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Garabato era un muchacho de once años, desgarbado y de mirada triste pero con ideas vivaces.
Su origen humilde y la inopia en la que vivía, se traducía en una infancia con muy pocos juguetes y muchos sueños; por esta razón, sus necesidades lúdicas tenían que ser siempre resueltas a fuerza de imaginación e ingenio.
El muchacho vivía cerca de un aserradero, por lo que la madera fue una de sus materias primas a la hora de proveerse de un juguete. Además, su abuela le enseñó una suerte de origami con papel de periódico, el cual servía para reproducir revólveres y pistolas con fundas y correaje incluidos.
Un buen día salió a la calle, armado con una de esas pistolas de papel en el cinto y un listón de madera que a su manera de ver, era el facsímil perfecto de una escopeta de cacería.
Estando al acecho de un gran tigre dientes de sable, o quién sabe qué tipo de bestia fantástica, salvaje y peligrosa, desvió su atención hacia la casa de enfrente, de donde salió un niño con un rifle Winchester de culata blanca, cañón negro y recámara plateada.
El tiempo se detuvo en la jungla donde se encontraba. Aquel furtivo cazador, tenía una mejor arma que la de él. Ese era el rifle que todo ojeador experto, valiente y arriesgado debía tener; no un pobre niño enclenque y paliducho de unos dos años menor.
Después de seguirlo con la mirada por unos instantes, se le acercó al colega y entabló conversación.
Ya se conocían, pero no habían tenido la oportunidad de cazar juntos. Luego de contarle varias historias y convencerlo de que se uniera a su noble gesta; Garabato prometió suministrarle las mejores armas a fin de asegurarse el éxito en la campaña.
Una vez aceptado el ofrecimiento, Garabato salió corriendo a buscar periódicos y cinta adhesiva. En menos de lo que eructa un oso panda después de haberse atiborrado de brotes tiernos de bambú, el inocente cazador tenía a su disposición, sendos revólveres con sus respectivas revolveras y correa, todo a base de papel, y como si se tratase de una venta por TV, la oferta incluía un sombrero del mismo material, completamente gratis.
Aquel niño salió corriendo y disparando a diestra y siniestra, entusiasmado por la novedad de sus armas y el sombrero blanco y negro; su emoción era tal, que decidió ir a casa para mostrar la adquisición, momento que aprovechó el joven armero Garabato, para hacerse del preciado Winchester con culata blanca, cañón negro y recámara plateada.
Al rato, aquella combinación de vaquero con cazador, volvió con cara afligida y disconforme, pidiéndole a Garabato que le regresara el rifle, ya que su madre le había hecho ver lo poco conveniente y desproporcionado del trueque.
Garabato le ofreció una nueva arma, una pistola, aun más grande y poderosa que el par de revólveres, pero el niño, ya un tanto molesto e impaciente, exigió la entrega inmediata del hermoso rifle.
El Winchester fue devuelto no de muy buena gana, y menos al ver que la progenitora del niño se asomaba a la puerta de su casa para verificar que todo estuviese en orden.
El enclenque cazador pidió continuar con la aventura, pero Garabato le indicó que ya era inútil, todo había pasado; el feroz tigre dientes de sable, había caído abatido, víctima del certero disparo salido del cañón negro de un Winchester de culata blanca y recámara plateada.
Garabato era un muchacho de once años, desgarbado y de mirada triste pero con ideas vivaces.
Su origen humilde y la inopia en la que vivía, se traducía en una infancia con muy pocos juguetes y muchos sueños; por esta razón, sus necesidades lúdicas tenían que ser siempre resueltas a fuerza de imaginación e ingenio.
El muchacho vivía cerca de un aserradero, por lo que la madera fue una de sus materias primas a la hora de proveerse de un juguete. Además, su abuela le enseñó una suerte de origami con papel de periódico, el cual servía para reproducir revólveres y pistolas con fundas y correaje incluidos.
Un buen día salió a la calle, armado con una de esas pistolas de papel en el cinto y un listón de madera que a su manera de ver, era el facsímil perfecto de una escopeta de cacería.
Estando al acecho de un gran tigre dientes de sable, o quién sabe qué tipo de bestia fantástica, salvaje y peligrosa, desvió su atención hacia la casa de enfrente, de donde salió un niño con un rifle Winchester de culata blanca, cañón negro y recámara plateada.
El tiempo se detuvo en la jungla donde se encontraba. Aquel furtivo cazador, tenía una mejor arma que la de él. Ese era el rifle que todo ojeador experto, valiente y arriesgado debía tener; no un pobre niño enclenque y paliducho de unos dos años menor.
Después de seguirlo con la mirada por unos instantes, se le acercó al colega y entabló conversación.
Ya se conocían, pero no habían tenido la oportunidad de cazar juntos. Luego de contarle varias historias y convencerlo de que se uniera a su noble gesta; Garabato prometió suministrarle las mejores armas a fin de asegurarse el éxito en la campaña.
Una vez aceptado el ofrecimiento, Garabato salió corriendo a buscar periódicos y cinta adhesiva. En menos de lo que eructa un oso panda después de haberse atiborrado de brotes tiernos de bambú, el inocente cazador tenía a su disposición, sendos revólveres con sus respectivas revolveras y correa, todo a base de papel, y como si se tratase de una venta por TV, la oferta incluía un sombrero del mismo material, completamente gratis.
Aquel niño salió corriendo y disparando a diestra y siniestra, entusiasmado por la novedad de sus armas y el sombrero blanco y negro; su emoción era tal, que decidió ir a casa para mostrar la adquisición, momento que aprovechó el joven armero Garabato, para hacerse del preciado Winchester con culata blanca, cañón negro y recámara plateada.
Al rato, aquella combinación de vaquero con cazador, volvió con cara afligida y disconforme, pidiéndole a Garabato que le regresara el rifle, ya que su madre le había hecho ver lo poco conveniente y desproporcionado del trueque.
Garabato le ofreció una nueva arma, una pistola, aun más grande y poderosa que el par de revólveres, pero el niño, ya un tanto molesto e impaciente, exigió la entrega inmediata del hermoso rifle.
El Winchester fue devuelto no de muy buena gana, y menos al ver que la progenitora del niño se asomaba a la puerta de su casa para verificar que todo estuviese en orden.
El enclenque cazador pidió continuar con la aventura, pero Garabato le indicó que ya era inútil, todo había pasado; el feroz tigre dientes de sable, había caído abatido, víctima del certero disparo salido del cañón negro de un Winchester de culata blanca y recámara plateada.
5 comentarios:
Garabato me recuerda un niño adorable que me narro la historia de un niño, que era un valiente cazador, que...
Me gustó leerlo de nuevo.
garabato tenía la mejor de las armas... la imaginación...
Siempre vuelvo...regreso a releerlo una y otra vez.
Perdonad mi incultura chicos pero esta historia me recuerda un gag de Grim Fandango y los cambios con Chepito: la lucecita del mar, voy a dejarla brillar.... recuerdan?? jeje
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