martes, mayo 06, 2008

El eclipse de Tomás

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Tomas, era un escéptico empedernido. No creía en mitos, ni en fantasmas, ni en leyendas; mucho menos en fenómenos paranormales. Cuando leyó acerca de supuestos hechos enigmáticos relacionados a los eclipses de luna, no escatimó en hacer gala de su incredulidad, “¡ja!, puras patrañas”.

-Para el día de hoy, se anuncia un eclipse lunar. Me parece que es buen momento para ver y, creer -. Le comentaba Tomas a su esposa.

–Dicen que comienza a las nueve, de manera que me instalaré en el patio de la casa, al aire libre para poder presenciar cualquier “fenómeno” en primera fila –. Continuaba.

-Ay Tomas, uno de estos días… uno de estos días… -. Sentenciaba la esposa.

Llegado el momento, Tomás dispuso todo lo que creyó conveniente: cava pequeña con refrescos, bolsas de papitas, silla plegable, binoculares, cobija para el frío, papel, lápiz y, la compañía de su fiel perra San Bernardo.

La nívea y resplandeciente luna, poco a poco se fue tiñendo y su aspecto cambiaba al pasar los minutos. Tomás seguía con perplejidad el proceso sin dejar escapar detalle hasta que… la oscuridad se apoderó no solo del cielo, sino también de su mente y de sus sentidos haciéndolo caer en un profundo sueño.

A la mañana siguiente, Tomás despertó sobresaltado y con la extraña sensación de que “algo” había sucedido. Se encontró acurrucado sobre la silla plegable. Su fiel perra San Bernardo lo miraba con querencia. Una serie de imágenes comenzaron a suscitarse dentro de su cabeza, como si se tratase de varios trailers de películas, uno tras otro de manera continua.

Escenas del Show de las Muppets muy subidas de tono (pornográficas, para ser exactos). Lobos retozando en la pradera en época de celo. Un hombre desnudo restregando su cuerpo contra una alfombra de peluche. Sí, todo era muy extraño. Volvía a lanzar una mirada a su perra y ésta, se la devolvía con una agradecida sonrisa. Y es que hasta eso le pareció ver a Tomás, que su perra le sonreía.

Tomás no entendía nada, el único recuerdo coherente que conservaba era el de estar observando el eclipse y, las palabras de su esposa: “Ay Tomas, uno de estos días… uno de estos días…”


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