martes, noviembre 27, 2007

Ping-Blogger-Pong

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En medio de la vorágine y la convulsión. La diatriba y el combate; tres jóvenes cerebros se unen y apuestan a la creatividad, al frescor de las nuevas propuestas. Cada uno desde su trinchera y sin abandonar la difícil tarea de subsistir en un país de locos, este carismático trío nos trae un interesante juego (o quizás, una fechoría):

El Ping-Blogger-Pong

Según sus propias palabras, se trata de un “blog que entrevista a blogueros, escudriña en sus profundas personalidades a través de preguntas y respuestas simples. Se vale de la curiosidad de sus creadores y de la paciencia de los entrevistados para llevarle a usted lo mejor del mundo blogger.”

Señoras y señores, desde esta humilde tribuna y, sin ánimos de arrogarnos la facultad de juzgar, le invitamos a que sea usted quien dictamine, si estos muchachos están incurriendo en un crimen de lesa humanidad o, si por el contrario, simplemente andan en la búsqueda de “pobres incautos” para satisfacer sus más “curiosos instintos”.

Los victimarios: La dulce Isa, la observadora Nelke y el crítico Eduardo.
El crimen: Ping-Blogger-Pong
La victima: Usted (si se deja, o se atreve…)

Sea usted el juez:

http://www.ping-blogger-pong.blogspot.com/

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miércoles, noviembre 21, 2007

Cómo te explico...

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Llego a la urbanización y me estaciono en la calle, le pregunto a una lechuza que estaba posada en la rama de un árbol, si en ese lugar remolcaban automóviles. La lechuza se pone su toga, su birrete, saca una tiza, un pizarrón, y comienza a explicar el reglamento de tránsito terrestre; luego concluye en que si la acera no está pintada de amarillo, ningún fiscal tiene que venir a estar remolcando nada, “eso debería saberlo”, y yo, “gracias, muy amable”. Después de atender mis “asuntos” y regresar al carro, noté que la lechuza aún continuaba en el mismo sitio, “usted debería saber, que vivimos en el país bizarro”, le comenté, “por qué lo dice”, preguntó. Le expliqué que en este país, hay que preguntar antes de hacer cualquier cosa: Los ladrones persiguen policías, criminales son erigidos como héroes, inquilinos sacan a propietarios, estudiantes idolatran a las autoridades, sindicatos apoyan a sus patronos, políticos bien trajeados mandan a andar desnudos, atiborrados de whisky caro gritan a los cuatros vientos que beber es dañino, montados en una camioneta blindada dicen que ser rico es malo. Gobernantes piden a empresarios invertir pero no se reúnen con ellos, pensar distinto es pecado y no estar de acuerdo es terrorismo. A algunos estudiantes los confunden con monjes budistas y por eso la emprenden a palos contra ellos (es que en la actualidad, la creencia de que al golpear a un monje budista automáticamente generabas “mal karma”, ha desaparecido). La gente se contenta con hacer una cola y esperar de pie unas cuatro o seis horas por una porción de alimentos, los victimarios llaman “violentos” a sus víctimas y, quienes saben que “la cosa” está mal, aseguran que todo va bien. La lechuza alzó el vuelo y desde lo alto gritó, “me voy de aquí, no vaya a ser que me confundan con un pollo”, y yo, “se lo digo, aquí todo es al revés”.
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viernes, noviembre 16, 2007

ANIVERSARIO

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I

Envuelta en un remolino y lanzando manotazos y gruñidos, Clementina abrió de golpe la puerta del cuarto de baño y entró de improviso, interrumpiendo así el momento de relax y concentración de Tomasito.

-¡No me la calo más! Te agradezco Tomasito que este año, hagamos algo distinto.

-No sé a qué diantres te refieres, pero esta bien…

-Estoy hablando en serio, y lo menos que espero es una respuesta como esa.

-Dame unos segundos, pero por favor sal y cierra la puerta.

-Ya comenzaste a evadirme.

-No tesoro, lo que quiero es terminar con lo que estaba haciendo antes de que me interrumpieras.

-¡Apúrate!

Clementina salió del recinto igual a como entró. Tomasito respiró hondo, puso mala cara y, acto seguido, roció ambientador en todo el baño. Luego de ejecutar toda una secuencia de pasos que le permitieron alistarse para salir de la pequeña sala, Tomasito enrolló la revista y se la colocó bajo el brazo, pasó su mano derecha por la cabeza, volvió a suspirar con profundidad y, salió al encuentro de su iracunda esposa.

-A ver Clementina, de qué se trata esta vez.

-Tomasito, este año cumplimos treinta y cinco de casados. Cuarenta años juntos, contando los cinco de noviazgo.

-Sí, el quince…

-El dieciséis, idiota.

-Por eso digo, el dieciséis de este mes.

-El mes que viene, imbécil.

-Claro, claro, lo sé, sólo estoy bromeando contigo tontita.

-Sí, seguro, por eso es que el sempiterno ramo de flores me llega siempre un día antes o un día después, porque eres un guasón empedernido, ¿verdad?

-Y tú siempre pensando que es porque se me olvida, jejeje…

-Bueno Tomasito, el punto es que en esta oportunidad, no quiero al quinteto de mamarrachos vestidos de mariachi, ni al ridículo de tu tío cantando “Si nos dejan”, una y otra vez, para terminar después con su pésima imitación de Juan Gabriel.

-Pero a tu mamá le gusta.
-¡Cállate!, déjame hablar. Tampoco quiero comida china, hasta cuándo seguiremos celebrando nuestro aniversario cenando en casa con toda la familia, comida china.

-Pero si siempre la mando a preparar especialmente para la ocasión.

-No sé qué tiene de especial comer, chop suey, arroz frito, costillitas y lumpias. Además, eso es lo que almorzamos casi todos los domingos.

-Bueno mi “puchurra”, pero te aseguro que el del aniversario, es especial.

-La cuestión es que no quiero lo mismo de todos los años, ¿tú me entiendes?, estoy harta. Fiesta en la casa con toda la familia, un montón de borrachos, el acervo fotográfico de vieja data, los mismos chismes y cuentos de nuestra boda, mi mamá y la tuya esperando a que digamos cuál torta quedó mejor. ¡No mi amor!, ya está bueno.

-Y entonces, ¿qué propones? Si quieres, este año lo celebramos en casa de tu hermana. En su patio podemos hacer una parrillita.

-¡Coño Tomás! Es que no entiendes que al menos por una vez en la vida, quisiera que lo celebráramos, tú y yo solos.

-Pero Clementina, eso es demasiado arroz chino para nosotros nada mas ¿Y el mariachi de Jairo Bonilla?, ¿no se aburrirán cantándole a dos pelagatos? ¿Para dónde mandamos a los muchachos?

-No, quiero, arroz, chino. No, quiero, mariachis. No, quiero, pasarlo, en, la, casa.

-O sea que no quieres celebración. ¡Qué belleza! Lo dejamos pasar entonces. Después no digas, Clementina. No quiero quejas. Es tú decisión.

-Tomás. No comprendes, no me escuchas, te dije que quiero que festejemos tu y yo solitos. Que nos vayamos por allí, sin la familia, sin los muchachos que ya bien creciditos que están. Sin nietos, sin hermanos ni hermanas, sin las tortas de las viejas.
Vámonos de viaje Tomasito, nunca hemos salido solos. Hasta para el cine nos vamos acompañados ¿Recuerdas cuándo fue la última vez que fuimos a la playa solos?

-Eeeh, creo que… ¿no fue cuando…? ¿Y la vez que…?

-¡Te fijas Tomás!, cuándo, ¿ah?

-Esta bien Clementina. Eso será lo que haremos en esta oportunidad. Nos vamos ese fin de semana para la playa. Tú y yo solos. Voy a hablar con el compadre Gualberto para decirle que le vamos a llegar por allá, y que nos prepare una habitación. Compramos carne unas cervecitas y, hacemos una parrilla, así aprovechamos de hablar con la comadre y el ahijado que hace ya bastante rato que no los vemos.

-Tomasito, Tomasito, Tomasito de mi vida. ¡Solos! Celebrar solos, ¿recuerdas?

-Okey, okey. Déjame ver que consigo entonces.

-Gracias Tomás, sabía que al final entenderías.

II

Tomás tardó una semana en conseguir alojamiento en un modesto hotel cercano a la ciudad; con TV, agua caliente, ventilador, sábanas limpias y a pocos metros de la playa. Él pensaba que no hacía falta más; Clementina tenía sus opiniones, pero se conformaba, total, ya era suficiente avance.

-¡Mira Clement!, se ve el canal de deportes.

-Tomasito, cámbiate ya y vámonos a la playa.

-Pero, así nomás ¿Y no vas a preparar algunos bocadillos? Compremos unas cervecitas. Vamos a llamar al compadre para ver si…

-¡TOMAS ANASTASIO!

-Era una broma queridita. Los dos solos y, que nos atiendan en la playa, allá veremos, tú no hagas nada, disfrutemos nuestro fin de semana aniversario.

-Vamos, agarra el bolso y las revistas.

La pareja salió del hotel bien temprano. Tomasito adelante y, Clementina más atrás, hasta que apuró el paso y tomó a su marido de la mano. El hombre se le quedó mirando por unos instantes, con extrañeza.

-Hacía bastante tiempo que no andábamos así, tomaditos de la mano. Tomasito, ¿tú me quieres?

-¡Coño!

-¿Qué te pasa?

-Nada, me tragué el chicle.

-¡Ay, Tomás!

-Apúrate mujer, vamos a ver si conseguimos unas empanaditas.

Al llegar a la playa e instalarse, la dama procedió a desvestirse lentamente; quería impresionar a su marido con el traje de baño diminuto que se había comprado. Tomasito ya se estaba tomando la primera cerveza cuando de repente, la posibilidad de sufrir un ataque cardíaco se hizo más que factible, casi inminente. No podía creer lo que veía.

-¡Mujer, estás casi en cueros! Mira nada más ¡Qué dirá tu hija!

-Lo compré estando con ella. Fue la que insistió. Dijo que me quedaba bellísimo.

-¿Y tu hijo lo vio?

-Sí, y dijo que al fin me había actualizado.

-¡Traidor!

-¿Cómo?

-Nada

Clementina hizo de todo para llamar la atención de su marido, pero nada lo sacaba de aquel cubículo invisible que creo a su alrededor y en donde sólo había cabida para el periódico, el pequeño aparato rectangular que le regalaron sus hijos para que grabara música y la escuchara a través de un cablecito que conectaba a su oreja –aunque él nunca aprendió a “bajarse” esa música, así que se conformaba con utilizar la opción del radio FM que “gracias a Dios” tenía incluida-, y su inseparable frasco azul de cerveza “Ligth”.

-Esta lindo el día, ¿verdad? Qué bonito el mar ¿Me pones un poquito de bloqueador en la espalda? Uff, qué calor ¿De verdad no te gusta el traje de baño?

-Umjú, ah, mmmh, ajá, eeeh…

El impacto inicial duró poco. Ante la posterior indiferencia, la mujer optó por sacar los lentes para sol, su “Vanidades”, una botellita de agua mineral con sabor a rosa de jamaica, y construir también su propio cubículo.

Así transcurrió la mañana. Hasta que llegaron unas jóvenes entusiastas y desenvueltas, con poca tela encima y promocionando unos bronceadores.

-¡Qué pasó Tomasito! Deja la ridiculez y para ya de contener la respiración que igual se te ve la panza. ¿Qué miras?

-Nada mujer, es que me pareció ver un cangrejo grandote. Ahí mira, míralo, míralo, míralo…

-Como un cangrejo vas a quedar. Caminando de lado, después del trancazo que te voy a asestar en la cabeza. ¡Mira mija! Trae acá un potecito de esos, para que mi ESPOSO me aplique el líquido en todo el cuerpo.

-¡Coño! ¿Y yo qué hice?

Después del incidente con la promoción de bronceadores, Tomasito no quiso regresar a la abstracción; ya se había tomado unas cuatro cervecitas así que le salió a relucir lo conversador. Ahora era Clementina quien no quería apartar la revista; los artículos que estaba leyendo, eran sumamente interesantes y educativos: “Desquicie a su marido en la noche de bodas o aniversario (Diez pasos y luego… el Nirvana)” “Comience el día despertándole los sentidos a su hombre, uno a uno”

-Mira Clement, aquel tipo se lo mojó y se lo puso en la boca al otro.

-¿QUÉ?

-El tequeño. Lo metió en la salsa y después…

-¿Y a ti qué te importa eso?

-Mira Clement, los agarran con servilleta, ¡ay, pana!

-Anda y búscame otra botellita de agua mineral. Haz algo más útil, por favor.

-“Okay”, ya vengo. No te vayas y, cuídame lo mío.

Clementina pensó: “esta vez tiene que ser diferente, quiero que se vuelva un tigre, y no por los ronquidos, sino por otra cosa…”, y acto seguido, procedió a poner en práctica las recién adquiridas tácticas de seducción. Cuando Tomasito llegó, ella yacía postrada cuan largo era sobre la toalla que había tendido en la arena.

-Ven aquí corazón. Échate a mi lado, grrrrrrrrr…

Era la segunda vez en el día que Tomasito le lanzaba a su mujer aquella mirada de perplejidad y desconfianza. Sin embargo le hizo caso, y como en “aquellos tiempos”, la pareja se encontraba cercana (¿?), intima (¿?), cómplice (¿?).

La escena se vio abruptamente interrumpida por el brinco que dio Tomasito, después de que su mujer le acariciara el oído con su lengua.

-¡Clement!, ¿qué haces mujer? Me dio como un escalofrío.

Luego de otras “travesuras”, Clementina logró que se fuesen a bañar juntos. En el agua, las “diabluras” continuaron. Tomasito estaba nervioso y miraba para todos lados, como si el resto de la gente estuviese pendiente de lo que hacían. Su mujer le decía que se relajara, pero definitivamente, él había perdido la costumbre. La mujer se aburrió y dándose por vencida, decidió que ya era hora de ir a comer. El hombre, sintiéndose aliviado, salió rápidamente para tomarse un par de cervezas, una tras otra casi sin respirar.

Conversaron mucho durante la comida, tomaron una botella de vino blanco y, entre cada descuido de Clementina, una cerveza dizque para refrescar.

III

Tomasito, recostado en la cama se puso a ver las noticias. Cuando Clementina fue a darse un baño, él aprovechó para ir a comprar más cerveza.

-¿Tomasito, por qué no me respondes? ¿Te quedaste dormido? Ven para que me enjabones la espalda.

Entrando a hurtadillas y sin hacer ruido, el hombre abrió las cervezas y una a una las fue vaciando en su organismo. Lo que quería era ponerse “sabrosito”, como decía él. Pero no llevó bien la cuenta así que, la ingesta alcohólica comenzó a hacer estragos y a modificar su conducta. “¡Epa, Morticia!”, le gritó a su esposa cuando la vio salir del baño, ataviada con un negligé negro. “Ahora sí que te voy a dar lo tuyo, mamacita”, continuó vociferando. “Ve pidiendo una silla de ruedas que mañana no vas a poder caminar”. Clementina se llevaba las manos a la cabeza y dejaba que corrieran luego por su rostro, eliminando todo rastro del sencillo pero sensual maquillaje que se había procurado.

Después de media hora de frases soeces e imprudentes comentarios, Tomasito se quedó dormido y, Clementina agradeció que así fuera. Luego tomó el control remoto del televisor y agradeció por ello también. “Ni noticias ni deportes. Una película romántica quizás”, se decía mientras paseaba por las distintas opciones de canales. Antes de quedarse dormida, sacó una pequeña libreta de su bolso y anotó: “Al menos tengo un año para decidir si el próximo aniversario, lo paso entre comida china y mariachis, o, me anoto en un Crucero para solteros”.



martes, noviembre 13, 2007

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Y qué tal si además, hubiese condimentado la frase con un…
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“¡Gilipollas!”
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jueves, noviembre 01, 2007

Chaparrón Bonaparte

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La foto es de TELEVISA

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Beto me contaba con emoción lo que le había escuchado declarar a su jefe. Después afirmaba con orgullo: “Es que el tipo está fuera de serie”.

Te imaginas – me decía Beto -, el hombre va a investigar la muerte de un famoso personaje, la cual data de hace unos 176 años atrás, y es que él cree que fue un asesinato, parece que hasta pruebas tiene.

¡Vaya, qué cosa! - No hallé mejor repuesta y, para tratar de cambiar la conversación le pregunté: ¿Y el tipo como que anda engripado?

¡No qué va! Lo que pasa es que, fíjate, te voy a responder con lo dicho por él mismo y que de paso me parece gravísimo, una cosa atroz. Los vientos del norte, trajeron una nube negra, al parecer compuesta por elementos químicos y lo atacó sin conmiseración alguna, pero ojo, el se defendió y lo único que le quedó fue esa tosesita maluca.

¡Ah! Ya veo – de verdad que sólo encontraba expresiones de éste tipo para responderle a mi amigo Beto.

El tipo está fuera de serie – repetía Beto, imprimiéndole ahora un poco más de emoción.

Yo mientras tanto pensaba, que el jefe de Beto en realidad no estaba “fuera” de serie, sino “dentro” de ellas. El hombre convertido en todo un “C.S.I”, iba a desempolvar y resolver un “Cold Case” y de paso, enfrentaba nubes negras asesinas al mejor estilo de “LOST”. Y esto parece que lo hace durante las “24” horas del día, todos los días.

Por alguna razón, recordé aquellos personajes de Roberto Gómez Bolaños (Chespirito), Chaparrón Bonaparte y Lucas Tañeda.

-Lucas
-Dígame Licenciado
-Licenciado
-Gracias
-La gente dice que tú y yo estamos locos, Lucas
-No les hagas caso Chaparrón