jueves, enero 31, 2008




¡Coño!, que no soy ningún secuestrador, ni terrorista, ni corrupto, ni narcotraficante vale ¿Le van a estar creyendo a Globovisión? Ustedes lo que están es paranoicos; dejen de estar viendo canales golpistas...
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miércoles, enero 23, 2008

Curiosidad

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.Nota: Si eres curioso, pincha el título. La imagen es

de Luís Royo y se llama "Prohibido"

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En días pasados, mi curiosa amiga Ophir transmutada en el célebre personaje de Don Juan de Marcos (My name is Don Juan de Marco. I am the World gratest lover…), lanzó al aire esta interrogante:

"¿Has amado alguna vez a una mujer hasta conseguir que rezumara leche como si estuviera dando a luz al mismo amor y sólo pudiese alimentarlo o reventar? ¿Alguna vez has saboreado a una mujer hasta hacerle creer que podía quedar satisfecha sólo consumiendo la lengua que la había devorado? ¿Has amado de tal modo a una mujer que el sonido de tu voz en su oído provocara una explosión de placer de tal intensidad que sólo el llanto pudiese aliviarla?”

Y remató con la siguiente aseveración: “Responde que sí y di que soy tu testigo...”

Yo dije ¡Diantres!, ¿se puede amar así? La cuestión es que no pude evitar reflexionar acerca del tema:

Salpimientas una chuleta de cerdo y la pones a macerar en una mezcla de mostaza, ajo y jugo de naranja. Luego la sofríes hasta que esté bien dorada y la bañas con la mezcla de la maceración, decoras con unas rodajas de naranja y listo. Esto es una receta de cocina.

Sirves la mesa con una copa de buen Merlot, un puré de papas, una rica ensalada, la chuleta y te dispones a comer cuando de pronto y sin que lo esperes, llega tu pareja y dice: “¡qué rico!, ¿lo hiciste para mí?”, y tú le respondes, “claro mi cielo, ven, siéntate a comer mientras yo te acompaño con otra copa de vino”. Esto es amar.

A veces me pregunto si el amor realmente necesita de la retórica y la poesía para ser, amor.

Sentir. El amor se siente, se vive, se transpira, se expresa de mil y un formas. Y el amor en sí es poesía y cada una de sus expresiones un verso. ¿Entonces, sí la necesita?, ¿y a la retórica también? No lo sé, yo sólo me hago la pregunta y continúo girando en torno a ella.

A veces siento amar a tal punto que mis días huelen a ella, mis pensamientos tienen su textura y, su cuerpo invade el sabor de todo lo que pruebo. ¡Diantres! ¿Eso es amar?

Se dice que a los hombres les cuesta admitirlo, demostrarlo y más aún, decirlo. Sí, con tanto amor por dentro y a veces cuesta espetar un “te amo”. ¿A quién culpamos? ¿A aquella mujer que cuando pequeños nos decía que los hombres no lloran? O, al hombre grande y fuerte que nunca escuchamos decirlo, ¿y se suponía que debía enseñarnos?

Para qué buscar el principio y el porqué. Ya no importa. Resultaría más interesante encontrar la mejor forma de demostrarlo o, decirlo; la manera más honesta y sincera, la más cómoda…

“Te quiero” o, “te amo”, a lo mejor no siempre es suficiente. “No puedo vivir sin ti” o, “moriría si no estás”, quizás no todo el tiempo suene creíble.

Qué tal si probamos con: “Pudiera vivir sin ti, pero prefiero no tener que demostrarlo…”

Quizás no tenga mucha retórica, pero siento que hay poesía (e integridad).

En pos de algo distinto, voy a probar con la chuleta y el Merlot (pero le doy sólo diez minutos para que llegue, pasado ese tiempo, no respondo ¡Total!, ella sabe que la amo… Jejé)

lunes, enero 21, 2008

Y nunca crecieron...

Botanita le dice a Jamelgo, “dime que me quieres”, y él le pregunta, “¿por qué?”. “Porque me duele la barriga”, “¿Y eso qué tiene que ver?”, “que así se me quita”, “¿quién lo dice?”, “yo lo digo”.

Jamelgo miraba a Botanita con desconfianza porque no sabía qué se proponía, ella estaba un poco loquita y no se quería arriesgar; si le hacía caso, a lo mejor se metía en problemas.

“La última vez que te hice caso, me golpeé durísimo allá abajo”, “¿abajo en dónde?”, “¡allí!”, “eso tiene nombre”, “tú lo sabes”, “tú también”…

A Jamelgo le daba miedo jugar con Botanita porque siempre pasaba algo. Sin embargo, al final terminaba cediendo. Jamelgo era tímido y un poco tonto; demasiado infantil, diría Botanita. “¡Pánfilo!”, “¡mala!”, “¿qué clase de ofensa es esa?”, “es que siempre me haces maldades”, “¿sabes qué significa pánfilo?”, “no”, “¡PÁNFILO!”.

Botanita era muy precoz, “demasiado para su edad”, decían las tías.

“Pon tu dedo aquí”, “¿dónde?”, “¡aquí, tonto!”, “no quiero”, “¿por qué?”, “porque es malo y dios nos va a castigar”, “él no nos está viendo”, “¿cómo sabes?”, “porque él no tiene visión de rayos equis”, “bueno, pero mejor nos metemos debajo de la cama; por si acaso”. “Anda pon el dedo, toca…”, “está húmedo”, “¿te gusta?”, “no”, “¡PÁNFILO!”.

Por lo general, Jamelgo, después de ceder ante cada nueva propuesta de Botanita y, darse cuenta de qué se trataba, salía corriendo...

“La última vez que me hiciste tocar tus globitos, me salió un chichón en la cabeza”, “¡quién te manda a salir corriendo y no fijarte por dónde vas!”, “es que pensé que de verdad habían explotado”, “sólo grité para asustarte; zopenco”, “tú y tus palabrotas”.

Botanita leía mucho. Jamelgo también pero, nunca entendía nada. Botanita preguntaba y aprendía, a su manera. Jamelgo no preguntaba, temía que le fuesen a reprender, así que acudía a su perspicaz amiga.

“¿Por qué este hombre y esta mujer se acuestan desnudos?”, “para tener un bebé”, “los bebés vienen de los hospitales”, “¡si eres gafo!”, “no me gustan estas revistas, prefiero los suplementos”, “así nunca vas a aprender”, “sí, debe ser que tú sabes mucho”, “¡al menos sé cómo se hacen los bebés!”, “¡cómo!”, “¡frotando las barrigas, una contra la otra!”.

Jamelgo, en algún momento pensó en deshacerse de Botanita; no buscarla más. Él pensaba que las cosas no podían terminar bien si seguía con esa amistad, pero, qué saben los niños de conveniencias. Además, disfrutaba mucho jugando con ella, ¡claro!, hasta que inventaba algo.

“Dame un besito, acá”, “súbete la bombacha”, “si te bajas el interior”, “¿para qué?”, “para darte yo el besito”, “¡no!, déjame”, “no corras; cuidado con la… patineta…”, “¡OUCH!”.

¡Y vaya que Botanita inventaba!:

“Déjame darte un chupadita”, “la otra vez me mordiste”, “me refería a tu helado, cabeza hueca”, “ya deja de rascarte”, “me pica mucho, creo que es porque ya es el momento de ser mamá”, “a mí no me veas”, “dame acá ese helado”, “no te lo vayas a pasar por… ¡NOOOOOOO!”.

A pesar de lo aventajada que resultaba ser Botanita en algunas ocasiones, ella no quería crecer. En su diario llegó a escribir: “…no quiero crecer, crecer duele. Y yo aún creciendo, aquel dolor en los pechos, como duelen las teticas cuando crecen, y duele la primera menstruación y duele el primer amor, y duelen las caderas y duele ser virgen y duele todo…”

Jamelgo llegó a leerlo. No entendía nada. Botanita se disgustó con él por haber tomado su diario. Jamelgo pidió disculpas y ella le puso una penitencia.

“Qué manía la tuya con eso de los besos. No voy a pasar mi lengua por ningún lado”, “entonces le digo a tú papá que no sólo leíste mi diario sino que además, juegas con mis muñecas”, “pero si me pillan haciendo lo que me pides, igual me van a castigar”, “tú verás que haces, pero de que me las pagas, me las pagas…”

Y pagó. Con un morado en la pierna. Salió corriendo, llevándose una silla por el medio. Botanita se destornillaba de la risa y le gritaba: “¡era mentira, sí llevo ropa interior, papanatas!”.

Jamelgo nunca crecería. Botanita tampoco. Aún eran amigos y, de vez en cuando se hablaban.

“Dime que me quieres”, “¿por qué?”, “porque me duele la barriga”, “eso nunca funcionó”, “que así se me quita”, “¿quién lo dice?”, “yo lo digo”.

miércoles, enero 16, 2008

MUUUUAAAAAAAK!

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-¿Por qué esa mujer te acaba de estampar un beso?
-Y yo qué sé.
-¿Me vas a decir que no la conoces?
-Sí
-¡Cínico!
-¡Desconfiada!
-Dime quién es.
-Que no lo sé, una loca, quién sabe.
-¿Y por qué la sonrisa de 180 grados?
-Porque me pareció gracioso.
-Voy a hacer lo mismo con cualquier tipo que pase y que esté buenísimo, ya que te parece tan chistoso.
-Ni te atrevas.
-¡QUÉ! Ay, mi amor. Me canso…
-Mira vale, dejémoslo así. Ya está bueno.
-Claro, al señor le empotran un beso en plena calle, en mi propia cara, y él ni siquiera puede dar una simple explicación.
-Coño pana, sonríe.
-Más o menos cómo por qué.
-Estamos en la cámara indiscreta.
-¿Cómo?
-Sí, mira, ya sé en donde está.
-¿Dónde?
-Allá, en esa camioneta con los vidrios ahumados.
-No la veo.
-Allá chica, fíjate bien.
-¡Que no veo nada!
-Y por allá está el tipo este…
-¿Cuál?
- El de la telenovela.
-¿El buenote?
-Sí creo que es ése, ven vamos a ver.
-Ay sí, vamos.
-¡Dios existe!
-¿Qué dices?
-Que si ya lo viste
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sábado, enero 12, 2008

¡Coño, carajo...!

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Flojazo decidió que para esta navidad, sí recibiría a San Nicolás. Para ello construyó una chimenea en su apartamento, compró galletas y tras un gran esfuerzo y seis horas de cola, consiguió leche. Jamás imaginó que esa decisión, no sería la mejor. La chimenea ahora está clausurada y, las cenizas de una criatura peluda con grandes dientes y enormes ojos que vestía un traje rojo, gorro del mismo color con borla blanca en la punta y botas negras, reposan en una caja de madera adornada con antiguos y misteriosos jeroglíficos.

-¡Coño, carajo, mataron al Grinch!- Gritó la hija.
-Que no es el Grinch- Replicó Flojazo.
-Que sí lo es, ¡imbécil!
-¡Que soy tu padre!
-Y yo, tu hija.
-Okey.

El problema ahora radicaba en qué hacer con el cuerpo. Flojazo, dados sus conocimientos en magia negra, necromancia, histeria colectiva y, pirotecnia, resolvió que el cadáver debía ser incinerado. Su hija seguía lamentándose pero, Flojazo estaba convencido de que a pesar de lo verdusco del pelaje, el cuerpo pertenecía a un licántropo.

-Utilizaremos la chimenea para cremarlo.
-Mi mamá se va a arrechar.
-¿Por qué?
-Porque se manchó la alfombra.
-Está dormida.
-¿La alfombra?
-Tu mamá.
-¡Ah!

Para Flojazo, lo de la alfombra pasó a un segundo plano. Lo realmente importante era, qué hacer con el cuerpo.

-Busca qué cosas utilizar para encender el fuego en la chimenea.
-Aquí está la pata de palo del abuelo Taylor.
-Deja eso en su sitio.
-Pero tu dijiste que…
-Busca otra cosa.
-La mecedora de la abuela.
-Ayuda, ¿quieres?, ayuda.
-¿Tu colección de guías telefónicas?
-Mejor tus afiches de rockeros indeseables.
-Y por que no tus…
-Shsssssssssss. Tú mamá se va a despertar.
-Usa un sweater viejo de la abuela.
-¡Coño!, ¿quieres incendiar el apartamento?

Al fin, Flojazo y su hija consiguieron con qué iniciar la fogata en donde cremarían los restos de aquella criatura, los cuales ya saben en donde reposan actualmente.

Pasadas un par de horas, Flojazo escribía una carta para los Reyes Magos mientras sumergía una galleta en el vaso de leche:

“Queridos Reyes Magos, necesito otra caja de balas de plata…”

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