martes, junio 12, 2007

¿Será muy difícil?

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Por un período aproximado de tres años y medio, me tocó trabajar en la Junta de Condominio del edificio en donde habito. Ocupé todos los cargos, yendo desde vocal hasta presidente de la misma. Incluso, por un buen tiempo, tuve que encargarme de todos los cargos simultáneamente debido a la deserción del resto de los integrantes.

Es difícil complacer a todos por igual, esa es una verdad absoluta. Pero igualmente irrefutable resulta el hecho de que si nos ponemos del lado de la gente, escuchamos sus necesidades y demandas, y colocamos el deseo de servir y ayudar, por encima de una efímera sensación de poder, es mucho lo que se logra.

Recuerdo un caso que se presentó, referente a la construcción de un maletero. En el edificio, no todos los apartamentos poseen maletero en el área de estacionamiento; una vecina me planteó su necesidad y sugirió que junto al puesto donde paraba su automóvil, se podía edificar uno.

El espacio en cuestión, colindaba con el puesto de estacionamiento de otro vecino, por esta razón, invité a ambos a conversar, a realizar mediciones y estudiar la factibilidad de la construcción.

El vecino estaba dispuesto a ceder la mitad del espacio, a fin de que no le estorbara a la hora de aparcar. La vecina se empecinó en que debía ser todo el espacio.

Conversé con otros miembros de la comunidad y me encontré con que cada uno tenía una objeción:

“Si la dejas construir a ella, otros querrán hacer lo mismo y no hay más espacios disponibles.”

“La vecina debe 24 cuotas de condominio, si no tiene para pagar eso, ¿de dónde rayos va a pagar el nuevo maletero?”

“La gente se va a poner a buscar como loca, más sitios en donde montar su maletero.”

“Entonces me vas buscando el mío...”

Nunca me negué a escuchar los argumentos de la vecina, toda vez que vino hacia mí, la recibí de buena gana, a pesar de que la situación se estaba volviendo latosa. En la última conversación que tuvimos acerca del tema, le pedí que por favor se pusiera al día con el condominio, eso en primera instancia, luego que llegara a un acuerdo con el vecino del puesto de al lado, y por último, que se sometiera su solicitud a una consulta popular.

En ningún momento sentí que le estaba poniendo trabas injustas e innecesarias, tampoco dejé de escucharla y además, hice lo propio con el resto de la comunidad. El trabajo no llegó a hacerse y todo el mundo continúo tranquilo. Quienes tenían maletero, como si nada y los que no tenían, conscientes de la realidad que habían aceptado una vez que adquirieron su apartamento.

En otra oportunidad, me tocó lidiar con el problema de la inseguridad, tanto interna, como externa. Estábamos siendo victimas de constantes hurtos en el estacionamiento, y la entrada principal estaba un poco desguarnecida, sólo había un portón de madera y un espacio que facilitaba una emboscada a cualquier hora de la noche.

La solución que se planteó, fue la de colocar rejas. Casualmente, era la época en que se rumoreaba la posibilidad de que algunos sectores de la sociedad, amparados en no sé cuáles principios de “justicia y equidad”, vendrían a ocupar nuestros espacios, atentando contra la propiedad privada y los bienes obtenidos a punta de esfuerzo y sacrificio.

Fue una situación difícil. Nadie se ponía de acuerdo. Se convocó a una asamblea y muy pocos vecinos asistieron; aún entre los pocos que había, no se lograba consenso. Una vez más, propuse recurrir a la consulta popular; todos estuvieron de acuerdo.

Se realizó una primera votación que respaldó la puesta en marcha del montaje de las fulanas rejas, sin embargo, la minoría argumentó que eran muy pocas voces las que se habían escuchado. Convoqué a una segunda asamblea, la cual fue más concurrida. Una segunda votación, dio un mayor respaldo a la opción de enrejar algunos espacios.

En medio de un fuerte debate que se suscitó al conocerse los resultados, decidí realizar una encuesta puerta por puerta, en donde además, quedaría reflejada por escrito y a través de firmas, las posiciones a favor y en contra.

Por varios días me di a la tarea de visitar apartamento por apartamento y escuchar la opinión de cada quien.

“No es más que paranoia”

“Para qué más rejas, basta con las que tenemos en nuestro apartamentos”

Una persona me dijo que si por el fuera, no tendría ni siquiera vidrios en las ventanas. Que más bien “abogaría por abrir el paso a la suave brisa y el inocente viento...”

Muchos, por supuesto los que apoyaban la moción del enrejado, me conminaban a comenzar los trabajos, siendo evidente el respaldo de la mayoría.

Me mantuve firme en la decisión de hacer que todos de una manera u otra, intervinieran en la decisión. Una ves obtenidas todas las firmas, convoqué a una tercera asamblea. Como se esperaba, la mayoría estaba a favor de las rejas.

De nuevo, la discusión entre los presentes. Uno de ellos, sin atreverse a alzar su voz, se limitó a acercarse y mirándome fijo a los ojos, me acusó de hacer trampa. Esto me motivó a una segunda recolección de firmas, es decir, un “reafirmazo”. Este último esfuerzo lo hice todas las mañanas subsiguientes, por espacio de una semana y bajo la mirada inquisidora de quien injustamente me llamó tramposo.

Finalmente todos los trabajos de enrejado se hicieron, lo hurtos en el estacionamiento mermaron hasta el punto de que al día de hoy, mantenemos un índice de “cero”. La minoría a la final entendió que no se trataba de ninguna paranoia, ni se buscaba protección ante “hordas primitivas y salvajes”, era simplemente una cuestión de prevención y en pro de la seguridad del colectivo.

Como ésta, muchas otras historias de negociaciones, tolerancia y paciencia. Después de casi cuatro años en el ejercicio, no llegué a cosechar enemistades ni rencores. Separarme del cargo fue algo con lo que algunos no estuvieron de acuerdo, pero ya era hora de hacerlo.

Considero que mi condescendencia llegó al punto de recibir en mi casa, hasta en horario nocturno, feriado y de fin de semana, a cuanta alma apenada, afligida, molesta o compungida, le dio por tocar el timbre. Sin embargo, siempre traté de dar respuestas y nadie se fue con un “no” o un “si”, sin antes haber sido escuchado.

Todo esto fue sin contar con el apoyo del cien por ciento de la población, con escasos recursos debido a la alta morosidad que había para aquel entonces con el condominio, sin tener ningún contacto en la prefectura, ni detentar el respaldo de un consejo comunal o una junta de vecinos. El personal de vigilancia y de conserjería, aún cuando siempre mostraban simpatía por mi persona, con algunas acciones, parecían más bien estar en contra.

Yo me pregunto entonces, ¿será muy difícil para alguien que concentre todo el poder y cuente con los recursos suficientes, lograr que al menos la gran mayoría, pueda convivir en paz y trabajar juntos por un mejor futuro?

¿Será muy difícil, al menos escuchar? Seguramente no se podrá complacer a todos, pero sí atenderlos, sin menoscabo ni prejuicios. ¿Será muy difícil mostrar empeño en lograr que el resto entienda qué es lo mejor para todos, sin necesidad de forzar situaciones y a través del dialogo y la concertación?.

¿Qué así las cosas tardan un poco más en realizarse?, bueno, pero al menos se provee a la colectividad de la seguridad de que se le está tomando en cuenta para ello.

¿Será muy difícil?

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4 comentarios:

Ophir Alviárez dijo...

Querido Lemur, debe ser "muy díficil" porque a lo largo de la historia, a pesar de que no dudo que hayan llegado a las "altas esferas" personas con "buenas intenciones", las mismas se pierden en lo "intrincado del camino y lo que empieza siendo incentivo y hasta propósitos, termina transformándose en intereses que sin la menor duda, dejan de pertenecer a quien se "sirve" y se reducen a rendir culto a una "élite" en la que el primer chicharron es el que fue puesto en ese sitio por -como se supone debería ser- la voluntad de las masas.

Admiro tu labor y la constancia.

Saluditos,

OA

Isa dijo...

Ratoncito! también paso a saludar, ojalá cuando me visites nuevamente tenga una historia nueva que contar, estoy en plenos parciales :S

un besoteeee

H dijo...

Me encantó tu análisis. La pregunta es ¿será tan dificil?... aparentemente si lo es, en todo tipo de situaciones parecidas.

Anónimo dijo...

Lemur:me encantó tu relato. Además escribes muy bien además de administrar el condominio. La injusticia es que personas serviciales, atentas que dan su tiempo hasta para escuchar a los demás no estén en esos cargos que ocupan nuestros gobernantes.Como lamentarían los inquilinos tu partida.