-Ya le dije que no es cosa mía. Eso viene de arriba, y usted sabe que lo que dicen o inventan, es ley y hay que cumplirla. Pero mire, todas las semanas se los vamos a estar cambiando. Siempre será uno distinto.

-Tengo cincuenta y cinco años ejerciendo esta profesión, y siempre lo he hecho de la misma manera y método.

-Más a mi favor señora Meche. Se trata también de ofrecerle variedad al cliente. Muchas veces son ellos quienes lo piden.

-La verdad es que a mi me han pedido muchísimas cosas raras, pero nunca que me ponga un uniforme. La cosa siempre ha sido así, al natural.

-Buenos señora Mercedes, pero las cosas cambian. Y no se hable más. Vaya a su habitación y se pone este uniforme de enfermera, rapidito que ya están por llegar los clientes.

-Qué ocurrencia Santo Cristo, qué ocurrencia.

-Vaya mi doña, vaya. Y acostúmbrese, mire que la semana que viene le toca el de bombera.

-Y la manguera te la iré a meter por el...

-Ya señora Mercedes, cálmese. ¡Caramba! Gracias a Dios que esta señora ya está por jubilarse.

-¡Qué estás diciendo tú allí!

-Nada señora Mercedes, que no olvide lubricarse.

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martes, septiembre 11, 2007

Flojazo y los Cestatickets


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Flojazo se desplazaba a toda velocidad, volando por los aires montado en su indestructible tabla de surf cósmica plateada. En una mano llevaba un talonario de cestatickets y en la otra, una lista de productos.

Dos cuadras antes de llegar al supermercado y mientras la luz del semáforo estaba en rojo, revisó nuevamente la lista de productos. Justo en ese preciso instante, cayó en cuenta de que nuevamente su hija, lo había manipulado a su antojo.

“¡Chanfle!, otra vez. Ya le había dicho que agarrara sus benditos cestatickets y fuese ella misma a comprar sus vainas...”, se decía en voz alta a sí mismo. “Papi, que no se te olvide el cereal y las toallitas sanitarias”, releyó, también en voz alta.

“Hasta cuándo. Pero es la última vez. Juro por Zeus y la tía barbuda, que será la última vez que me mande a comprar algo. Habráse visto semejante insolencia. La pequeña lobata, mandando al gran macho alfa. Y con los cestatickets, ella sabe que no los uso, que no me gustan, que odio las colas que se forman de gente pagando con cestatickets, que siempre termino pagando con mis reales. La última. No, qué última, ya verán lo que voy a hacer... ”, continuaba refunfuñando.

La luz cambió a verde y cuando Flojazo estuvo a punto de dar la vuelta en “U” para regresarse a su casa, un repentino pensamiento cruzó por su cabeza haciendo que le cambiara el semblante.

“Qué tal si esta vez, soy yo el que forma la cola en el supermercado”

Flojazo cambió de parecer y prosiguió su camino. Cumpliría con la encomienda, pero esta vez, sacaría partido de la situación.

“Voy a utilizar los cestatickets. Buscaré al imberbe de la caja seis, el macilento. Le entregaré los tickets, uno a uno. Los voy a despegar poco a poco, con sumo cuidado. Sumaré, restaré y multiplicaré varias veces y cuando vea que la gente comienza a sudar, dejaré caer lo tickets al suelo. Los levantaré y limpiaré con parcimonia y dedicación. De manera ramplona mojaré mi dedo pulgar con saliva y, empezaré o a contar de nuevo, uno a uno. La venganza señores, la venganza del “Cestatickero enmascarado”, muuuaaajajajajajajaja...”

Esas y muchas otras cosas pensaba Flojazo mientras urdía su plan. Tanto fue el tiempo invertido en la preparación de su vendetta, que al llegar a las puertas del supermercado, el mismo papanatas de la caja seis, era quien bajaba la santamaría y le indicaba que por hoy ya estaba bueno, suficiente, mucho cliente, mucho trabajo, había que descansar, hasta mañana...

Indignación e impotencia era lo que brotaba de sus poros. Flojazo sentía como en sus antebrazos, comenzaban a deslizarse las garras retráctiles de adamantium, prestas a salir y destrozar cualquier cosa. Pero se contuvo, esta vez no.

El teléfono celular sonó, “papi, no te olvides de...”

Abordando su tabla, salió en busca de otro sitio donde poder descargar su ira, ejecutando su plan, pero ahora, con más saña. Finalmente consiguió el lugar, un pequeño comercio de esos regentado por Lusitanos.

“El Heraldo, ha llegado”

No había mucha gente, pero sí la suficiente para generar una incomoda y exasperante situación. Se bajó y, antes de traspasar los límites de la caja registradora, el “Portu”, percatándose de lo que llevaba en la mano, le advirtió:

“Nou, aquei nou aceitamus ceistatickeissh”

Domingo en la tarde. Escasos veinte minutos para que comenzara “El Cadáver de la Novia”. No había tiempo. Era Tim Burton, o uno de estos supermercado “Xpress”. Era llevar el cereal, las toallitas sanitarias y el resto de las cosas, o dejarlo así y aguantarse el chaparrón de la matriarca, “nunca le puedes hacer un pequeño favor a la niña, y eso que es tu hija, ay sí, ¿no y que la quieres mucho?, ¿que das la vida por ella?, ¿entonces?, ¿qué haces ahí parado sin nada mejor que hacer?, qué película ni qué nada, ya es la tercera vez, ¿te la estás aprendiendo para un examen?, hasta cuándo viendo muñequitos ¡Madura!...”

Por enésima vez, Flojazo juró que sería la última...
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viernes, septiembre 07, 2007

Estudio escatológico

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Gracias a Paulo Coelho, Maytte, Alfonso León y Carlos Fraga, he aprendido que son muchas las cosas sobre las que podemos ejercer un control total. Ahora bien, después de un análisis profundo, crítico y escatológico; me percaté de una acción sobre la cual, el poder que tenemos para modificarla, influenciarla o alterarla, a veces pasa desapercibido. Me refiero al atávico y ancestral arte de hacer “Número dos”.

En una oportunidad, escuché a un personaje tan soez como divertido, de esos que uno dice, “¡coño!, ese carajo sí es grosero nojoda, y vulgar el coño e’ madre, mejor ni lo escucho porque cada vez que lo hago, me cago de la risa”. El hombre en su espectáculo, hablaba de la costumbre que tenía el ser humano, de ir al baño, evacuar y luego de limpiarse, observar con detalle no sólo el papel higiénico ya usado, sino también el resultado de su acción.

Nunca me he atrevido a preguntárselo a nadie, pero la risa colectiva de aquel momento me hizo inferir que la cosa era cierta. Yo también me reí, y a partir de ese momento, me hice menos ignorante y más consciente de ese hecho. Esto me permitió realizar el análisis antes mencionado.

De seguro usted se ha dado cuenta de que en cada visita al baño, después de sentarse a leer el periódico, una revista, un libro, darse suaves golpes en las rodillas, hacer que se broten las venas ubicadas en el cuello, sudar un poco o simplemente llegar a conclusiones sorprendentes; lo que se deja depositado en la poceta, casi nunca tiene la misma forma, color o textura.

Pues sepa que en muchos casos, quien afecta, altera o modifica ese resultado, es usted mismo, mi querido amigo, mi querida amiga.

Tómese un par de vasos de jugo de remolacha, espere un tiempo y luego vaya al baño. Verá que el color del producto de su deposición, no es el acostumbrado. Haga la prueba tomándose ahora, media taza de leche de magnesia. Ya no tendrá que esperar mucho, vaya al baño, o mejor dicho, corra y, percátese de la textura ¿Verdad que no es la de siempre? ¿Qué me dice de la forma?.

Incluso podemos alterar la cantidad. Durante el día, en sus comidas, consuma sólo galletas de soda, lechuga, atún y tome solamente agua (no, nunca he estado en el Miss Venezuela, qué les pasa, yo soy un hombrecito), le puedo asegurar que al final, no será copioso el fruto. En cambio, aún recuerdo aquel glorioso día en que lo que más hice fue comer. De todo, sin remilgos, culpas, ni arrepentimiento. Juro que esa noche, después de un largo y agotador proceso, me sentí como la Gran Reina Madre Anaconda, luego de parir a su fornido y largo vástago. Hasta le tomé una foto. Claro, estaba orgulloso. Cada vez que mi esposa dice, “menos mal que ustedes los hombres, no paren”, me acuerdo de aquel día.

Abundan los ejemplos, créanme que he realizado muchas pruebas, y efectuado las respectivas observaciones. Por un tiempo estuve tomando un complejo vitamínico que además contenía altas dosis de hierro, eso me sirvió para inventarle un sobrenombre a mi amigo, el afrodescendiente Luís, le puse “Mojón negro”, en verdad que le quedó muy bien.

Por cierto, lucen muy “artísticos”, cuando uno ingiere granos enteros de maíz, caraotas, frijoles o petipua (no me refiero a los amigos afrodescendientes, sino al objeto de estudio).

Aún no he descubierto, por qué razón, a veces toman unas formas redondeadas y duras que dificultan su salida, llegando a veces hasta a hacer daño. Estoy por creer que se debe a una antigua maldición que en ocasiones utilizan mi esposa y mis cuñadas (cuando se juntan, hay que huir del “poder de tres”). Con la ceja levantada, mirada maquiavélica y voz grave, lanzan el conjuro: “Ojalá y te de una diarrea de mojones duros...”

¿Les ha sucedido que después de pasar largo rato en el váter, lo único que dejan allí, flotando íngrima y sola, no es más que una miserable pepita marrón? Que encima, se resiste a irse, por más que usted accione una y otra vez la palanca del inodoro. A esas, tampoco les he descubierto su razón de ser.

Como verán, todavía hay mucho camino por recorrer en este estudio, el cual no puedo asegurar que sea todo lo original que quisiera; algunas cosas he leído acerca del tema. Sin embargo, quiero acotar que mis esfuerzos se centran, no en lo que sale de nuestro interior, sino en la sensación que produce el poder influenciarlo y, hasta alterarlo a nuestro antojo. Hace un tiempo leí un reportaje acerca de una artista plástico que producía “obras de arte”, aplicándose un enema con pintura y, expulsando la misma hacia el lienzo. ¡Qué poderosa sensación! Imagino al mismo artista, comiendo arcilla y tomando pintura. ¿Será capaz de reproducir unos lindos jarroncitos?.

Espero haberles dejado algo positivo y de gran ayuda. No me queda más que invitarles a que prueben, experimenten, y si quieren, se animen a plasmar en este espacio sus propias experiencias. Gracias...
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martes, septiembre 04, 2007

El Sin Vesícula
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"Final Fantasy"

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Umjú, “Final de Fantasía”. Nada que ver con la película, es solo que todo esto en realidad parece ser parte de una fantasía. Me refiero a que: en qué lugar del mundo, alguien asume una postura, otro una distinta, se enfrentan, el resto se constituye en subgrupos, cada uno defendiendo sus intereses de manera individual. Encima, ninguno se pone de acuerdo, no llegan a nada, de manera que quienes salen ganando son los que “pescan en río revuelto”.

Este planteamiento no puede ser más que una fantasía. Sin embargo, pasa. Sí señores, pasa al menos en esta historia que finalmente, termina.

Un final de fantasía porque nadie se puso de acuerdo, y en consecuencia, cada quien resolvió hacerse un final a su medida. Por eso, mis queridos y pacientes lectores, es que esta historia, arrancada de la vida misma, verídica, que le pudo haber ocurrido a usted; o a usted que está sentado cómodamente en esa silla, leyendo y tratando de entender mientras se come una arepa frita con mantequilla, pernil y tocineta, e ingiere grandes cantidades de malteada de chocolate sin pensar en el daño que le está haciendo a su vesícula, no puede tener más que un desenlace fantasioso, irreal.

Todo gracias a un grupo de disociados que no logró nunca ponerse de acuerdo. Pero tranquilos, eso no pasa en la vida real (digo, lo de que nadie logre conciliar y, obviando intereses comunes, decida tomar su propio camino).

Este es el final, según el escritor:


Norberto despertó en la habitación número 13 de la clínica. Estaba adentro de la bañera, llena de agua fría y muchos cubos de hielo. Moría de frío y casi no podía moverse, pero con suma dificultad logró levantarse y salir de allí. Frente al espejo, notó que tenía una gran cicatriz por encima del ombligo. Con horror, leyó la nota que dejaron escrita sobre el mismo espejo, con lápiz labial: “Bienvenido al mundo de los Sinvesícula”.

Rosa Magenta y Flojazo, al ver aquello, salieron corriendo pensando que podían escapar por algún pasaje secreto. Bajaron al sótano y encendieron la luz, cuando llegaron a una extraña puerta, se produjo un apagón que duró escasos minutos. Al voltear, Rosa se percató de que Flojazo había sido ahorcado con un estetoscopio. Presa del pánico, abrió la extraña puerta, encontrando a “Sebastián” y a “Huckleberry”, convertidos en momias.

En un intento desesperado, Rosa subió las escaleras, corrió por un pasillo y llegó al cuarto de enfermeras, abrió la puerta y adentro, la estaba esperando una misteriosa mujer con aspecto sicótico y vestimenta gótica, “quiero beber tu sangre”; al oír esto, Rosa escapó esta vez hacia la cocina, en ella, la esperaba el portero enjuto con una máscara de jockey cubriendo su cara de preservativo usado y un gran machete en la mano. Con increíble destreza, Rosa huyó por la derecha, llegó a la sala de espera de la clínica, se topó con su hija Mefistófela, ésta la abrazó y sin miramientos, le clavó una daga en la espalda.

De la oscuridad, salió el Dr. Quénoche. Abrazó a Mefistófela y regresaron a la oscuridad.

FIN.


El final, según el narrador:


“Huckleberry” y “Sebastián”, luego de acabar con todo el inventario de alcohol isopropílico que había en la clínica, decidieron jugarle una broma al pobre Flojazo. En vista de que se encontraba dormido en una de las camas de la sala de emergencias, tomaron un buen lote de vendas y comenzaron a envolverlo, dejándolo convertido en un tampón gigante. Después, se fueron a la sala de recuperación. Norberto ya había sido operado de la vesícula; entonces, el par de “borrachines”, colocaron varios preservativos llenos de gel (del que utilizan para realizar los ecosonogramas) guindados en la pared y escribieron una nota bien grande que decía: “Norber, adivina cuál es tu vesícula, cabrón...”.

Rosa Magenta volvió a llamar a su hija Mefistófela, y ésta le contestó que aún no estaba lista (después de siete horas). Rosa le lanzó un ultimátum y la hija rechistó con otro, “Rosa, si dejas que me haga un tatuaje, estaré allí en menos de veinte minutos. Y si permites que además me ponga un piercing, llego en menos de quince”. Rosa respiró hondamente, realizó un movimiento que hizo sonar las vértebras de su espalda y le respondió, “te voy a dar un puntapié en el plexo sacrocoxígeo para ver si se te quitan todas esas pendejadas. Me haces el favor y te vienes ya. Y para la próxima, madre, dirígete a mi como, madre”, “Sí Rosa, lo que tú digas”.

El Dr. Quénoche, cansado de esperar porque comenzara “la acción”, tomó su motosierra, subió a la oficina del escritor y cerró la puerta con llave (ñaca, ñaca, ñaca).

FIN.


El final, según Rosa Magenta:


Finalmente, Norberto de Jesús Santos Umpierres Acosta Martínez y Calero, fue operado. ¿El resultado? Más que satisfactorio. No sólo le extirparon la vesícula, sino que le engraparon el estómago, le hicieron una liposucción, una lipoescultura, una abdominoplastia, una rinoplastia y una pequeña cirugía plástica. Ahora Norberto posee los mejores atributos de: Chayanne, Ricky Martín, Brad Pitt, George Cloney, Alejandro Fernández y David Beckham.

Pero hay más: ahora no ronca, no le gusta el alcohol, únicamente ve Casa Club TV, y lee Vanidades y Cosmopolitan porque según él, “quiere aprender a darme placer y hacerme feliz en diez lecciones”.

El Dr. Quénoche en realidad era el Dr. 90210 (Robert Ray), por eso le aplicó ese pequeño “refrescamiento” a mi adorado Norberto. A Mefis y a mí, nos hizo unas lindas “boobies”. He decidido enviar a mi hija a un certamen de belleza. En lo sucesivo pasará a llamarse Clara Cristhina, usará tacones y le gustará el color fucsia. ¡Ah! y siempre, siempre se referirá a mí como “madre”, qué linda es.

El escritor y el narrador, volvieron a ser amigos. Están preparando una nueva historia con Flojazo de protagonista. Contrataron al resto de los personajes y me parece que viajaran a Irak, Burkina Faso o Madagascar, no sé.

Norberto, mi hija y yo, regresaremos contentos y felices a casa, a recuperarnos y esperar por un nuevo contrato (pero esta vez, nada de sangre...).

FIN.


El final, según Mefistófela:


Al llegar a la clínica, la puerta principal estaba entreabierta. De pronto, comenzó a sonar la música de “System of a Down”, entré rápidamente, encontrándome con que todos se habían convertido en zombis. Me dirigí hasta el automóvil de flojazo y saqué dos envases llenos de gasolina y el encendedor eléctrico. Rocié todo el lugar y arrojé el encendedor. Un formidable incendio se produjo de inmediato, consumiendo todo el edificio y a quienes estaban adentro. No hubo sobrevivientes y finalmente, pude hacerme el tatuaje y colocarme el piercing que tanto anhelaba.

Dead, Blood and Rock... y nos vemos en el infierno.

FIN.


El final, según Flojazo:


La situación se tornaba peligrosa. Rosa Magenta había desaparecido. Estaba claro que el Dr. Quénoche y sus secuaces, no tenían buenas intenciones. La vida de su mejor amigo estaba en riesgo y, una dulce e inofensiva niña estaba por llegar a la clínica. “Demasiadas vidas que proteger”, pensó nuestro héroe, así que se dirigió a su automóvil y de la maleta, sacó una escopeta recortada, un par de pistolas automáticas, un Winchester con el cañón negro, la culata blanca y la recámara plateada, una ametralladora, varias “panelas” de C4 y detonadores, un puñal con sierra, sacacorchos, lima y exprimidor de limones que compró en la feria colombiana (venía con un limpia vidrios). Ya apertrechado, tomó su teléfono celular e hizo varias llamadas. El equipo de asalto había quedado conformado. “Sólo los mejores”, se dijo Flojazo a sí mismo.

En cuestión de minutos, un helicóptero aterrizó en el techo de la clínica. De él salió un escuadrón S.W.A.T bien equipado con armas y aparatos de sofisticada tecnología. Abajo, se estacionó una Hummer negra de donde bajaron Blade, The Punisher, Nikita, Tiro Loco McGraw y Pepe Trueno. Todos esperando la señal de Flojazo para irrumpir en el recinto y rescatar a sus amigos.

La batalla fue cruenta. Del sótano de la clínica, liberaron un ejercito de vampiros y hombres lobo. De la morgue salió un nutrido grupo de zombis. En la cocina, un contingente de cadáveres de pollos desplumados, tomaron cuchillos y tenedores y se alzaron en armas a la vez que gritaban “venganza”. En el equipo de los buenos, comenzaron a producirse bajas. El comando S.W.A.T. se estaba debilitando. Nikita, luego de descabezar a un zombi, se le acercó a Flojazo y le recomendó pedir refuerzos, no sin antes advertirle que llamara a cualquiera menos al Súper Agente 86, en la última misión todo fue un desastre por su culpa.

Flojazo sacó su lista de refuerzos y empezó a leer: Eva Longoria, Eva Méndez, Michell Rodríguez, Roselyn Sánchez...

Nikita le asestó un codazo en el costado izquierdo a Flojazo y éste entendió la indirecta, “ya sé, necesitamos a los pesos pesados”. Marcó varios números de su celular, al igual que la vez anterior, habló y después colgó, regresando a la batalla. De la sala de neonatos de la clínica, comenzó a salir un batallón de “Chuckys”. El equipo de los buenos empezó a retroceder, cuando a lo lejos:

“Doko ni dare kawa
Shiranai keredo
Daremo ga ninna
Shitte iru

Gekko kamen oji sawa
Seiji no mikata iihitoda...”

Sí señores, si la cantaron bien ya saben de quien se trata. El Capitán Centella, así es, y detrás de él, más unidades del escuadrón S.W.A.T. Los traseros de los malos volaban por lo aires. La victoria estaba asegurada. El Dr. Quénoche fue atrapado y el Capitán Centella no se sorprendió al confirmar que realmente se trataba del malvado Garra de Satán. Flojazo sacó del edificio a sus amigos y agradeció a todo el equipo por el esfuerzo realizado. Cuando finalmente llegó Mefistófela y Flojazo le contó lo sucedido, ésta exclamó, “más fiiiiinoooooooo...”


FIN.

El Dr. Quénoche quedó conforme con el final del escritor, además, ya había obtenido lo que quería, la vesícula de Norberto.

“Sebastián” y “Huckleberry”, ya de por si estaban contentos, con cualquier cosa, con lo que fuese. Al menos hasta que se les pasara la borrachera.

Este humilde servidor, considera que con su intromisión circunstancial y accidental, ya fue suficiente. Así que señores, esto final y oficialmente es el...


FIN.

martes, agosto 28, 2007

El Sin Vesícula

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Capítulo III

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"HOS TAL"

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Cuatro y treinta, madrugada fría y serena. El Ford Maverick blanco del 75 se estacionó en frente del edificio; la gran “M” roja pintada en el capó y el número “5” en cada puerta, no le permitía pasar desapercibido. Flojazo sacó su teléfono celular, marcó algunas teclas y seguidamente después del tono, se anunció, “el águila está en el nido”.

-¡Mira!, llegó tu loco, qué digo, tu amigote, Flojazo- exclamó con sorna, Rosa Magenta.

-Te dije que llamaras a un taxi, pero bueno, ya está aquí, de manera que vamos, andando, a la clínica pues- respondió Norberto de Jesús.

A pesar de la hora, Flojazo llevaba puestos unos lentes oscuros, un abrigo de cuero y guantes del mismo material. Rosa Magenta lo miró, como si lo estuviese pasando por un escáner. Norberto abrió el portón, luego la reja del edificio y salieron.

-¡Quiubo mano!

-Hola Norberto, cómo andas. Hola Rosa, siempre tan emperifollada, qué linda. Muchacho con suerte este Norberto, ¿no?

-Gracias Flojazo, yo muy bien, pero Norberto...

-Vamos Rosa, móntate. Pero, espera un momento, ¿Y el mimo?

-¿Cuál mimo?

-Tu hija, la cariblanca con ojos pintados.

-“Nuestra” hija, Norberto de Jesús. Se quedó, dijo que tenía mucho sueño y que iba a dormir un poco. La llamaré luego. Como a la una de la tarde para no despertarla tan temprano.

-Bueno Flojazo, vamos, rumbo a la clínica.

-Enseguida, volaremos más rápido que un chisme entre comadres...

-Eeeeesoooo, así, qué bien. Chistes machistas tan temprano.

-No volverá a pasar número uno...

-Aaaaayyyyy, me duele el dolor.

-Tranquilo número dos, ya nos vamos.

-“Número dos” es lo que voy a hacer ahora mismo si no te apuras.

El automóvil salió a la velocidad de una carreta tirada por borricos. Durante la travesía, Flojazo advertía acerca de la necesidad de utilizar el cinturón de seguridad, “hoy estoy más Fast and Furious que nunca...”

El trayecto de no más de dos kilómetros, fue completado en unos treinta minutos. A Rosa Magenta ya no le quedaban uñas y a Norberto, ni una gota de paciencia.

-Disculpen muchachos, pero la urgencia del caso demandaba el uso endemoniado de toda la potencia de mi veloz “máquina de carreras”.

-Rosa, déjalo así, no digas nada. Vamos a entrar, ya no aguanto el dolor- suplicaba Norberto.

Una vez dentro, la cosa se puso un tanto tétrica. De hecho, la madrugada se oscureció aún más y de repente, se desató una tormenta con rayos y truenos. El viejo edificio en donde funcionaba la clínica, todavía conservaba el vetusto anuncio de neón que formaba la palabra “HOSPITAL”. Un rayo cayó cerca del aviso y produjo un corto circuito que hizo que se apagaran las dos letras del medio, quedando formada la palabra:
“HOS TAL” (luego se escuchó un “muuuaaaaajajajaaaajaaaaaajaja”).

-Buenas, por favor, una camilla, please, y un médico que nos atienda...- Solicitaba Rosa Magenta.

-¡Oye chico!, cosa más grande esta lluvia caballero. A ver, pasen por acá. Súbanse rápido en la “guagua” que no recojo pasajeros. Entren que caben cien...

Un morenito chiquitico parecido a “Sebastián” el cangrejo de La Sirenita, fue quien recibió a los protagonistas. Montó a ambos en la silla de ruedas y los condujo rápidamente a la sala de emergencias mientras tarareaba una canción de Celia Cruz.

-¡Eh! Chico, atiéndeme a este hombre que se está muriendo. No seas “comemierda” y ven acá chico.

Desde el final del pasillo, con serenidad y parsimonia, el enfermero de guardia emprendió la marcha para salir al encuentro de los recién llegados. Sólo le faltaba la tez azul para ser la viva imagen del recontra famoso “Huckleberry Hound”, si hasta se le escuchaba canturrear: “Cleeemeeentiiina, Cleeemeeentiiina...”

-Orale mano. No se me achicopalen, ya escuché que llegaron, pérame tantito. A ver, jóvenes, qué les trae por acá.

-Aaaaaayyyyy, me duele el dooolooooorrrrr...

-¡Ah, ta’ gueno! A ver, camillero, ayúdeme a pasar a este carnal para acá, para la camilla, ándele, qué hace allí agachado hombre.

-Cómo que agachao’ chico, estoy parao’, no me jodas.

-Ah, pos... así quédese... Le vamos a suministrar a este joven, un calmante, para que se esté calmadito; una buena dosis de tranquilizantes, para que se esté tranquilito, un poquito de relajante, para que se mantenga relajadito y... ¡Ah! A ver compadrito, páseme esa botella de tequila.

-¡Ñó! ¿Y también le vas a meter aguardiente? Chico, pero tu estás fumao’

-No, pero si ese es para mi. Traiga pa’ ca desgraciao’. Juuuiiii, juuuuiii, qué juerte mano, como pa’ machos, no qué no.

La cosa pudo haber seguido así, pero al escritor le pareció que la inclusión de estos dos últimos personajes, afectaría el sentido trágico y escalofriante de la historia. Acto seguido, se comunicó con el narrador y le exigió no volverlos a nombrar. Es más, que en lo sucesivo, en lugar de camillero, aparecería un portero enjuto con cara de preservativo usado y, por enfermero, tendría que salir a escena una fémina con aspecto gótico y expresión psicótica.

Al narrador no le gustó la idea y subió a la oficina del escritor para entablar una seria discusión. Entretanto, Norberto de Jesús se había quedado dormido bajo el efecto de tanto calmante, y Rosa Magenta llamaba a Flojazo para que la ayudara a buscar un médico o, se quedara a cuidar a Norberto, o hiciera cualquier cosa más útil que estar dentro del automóvil jugando con un “Gameboy”.

En la oficina del escritor, éste seguía escribiendo sin pararle ni media esférica al narrador, quien botando espuma por la boca, amenazaba con no continuar echando el cuento. En la sala de espera de la clínica, el morenito chiquito que hacía de camillero y el enfermero que se parecía a Huckleberry, aguardaban a que surgiera una decisión para ver si recogían sus “macundales” o si por el contrario, tomaban nuevamente sus originarios papeles. En todo caso, sus esperanzas estaban cifradas en la inamovilidad laboral que aún existía en el país.

El narrador mantenía su posición y el escritor continuaba campante. A él le gustaba más imprimirle ese estilo muy a lo Stephen King; de manera que siguió escribiendo, “aquel antiguo edificio tenía un aspecto lúgubre y misterioso, como si dentro de sus envejecidas paredes, se ocultara un terrible secreto...”

Yo, que no “portaba velas en este entierro”, sino que simplemente iba pasando por el lugar, me decidí a continuar la historia, por lo menos hasta que el narrador y el escritor se pusieran de acuerdo, y como éste último seguía escribiendo, no sería muy difícil proseguir.

Después de lo del “terrible secreto” y recordando lo del aspecto tétrico y sombrío del ambiente, continuamos con la narración:

Flojazo entró a la sala de emergencias y rápidamente ubicó a sus amigos. Decidió quedarse a cuidar a Norberto mientras Rosa iba en busca de atención médica para su amado.

-¿Hay alguien aquí? Please, somebody can help me?

-Buenas noches- a Rosa la tomó por sorpresa una voz ronca y profunda, como venida de ultratumba.

-¡Hay, santa madre de Dios! Y usted de dónde salió. ¡Susto! Y serán buenos días. Despierte mi bien, despierte, mire que ya amaneció...

Una figura fantasmal salió de la penumbra y le respondió.

-Soy el Dr. Quénoche, y le aclaro, que por ser una criatura de la noche, rara, muy rara vez, digo buenos días.

-Entiendo.

-Y dígame, cómo podemos asustarle, eh, perdón, ayudarle.

Rosa Magenta, como era su costumbre, comenzó a escanear al personaje: Alto, cabeza grande, dientes pequeños, escaso cabello, brazos largos, ojos ocultos tras unos espejuelos oscuros y redondos, una gran bata blanca, un delantal de cuero con manchas recientes de sangre y las manos cubiertas por unos guantes del mismo color y material que el delantal. También llevaba una botas de hule negras.

Ya era de día, pero la claridad “brillaba” por su ausencia. La fuerte lluvia, los relámpagos y los truenos, permanecían azotando la escena. Y el escritor, nada que quería cambiar aquello, él mantenía lo del “terror” y el narrador que no, que por qué no dejaba la cosa bien cómica, que dejara los personajes de “Huckleberry” y “Sebastián” y les escribiera diálogos al estilo de los “Huevo cartoons”, y el escritor que no fuese imbécil, que no iba a cambiar nada, que la vaina venía con sangre, gritos y mucha penumbra y que si lo hacía arrechar, metía a Jason a Freddy y a los Tomates Asesinos, y el narrador, que se estaba llenando de ripios la historia, el escritor, que a él no le importaba, y el narrador, que el lector se perdería y no entendería nada, y el escritor, que eso le sabía a joroba de dromedario.

“Huckleberry” y “Sebastián”, ya se habían “chupado” media botella de tequila en la sala de espera. Flojazo iba por el nivel 15 en el Tetris del gameboy. Norberto continuaba dormido. Rosa Magenta se comenzaba a disgustar porque se estaba perdiendo el control de la historia. El Dr. Quénoche bostezaba, esperando que comenzara la acción. Mefistófela era despertada por la versión de “Master of Puppets” en su celular. Y yo, cada vez más perdido con este dislate sin pie ni cabeza y arrepintiéndome por haberme adentrado en donde nadie me llamó.

-Dr. Quénoche, estoy harta de esta situación. No es posible que por el hecho de estar en desacuerdo dos sectores, no se dispongan a atender a mi adorado Norberto de Jesús, permitiendo que siga sufriendo los embates de una litiasis vesicular; porque estoy segura de que ése es el mal que le aqueja. Después de ser sometido a un ecosonograma abdominal, el diagnóstico será irrefutable, de manera que la opción de practicarle una colecistectomía, me parece la más indicada.

-¡Caramba, mi señora! Usted sí que maneja muy bien la terminología.

-Eso es porque protagonicé una novela hace un tiempo llamada “Amor Ectópico”. Se desarrollaba en un hospital y yo, era la jefa de cirugía. Hacía pareja con un tipo alto, fornido, galanazo, todo peludote, machote él. Es el mexicano este que trabajó en...

-Señora, ¡eh!, disculpe, pero tengo una sierra eléctrica encendida allá atrás, y el último recibo de luz me vino muy alto.

-Pero espere, Dr. Quénoche, por favor. Atienda usted a mi bienamado, por lo que más quiera. Mire, yo le puedo pagar con la herencia que me dejó el mayordomo; bueno, en realidad era mi padre.

-Está bien, pero déjeme ir a apagar la sierra.

-Doctor, por cierto, y usted, ¿en qué se especializa?

-Embalsamador y taxidermista. Pero no se preocupe, también soy veterinario y en mis ratos de ocio y de “mata tigre”, como éste, le hago al cirujano .

-Ah, bueno doctor, qué alivio...

Flojazo se había quedado dormido junto a Norberto (el gameboy lo dejó agotado). El doctor, luego de auscultarlo, le tomó la temperatura con un termómetro “rectal”. Bueno, luego se dio cuenta de que en realidad era “oral” y sacándolo inmediatamente de donde estaba, se lo introdujo en la boca (este doctor, sí que era terrorífico).

-¡Doctor! Ese no es mi querido Norberto, ese es Flojazo.

-¡Qué el diablo me lleve! Y yo fascinado porque pensé que se trataba de hermanos siameses. Un extraordinario caso para la ciencia.

Flojazo escupió el termómetro y se incorporó de un solo brinco. Se subió el pantalón y con los ojos desorbitados y un amargo sabor en la boca comenzó a lanzar manotazos.

-Atrás maléficas criaturas, déjenme en paz, en nombre del todopoderoso. Salgan demonios, yo invoco sus nombres para desterrarlos y devolverlos a donde pertenecen. Esto no es un gameboy, en realidad es un arma letal, un destructor de “belcebúces”, vampiros y hombres lobo. Atraaaaaaaássssssss...

-Flojazo, ya cálmate. Este es el Dr. Quénoche y va a atender a Norberto. Por favor, ve a tomarte un café, una manzanilla o algo. Lávate la cara que la tienes hinchada de tanto dormir. Ah, y cepíllate.

-Yo no estaba durmiendo. Sólo cuidaba a mi amigo. Siempre estoy listo para enfrentar al enemigo. Soy un tipo pacífico, pero armado. No lo olviden...

-Si, si, si, Flojazo- decía Rosa en tono cansino.

Flojazo salió rezongando y, buscando un baño, abrió sin querer la puerta de la oficina
del escritor. Éste y el narrador seguían discutiendo, “cierren esa puerta”, gritaron al unísono, y el pobre Flojazo no pudo hacer más que ejecutar la orden y continuar buscando el baño. En eso llegó a la sala de espera y se topó con una escena angustiante, desesperante: “Huckleberry”, estaba parado encima de una silla de ruedas y “Sebastián”, le movía la silla tratando de hacer que se cayera.

-Noooo güey, noooo güey... Pinche pendejo güey... Yaaaa güey... Me voy a caer cabrón... Noooo güey... Yaaaaa güey... Pinche bato pendejo güey... Qué me caigo, nooooo güey...

Flojazo sacó su celular y filmó el episodio pensando, “esto tengo que subirlo a Youtube”. Prosiguió su camino y abriendo otra puerta se encontró accidentalmente con la oficina del doctor Quénoche. En la pared, se encontraban colgados varios órganos disecados, como si se tratasen de cabezas de animales. Cada uno tenía un pequeña plaquita pegada a la madera con su nombre: “Estómago”, “Páncreas”, “Riñón”, “Pulmón”, “Corazón”, etc. Curiosamente, una de las tablas estaba vacía y en la plaquita se podía leer, “Vesícula”.

Flojazo comenzó a sospechar. Algo raro estaba pasando. Mejor terminaba de conseguir el baño, ya no aguantaba las ganas de orinar y el extraño sabor en su boca...

Rosa Magenta volvió a llamar a su hija al celular, quería exigirle su presencia en la clínica a la brevedad posible. Después de todo, Norberto era su padre, así que debía estar pendiente de él.

-Qué pasó marica.

-¡Cómo es la cosa! Es tú madre quien te habla, no ninguna de tus amigas.

-Perdón Rosa, me equivoqué, es que tu ringtone se parece al de “Oscuridad malévola ”.

-Madre, te he dicho que te dirijas a mí como, Madre.

-Lo que tú digas, Rosa.

-¿Y así es como saludas a tus amigas? Bueno, después hablamos de eso. ¡Mira! Necesito que te vengas, trae las pantuflas de conejito de tu padre y su libro de cuentos que se me quedaron en el cuarto.

-¡Rosa, qué fastidio! Yo voy a salir con mis amigos, vamos a la playa.

-Mefis, pero ustedes no y que son “Oscuros”, qué rayos van a hacer en la playa, donde hace tanto sol y la gente lo que escucha es reggaetón.

-Rosa, tu siempre arruinándolo todo...

Rosa, echando mano de sus “armas secretas” (ya sabemos que toda mujer las tiene, eso lo aprendimos en el capítulo anterior), le describió un poco la situación para ver si la entusiasmaba.

-Hija, las cosas por acá no se ven muy bien. Está lloviendo a cantaros, con rayos y truenos, lo extraño es que solamente llueve sobre la clínica. Por cierto, este edificio parece una mansión siniestra. Tiene más puertas y escaleras que una escuela de magia. Todo acá es muy sombrío. El doctor que atiende a tu padre, parece buena persona, pero tiene la apariencia de uno de esos asesinos que mata sólo por placer. Además, de vez en cuando se escuchan gritos, no he querido decir nada, pero, creo que aquí ocurren cosas extrañas...

-Más fiiiinooooo- respondió la hija.

-Pensé en llamar a los Cazafantasmas o a Scooby Doo, pero caí en cuenta de que ya tengo mucho rato cerca de Flojazo y me debo estar contagiando. Además, ¿quién se acuerda de los Cazafantasmas? ¡Por D-E-OOSSS!

-Rosa, creo que voy para allá. Dame unas dos horitas para bañarme, dos más para escoger qué ropa negra me pongo, si la franela negra, negra, o sólo la negra, si el pantalón negro que no está planchado, o el que tampoco está. Luego me das otra hora para vestirme y... ¡Ay! Rosa, te llamo ahora, se abrió una sesión de MSN en la “compu” y me parece que es “Osuridad Malévola”. ¡Bestia!

-¡Coño! Y ahora por qué me insultas.

-No, digo que, ¡bestia!, se abrió otra sesión y es “The Vampire”. Otra más, es “Caperucita Negra”, ¡mira!, se abrió otra, “Monje Asesino”. Y otra, “El Aniquilador Extremo”. ¡Qué arrecho! Tiempo sin ver a ese pana. Es un “frito” y burda de “comegato” pero bueno, a nosotros también nos dicen “comegatos”...

-Mefistófela, mejor me llamas cuando vayas saliendo para estar pendiente, pero coño, me llamas que para eso te compro un celular cada sesenta días y le recargo el saldo cada tres.

-Sí, Rosa... relajada, no problem.

-Madre, te he dicho que te dirijas a mí como, Madre.

-Lo que tú digas, Rosa.

Flojazo continuaba buscando el puto baño (perdón, pero es que ya me estoy cansando). Se consiguió con otra puerta, pero era la de la cocina. Queriendo hacerse el gracioso preguntó, “¿qué vamos a comer hoy?”, y le respondieron, “¡chino!”.

Cerró y siguió su camino preguntándose por qué no se había topado con ningún chino. “¡Ay, mamá! En esta vaina hay caníbales”.

Norberto tenía una “bolsa” con un contenido transparente, conectada a su vena. A “Huckleberry” y a “Sebastián”, que andaban hasta el occipucio de alcohol, les pareció gracioso llenar dicha “bolsa”, con tequila.

-Shssssss, rápido compadre. Pásele. La botella menso... ¡hip!

-¡Caballero!, esto es puro agave. ¡Ñó!

-Sí, agave. Agave bien compadre, agáveme que me caigo.

-No cojas lucha, asere. Échele, échele, que yo... le aguanto aquí.

Como era de esperarse, la pequeña broma dio pie a que Norberto de Jesús, se mantuviera ausente a todo lo que estaba aconteciendo. Cosa que no pude hacer yo. El narrador no regresaba, seguía metido en la oficina del escritor. El escritor, continuaba escribiendo, cosa que me parecía inverosímil porque, cómo carajo hacía para concentrarse en ello si se suponía que estaba discutiendo con el narrador. Por otro lado, cosas misteriosas se seguían suscitando, locos personajes permanecían en escena. Es decir, que las exigencias de ambos sectores se estaban cumpliendo. Particularmente, a este servidor ya le está pareciendo que aquí existe una componenda; una especie de pacto. Narrador y escritor continúan con su labor y yo, un tonto útil que está siendo utilizado como carne de cañón, ¡claro!, que sea yo el que corra con las consecuencias de tanto chiste soso, cosas incoherentes y mala praxis literaria.

-¡Dios santo! Norberto de Jesús Santos Umpierres Acosta Martínez y Calero, ¿hasta cuándo duermes?, calmante pa’ bueno mijito. No, qué va. Voy a buscar a otro especialista.


-¡Salud! ¡Bluurrrp! Perdón, pensé que estaba solo. ¡Ay!, ya no me duele...

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(Y después de esto... el final. Bueno, si es que logramos poner orden...)

lunes, agosto 13, 2007

El Sin Vesícula

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Capítulo II
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"¿El Exorcista?"


..
“Yo me moriré, y la noche

triste, serena y callada,

dormirá el mundo a los rayos

de su luna solitaria.


Mi cuerpo estará amarillo,

y por la abierta ventana

entrará una brisa fresca

preguntando por mi alma.”



Sirvan estos versos de Juan Ramón Jiménez, para dar una idea de lo que pasaba por la cabeza de Norberto de Jesús, a causa del suplicio por el cual estaba transitando. En casa nadie dormía, todos esperaban una pronta recuperación después de habérsele aplicado de manera intramuscular, sendas cantidades de antiespasmódicos. Pero la mejoría no llegaba…


Cada cinco minutos, Rosa Magenta le insistía a Norberto salir de una buena vez para la clínica; pero la terquedad de él, era irreducible. De nada valían ruegos, carantoñas, regaños ni amenazas, todo resultaba inútil, Norberto se encontraba inmerso en un capullo hecho de cólicos, molestias estomacales, sordera y necedad.


Rosa Magenta no sabía qué hacer, conciente del dolor de su amado, no hallaba formula posible para sacarlo del trance. Hasta que, en un momento de desesperación, decidió echar mano a una de sus armas secretas (toda mujer que se respete, tiene alguna), así que, utilizando su cara de mujer sufrida número seis, entró a la habitación de Norberto de Jesús y, con todo el talante visceral que la situación ameritaba, le encasquetó la siguiente confesión:


-Norberto de Jesús, tú tienes una hija…


-Qué queeé… Cómo, cuándo, dónde, con quién.


-Corrijo, “tenemos”, una hija-. Aquí va un, “taa ta ta taaaaaaannnnnn”


-Pero si tú no puedes tener hijos, a tu hermana gemela la pisó un camión y, a la tía abuela le dan ataques.


-Norberto, no sé de dónde sacas todas esas pendejadas, te las voy a pasar porque estás enfermo y sé que encima, te acabo de lanzar una “bomba”, pero Norbertico, mi vida, esto te lo digo para que veas que además de nuestro amor, hay otras razones por las cuales debes mantenerte sano y fuerte, como un campeón.


-Pe-pe-pero, ¿una hija? Y quién es, ¿dónde está?


-Es la joven que vive en la habitación de al lado; de donde sale esa música de Metallica. Esa que te pide dinero todas las mañanas y tu pensabas que era porque estabas suscrito a algo, pero no recordabas a qué. La que dura dos horas en el baño y se gasta toda el agua caliente. La que se toma todo tu jugo favorito, te quita las monedas y no deja que utilices la computadora.


-¡Me lleva el chanfle! Y tú, todo el tiempo tenías una excusa para cada una de esas cosas. Diecinueve años Rosa, diecinueve años y siempre me lo ocultaste ¿Por qué, Rosa? Why?, why me?


-Because, tenía miedo de que pensaras mal de mí, de que creyeras que era una cualquiera, una perdida, una pizpireta.


-Jajajaja, ¿una pizpireta?, jejejeje ¿Cómo demonios iba yo a pensar eso, si no sé que rayos significa? ¡Ouch! Me duele el dolor, ¡aaayyy!


-Simplemente, no quería que te hicieras una imagen errónea de mí.


-¡Pero si estamos casados!


-¡Y QUÉ QUERÍAS QUE HICIERA!


-Está bien, está bien, cálmate Rosita, no llores. A ver mijita, y dónde dices que vive la mocosa esa.


-En el cuarto de al lado.


-Bueno, dile que se ponga.


-¿Dónde?


-Digo, que venga.


-¡Mefistófela Asmodea!


-¡Coño! Con ese nombre... debe ser la carajita que viste de negro, usa cruces invertidas, se pinta la cara de blanco y se hace unos óvalos con tinta negra en lo ojos.


-Esta es tu hija Norberto, nuestra hija ¡Qué talco!


-Dime, Rosa.


-Madre, te he dicho que te dirijas a mí como, Madre.


-Lo que tú digas, Rosa. Qué quieres, estoy hablando con “The Vampire”.


-¡Caramba, mija! Pero si son las tres de la madrugada.


-En contraposición a la hora en que murió Cristo, es nuestro momento, el de los espíritus impíos y perversos, hora de escuchar a su Majestad Satánica.


-¡Carajo! ¿Hay cadena a esta hora?- Exclamó Norberto de Jesús, haciendo una mueca de dolor y sobándose la barriga.


-Uno de estos días te voy a espernancar un puntapié en el hueso ilíaco, para ver si se te quitan de una vez todas esas pendejadas- le espetó con voz firme Rosa Magenta a su hija Mefistófela.- Tu padre se está muriendo con un dolor abdominal y unos cólicos, y nauseas y, un qué sé yo. La cuestión es que no quiere irse a la clínica sino hasta que amanezca, pero yo creo que se trata de cálculos en la vesícula y eso es de operación urgente; así que ayúdame a convencerlo de que tenemos que salir ya.


-¡Ah! Okey, entonces si es mi padre… Shit! Oye Pá.


-Umjú.


-Má dice que tenemos que ir a la clínica.


-Anjá.


-Bueno Rosa, ya hice todo lo que podía ¿Lo ves?, eso de la “comunicación” en realidad no creo que se nos de muy bien. Sin más por el momento, me retiro a mis aposentos…


-Madre, te he dicho que te dirijas a mí como, Madre.


-Lo que tú digas, Rosa.


Norberto de Jesús comenzó a hacer memoria. Recordó la cara de la muchacha y, ¡cáspitas!, ¡santos refocilamientos!, ¡la parejita del cine! ¡Oh My God!. Las nauseas acrecentaron; el “autodegollamiento” en la pierna y los azotes en el lomo que se infligía el monje Silas parecían un juego de niños ante el martirio que vivía Norberto.


Al cabo de unos minutos, la habitación de Norberto, se transformó en el set de grabación del “Exorcista VI”. Su cabeza giraba sobre el mismo eje, un líquido verde y viscoso salía expelido por su boca, sonidos guturales inundaban el recinto, las luces se encendía y apagaban (es que el suiche estaba dañado) y los gases que expulsaba Norberto por el tubo de escape, le hacían levitar (parecía un avión de combate F-35, efectuando un aterrizaje vertical).


-Más fiiiiinooooooo- Expresaba Mefistófela desde la puerta del cuarto, con cara de niño de nueve años que acaba de ver a un Transformers.


-¡Dios santo! Norberto de Jesús Santos Umpierres Acosta Martínez y Calero, me haces el favor y te levantas ya de esa cama. Nos vamos pronto a ver un especialista.


-¿En exorcismos?


-No, imbécil, en vesí… ¡Coño! ¿Otra vez? Quítate la bata blanca y la cara de demonio esa que tienes. Nos vamos. Ya estoy llamando a tu amigo Flojazo para que nos lleve a la clínica. Mefis, prepara las cosas de tu padre que salimos en unos minutos.


-Rosa, ¡qué fastidio!


-Madre, te he dicho que te dirijas a mí como, Madre.


-Lo que tú digas, Rosa.


-¿Y tiene que ser Flojazo? Ese tipo está loco Rosa, mejor llama un taxi.


-Bueno Norberto, es tú amigo ¿no? A menos que prefieras pedirle el favor a “The Vampire”…


-¡Repámpanos! No, mejor llama a Flojazo.

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(Continuará...)

miércoles, agosto 08, 2007

El sin vesícula

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Capítulo I

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"Harry Potter y la Orden del Fénix"



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Todo comenzó un lunes por la mañana. Después de un simple desayuno con caraotas negras, huevos fritos, queso blanco, arepa frita y aguacate, Norberto de Jesús se tomó su jugo de mango, el café con leche, y salió para la oficina. El día transcurrió como cualquier principio de semana, luego del saludo cotidiano y los comentarios de rigor, la modorra se fue disipando y a la media mañana, el ritmo estaba ya más o menos retomado. Con el cafecito de esa hora, a Norberto se le antojó una pequeña porción de torta casera, de esas sin crema ni relleno, “porque hay que cuidarse”, le diría a sus compañeros.

Ya acomodado en su puesto de trabajo, el momento de ordenar y planificar se hizo impostergable, sin embargo, con todos los papeles organizados en el escritorio, la computadora encendida y la lista de “Requerimientos pendientes” en sus manos, a Norberto de Jesús lo sorprendió el medio día; “hora de almuerzo”, gritaron de un puesto cercano al de él. Todos comenzaron a levantarse, dando inicio al acostumbrado arbitraje, es decir, dónde se comería ese día. “Vamos donde el gordo”, “mejor a lo de la negra”, “a casa del portu”, “a los espaguetis”, “las cachapas”…

-Muchachos, no me estoy sintiendo muy bien, mejor vamos a comernos una “sopita”- solicitaría Norberto.

-Bueno, pero el gordo debe tener sopa- dijo uno de los compañeros.

-A por el gordo- sentenció otro, tratando de remedar a un ciudadano de Galicia.

Cuando llegaron al restaurante del gordo, la recomendación del día era un “exquisito y bien resuelto plato de callos a la madrileña”, según el anuncio que describía al menú. Norberto de Jesús, después de considerarlo de manera concienzuda y responsable, se sentó y ordeno la recomendación del día.

La tarde transcurrió con una pesadez inusual, no la de una tarde aburrida y poco animosa, sino la de una sensación endógena y expansiva, algo que venía desde muy adentro y parecía querer desencadenar una erupción.

Norberto de Jesús no estaba bien, se le notaba en la cara; sin embargo, la llamada de su amadísima Rosa Magenta, le hizo acomodarse un poco mejor en su silla y esbozar a duras penas una pequeña sonrisa.

La invitación al cine no le pareció mala idea. Norberto había dejado de leer el tercer libro de Harry Potter poco antes de llegar al final, de manera que ir a ver la última película, le supuso una manera de quizás, ponerse al día con la historia. Luego de acordar la hora y el sitio, Norberto salió en veloz carrera a chuparse una gran taza de té de manzanilla, tragarse un par de capsulas que le coadyuvaran a una mejor digestión y masticar una pastilla de acción antiácida, antiflatulenta y antiquísima porque la tenía guardada desde hacía muchísimo tiempo en la gaveta de su escritorio.

Ya un poco recuperado, Norberto se fue al encuentro con su amada Rosa Magenta. Al llegar al cine compró las entradas y, dirigiéndose hacia la cola de las golosinas, logró avistar al objeto de su pasión, idolatría y enamoramiento; el tiempo se detuvo y el espacio se congeló por unos instantes. Luego, sólo Ulises y Penélope pudieron moverse en cámara lenta, “…y ella sintió vacilar corazón y rodillas cuando reconoció las señales que daba Odiseo, y se puso a llorar y corrió velozmente a su encuentro, le echó al cuello los brazos, besó su cabeza, y le dijo…”

-Mi cielo, qué cara tienes, ¿te pasa algo?

-No mi vida, no pasa nada.

-¿Seguro?

-Sí, mi ángel.

-Mírate la panza, pareces globo aerostático de la Alcaldía Mayor.

-Jejé, deben ser “gasecitos”, mi pimpollo…

-Ay, Norberto, tú no te estás cuidando. Estoy cansada de decírtelo, pero tú no me paras, porque claro, según tú, yo lo que hablo es pura pa…

-Eh, mi linda, por qué mejor no te vas a apartar las sillas, mientras yo voy a comprar unos bocadillos.

-Ni que yo fuese Moisés, para andar por allí apartando cosas y abriendo espacios.

-¡Qué linda mi cachorrita!

Un maremágnum dominaba el sitio de las chucherías, pero Norberto de Jesús en años, se había permitido entrar a la sala de cine, sin un kilo de palomitas de maíz y un envase lleno de gaseosa o alguna otra bebida refrescante. Después de algunas sacudidas, empellones, disputas, choques e intercambios de frases soeces, logró posicionarse en frente al muchacho de la gorra graciosa y sonrisa desesperada.

“Buenas noches señor bienvenido a la mejor sala de cine del país por favor me indica su pedido y forma de pago que tenga buen provecho cuidado con la bandeja siga hasta el final de la barra para que le completen su orden y muchas gracias por su compra hasta luego siguiente por favor buenas noches señor bienvenido a la mejor...”

Norberto, guardando el cambio, del cual no tenía ni la más casquivana idea de cuánto ni por qué era esa cantidad, tomó sus bandejas y se fue a donde le indicaron, para retirar el resto de la compra. Con proverbial histrionismo, Norberto de Jesús se dirigió hacia una esquina para revisar lo que había comprado y repartirlo mejor a fin de no confundir lo que a cada uno le tocaba: En la de él, un mega pote de cotufas, una ración de tequeños, otra de nuggets de pollo, medio litro de refresco y unos chocolatitos para endulzar un poco la cosa. En la de ella, un pequeño vaso cónico de cartón con siete cotufitas “fat free”, una botellita con 250 CC de agua mineral ligera y una servilleta light.

-Norberto de Jesús, ¿tú no y que tenías unos “gasecitos”?

-Tranquila mi alma, ya se me pasaron. O mejor dicho, los dejé en la cola…

-O sea, que los tienes como quien dice, “embolsados” en el pantalón.

-Jajajá, no mi terroncito, los dejé en la cola de las botanas.

-¡Puerco!

-Dame un beso.

-No, déjame.

Norberto de Jesús y Rosa Magenta continuaron con su jugueteo amoroso hasta que se percataron de la parejita que se encontraba justo en la fila próxima de atrás, ocupando el mismo cuadrante que ellos. Se trataba de unos párvulos que mantenían un flirteo, aún más subido de tono, una cosa exagerada; manos, piernas y lenguas se movían en asquerosa sincronía y los sonidos que emitían recordaban el que produce una poceta cuando se le baja la palanca del desagüe. La escena le bajó los ánimos a la pareja protagónica de esta historia y además, la película ya había comenzado a rodar.

Una vez desocupados bandejas y envases, el sistema digestivo de Norberto, comenzó a enviar señales de que algo no andaba bien ¡Claro!, esto sucedía desde temprano, pero el testarudo de Norberto no había querido reparar en ello.

Las escenas de crueldad, intriga, injusticia, impotencia y amores adolescentes (nada que ver con los de la parejita de atrás) se fueron sucediendo una tras otra así como los retorcijones de Norberto; cada “Expelliarmus” lo sentía entre estómago y páncreas. Todo se le revolvía internamente, no sólo de ver a una Dolores Umbridge y un ministro de magia que les parecía tan familiar, sino también por el punzante tormento que estaba padeciendo.

Rosa Magenta comenzó a sentirse consternada, la angustia y la desesperación poco a poco la iban envolviendo. Sus ojos no daban crédito a lo que veían, su pulso se aceleraba cada vez más y la tensión llegaba a su punto más álgido. ¿Cómo era posible que todo eso estuviese sucediendo en Hogwarts?, ¿Dumbledor no podía hacer nada?, ¿los Mortífagos se saldrían con la suya? ¿Cómo era eso de que se restringía el uso de la magia, en un colegio de magia? La pobre Rosa no aguantaba más, ella nunca soportó las injusticias, ni siquiera aquella vez, cuando perdió la memoria, ni cuando quedó ciega, mucho menos cuando cayó por las escaleras y no podía moverse del cuello hacía abajo. A Dios gracias, todo aquello había pasado, pero la intolerancia a las injusticias jamás cesó.

“Harry con su peo, y yo con los míos”, pensó Norberto, quien ya estaba pálido del dolor. “Qué no habrá un Expecto Patronum que pueda liberarme del terrible influjo de este dementor”, no, esto no lo decía Harry en la película, era el mismo Norberto que continuaba pensando en su padecimiento. La cosa se estaba tornando insostenible, el “Maleficio Cruciatas”, ese que causa un fuerte dolor en todo el cuerpo, no sólo atormentaba a la maléfica Bellatrix, sino también a Norberto de Jesús.

“Destruir pronto a El-que-no-debe-ser-nombrado”, esta no era una consigna política, quizás sí, el deseo de Ron, Hermione y Harry, pero también lo era de Norberto, ya que de esta manera se acabaría la película y podría irse a casa para tomarse algo, cualquier cosa que aniquilara el dolor. También se libraría de la parejita que parecía haber estado comiendo naranjas durante toda la película y, Rosa Magenta, su amada Rosa magenta dejaría igualmente de sufrir a causa del ministerio (el de magia, por supuesto).

-Norberto, ¿tú como que te estás durmiendo?, andas allí todo acurrucado.

-No mi pichoncita, es que volvieron.

-¿Los Mortífagos? Pero si ya los derrotaron, Dumbledor y la nueva Orden del Fénix se encargaron de eso.

-Me refiero a los gases, mi ternerita.

-Y por qué no me dijiste, animal.

-Porque cada vez que te digo así, te molestas.

-Norberto de Jesús Santos Umpierres Acosta Martínez y Calero, me haces el favor y te levantas ya de esa silla. Nos vamos pronto a ver un especialista.

-¿En encantamientos?

-No imbécil, en vesículas, porque lo que tú tienes no es más que un problema vesicular, esos cólicos son prueba fehaciente de ello, así es que vamos, andando, móntate en la escoba.

-Pero tesoro, veamos el final.

-Okey, pero apenas comiencen los créditos, salimos.

-¡Coño! ¿El ministerio de magia va a otorgar créditos también?

-¡Necio!

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(Continuará...)