miércoles, septiembre 19, 2007

Agencia de Viajes "Hermanos Chang"




Cuando la vida está tan cara
y muy precaria la situación,
hay que pensar de manera clara
sobre qué hacer en vacación.

Ya sé que no tengo dinero
así que ni pensar en el Sahara,
asegurar el mercadito es lo primero
cuando la vida está tan cara.

Nueva York, no es que no me importe
simplemente no me hago ilusión,
está difícil hasta lo del pasaporte
y muy precaria la situación.

Queda muy lejos Kuala Lumpur,
ni que el metro me llevara,
mejor ni sueño con Singapur
hay que pensar de manera clara.

Voy a ir a una agencia de viajes
pero antes meditaré aquí en el balcón,
sentado encima de maletas y equipajes,
sobre qué hacer en vacación.



Sirvan estos insulsos versos
para anunciar el nuevo negocio
de los peligrosos y perversos
artistas en disfrazar el ocio.

Los inefables y misteriosos chinos
ahora parecen estar dispuestos
a mandar a la Bahía de Cochinos
a quienes no defiendan sus puestos.

Así que amén, así sea
que los manden al mismísimo Hades
y si no lo cree, pues entre pa’ que vea
a su flamante Agencia de Viajes.

Y como me dijo un muchacho
que mi respeto merece:
¡Espíritu de Graterolacho!
Sal de ese cuerpo que no te pertenece.
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martes, septiembre 18, 2007

El Uniforme

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.-Señora Mercedes, tiene que ponerse el uniforme.

-Pero de cuándo acá mijo, ni que estuviera en la escuela.

-Es que se trata de una nueva disposición doña Mercedita.

-Ya yo estoy muy vieja para eso, déjate de zoquetadas.

-Señora Mercedes, tiene que ponérselo, esa orden viene de arriba.

-Ni que me lo pida el mismísimo hijo de la...

-Señora Mercedes, cuidadito con lo que dice.

-Iba a decir, hijo de la Santísima Trinidad.

-Y con lo religiosa que es usted. Bueno, en fin, aquí tiene el uniforme, póngaselo por favor. Qué quiere, que me multen.

-Me sabe a bo...

-Doña Mercedes, por favor.

-Iba a decir, a borra de café.

-Ah.

-Mire mijito, y quién inventó eso.

-Es un nuevo reglamento. Ahora hay que proveerles de uniformes. Bueno, fíjese que hasta se les habilitó un comedor, y pronto se le reducirá el horario.

-¡Cómo es la cosa! O sea que voy a ganar menos, porque mientras menos trabajo...

-No señora Mercedes, ahí vemos como cuadramos eso, quédese tranquila, pero lo que si le voy a pedir es que por favor, se ponga el uniforme.

-Pero por qué me quieren obligar, Santo Dios, Cristo Bendito y Virgen Pura.

-Ya le dije que no es cosa mía. Eso viene de arriba, y usted sabe que lo que dicen o inventan, es ley y hay que cumplirla. Pero mire, todas las semanas se los vamos a estar cambiando. Siempre será uno distinto.

-Tengo cincuenta y cinco años ejerciendo esta profesión, y siempre lo he hecho de la misma manera y método.

-Más a mi favor señora Meche. Se trata también de ofrecerle variedad al cliente. Muchas veces son ellos quienes lo piden.

-La verdad es que a mi me han pedido muchísimas cosas raras, pero nunca que me ponga un uniforme. La cosa siempre ha sido así, al natural.

-Buenos señora Mercedes, pero las cosas cambian. Y no se hable más. Vaya a su habitación y se pone este uniforme de enfermera, rapidito que ya están por llegar los clientes.

-Qué ocurrencia Santo Cristo, qué ocurrencia.

-Vaya mi doña, vaya. Y acostúmbrese, mire que la semana que viene le toca el de bombera.

-Y la manguera te la iré a meter por el...

-Ya señora Mercedes, cálmese. ¡Caramba! Gracias a Dios que esta señora ya está por jubilarse.

-¡Qué estás diciendo tú allí!

-Nada señora Mercedes, que no olvide lubricarse.

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martes, septiembre 11, 2007

Flojazo y los Cestatickets


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Flojazo se desplazaba a toda velocidad, volando por los aires montado en su indestructible tabla de surf cósmica plateada. En una mano llevaba un talonario de cestatickets y en la otra, una lista de productos.

Dos cuadras antes de llegar al supermercado y mientras la luz del semáforo estaba en rojo, revisó nuevamente la lista de productos. Justo en ese preciso instante, cayó en cuenta de que nuevamente su hija, lo había manipulado a su antojo.

“¡Chanfle!, otra vez. Ya le había dicho que agarrara sus benditos cestatickets y fuese ella misma a comprar sus vainas...”, se decía en voz alta a sí mismo. “Papi, que no se te olvide el cereal y las toallitas sanitarias”, releyó, también en voz alta.

“Hasta cuándo. Pero es la última vez. Juro por Zeus y la tía barbuda, que será la última vez que me mande a comprar algo. Habráse visto semejante insolencia. La pequeña lobata, mandando al gran macho alfa. Y con los cestatickets, ella sabe que no los uso, que no me gustan, que odio las colas que se forman de gente pagando con cestatickets, que siempre termino pagando con mis reales. La última. No, qué última, ya verán lo que voy a hacer... ”, continuaba refunfuñando.

La luz cambió a verde y cuando Flojazo estuvo a punto de dar la vuelta en “U” para regresarse a su casa, un repentino pensamiento cruzó por su cabeza haciendo que le cambiara el semblante.

“Qué tal si esta vez, soy yo el que forma la cola en el supermercado”

Flojazo cambió de parecer y prosiguió su camino. Cumpliría con la encomienda, pero esta vez, sacaría partido de la situación.

“Voy a utilizar los cestatickets. Buscaré al imberbe de la caja seis, el macilento. Le entregaré los tickets, uno a uno. Los voy a despegar poco a poco, con sumo cuidado. Sumaré, restaré y multiplicaré varias veces y cuando vea que la gente comienza a sudar, dejaré caer lo tickets al suelo. Los levantaré y limpiaré con parcimonia y dedicación. De manera ramplona mojaré mi dedo pulgar con saliva y, empezaré o a contar de nuevo, uno a uno. La venganza señores, la venganza del “Cestatickero enmascarado”, muuuaaajajajajajajaja...”

Esas y muchas otras cosas pensaba Flojazo mientras urdía su plan. Tanto fue el tiempo invertido en la preparación de su vendetta, que al llegar a las puertas del supermercado, el mismo papanatas de la caja seis, era quien bajaba la santamaría y le indicaba que por hoy ya estaba bueno, suficiente, mucho cliente, mucho trabajo, había que descansar, hasta mañana...

Indignación e impotencia era lo que brotaba de sus poros. Flojazo sentía como en sus antebrazos, comenzaban a deslizarse las garras retráctiles de adamantium, prestas a salir y destrozar cualquier cosa. Pero se contuvo, esta vez no.

El teléfono celular sonó, “papi, no te olvides de...”

Abordando su tabla, salió en busca de otro sitio donde poder descargar su ira, ejecutando su plan, pero ahora, con más saña. Finalmente consiguió el lugar, un pequeño comercio de esos regentado por Lusitanos.

“El Heraldo, ha llegado”

No había mucha gente, pero sí la suficiente para generar una incomoda y exasperante situación. Se bajó y, antes de traspasar los límites de la caja registradora, el “Portu”, percatándose de lo que llevaba en la mano, le advirtió:

“Nou, aquei nou aceitamus ceistatickeissh”

Domingo en la tarde. Escasos veinte minutos para que comenzara “El Cadáver de la Novia”. No había tiempo. Era Tim Burton, o uno de estos supermercado “Xpress”. Era llevar el cereal, las toallitas sanitarias y el resto de las cosas, o dejarlo así y aguantarse el chaparrón de la matriarca, “nunca le puedes hacer un pequeño favor a la niña, y eso que es tu hija, ay sí, ¿no y que la quieres mucho?, ¿que das la vida por ella?, ¿entonces?, ¿qué haces ahí parado sin nada mejor que hacer?, qué película ni qué nada, ya es la tercera vez, ¿te la estás aprendiendo para un examen?, hasta cuándo viendo muñequitos ¡Madura!...”

Por enésima vez, Flojazo juró que sería la última...
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viernes, septiembre 07, 2007

Estudio escatológico

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Gracias a Paulo Coelho, Maytte, Alfonso León y Carlos Fraga, he aprendido que son muchas las cosas sobre las que podemos ejercer un control total. Ahora bien, después de un análisis profundo, crítico y escatológico; me percaté de una acción sobre la cual, el poder que tenemos para modificarla, influenciarla o alterarla, a veces pasa desapercibido. Me refiero al atávico y ancestral arte de hacer “Número dos”.

En una oportunidad, escuché a un personaje tan soez como divertido, de esos que uno dice, “¡coño!, ese carajo sí es grosero nojoda, y vulgar el coño e’ madre, mejor ni lo escucho porque cada vez que lo hago, me cago de la risa”. El hombre en su espectáculo, hablaba de la costumbre que tenía el ser humano, de ir al baño, evacuar y luego de limpiarse, observar con detalle no sólo el papel higiénico ya usado, sino también el resultado de su acción.

Nunca me he atrevido a preguntárselo a nadie, pero la risa colectiva de aquel momento me hizo inferir que la cosa era cierta. Yo también me reí, y a partir de ese momento, me hice menos ignorante y más consciente de ese hecho. Esto me permitió realizar el análisis antes mencionado.

De seguro usted se ha dado cuenta de que en cada visita al baño, después de sentarse a leer el periódico, una revista, un libro, darse suaves golpes en las rodillas, hacer que se broten las venas ubicadas en el cuello, sudar un poco o simplemente llegar a conclusiones sorprendentes; lo que se deja depositado en la poceta, casi nunca tiene la misma forma, color o textura.

Pues sepa que en muchos casos, quien afecta, altera o modifica ese resultado, es usted mismo, mi querido amigo, mi querida amiga.

Tómese un par de vasos de jugo de remolacha, espere un tiempo y luego vaya al baño. Verá que el color del producto de su deposición, no es el acostumbrado. Haga la prueba tomándose ahora, media taza de leche de magnesia. Ya no tendrá que esperar mucho, vaya al baño, o mejor dicho, corra y, percátese de la textura ¿Verdad que no es la de siempre? ¿Qué me dice de la forma?.

Incluso podemos alterar la cantidad. Durante el día, en sus comidas, consuma sólo galletas de soda, lechuga, atún y tome solamente agua (no, nunca he estado en el Miss Venezuela, qué les pasa, yo soy un hombrecito), le puedo asegurar que al final, no será copioso el fruto. En cambio, aún recuerdo aquel glorioso día en que lo que más hice fue comer. De todo, sin remilgos, culpas, ni arrepentimiento. Juro que esa noche, después de un largo y agotador proceso, me sentí como la Gran Reina Madre Anaconda, luego de parir a su fornido y largo vástago. Hasta le tomé una foto. Claro, estaba orgulloso. Cada vez que mi esposa dice, “menos mal que ustedes los hombres, no paren”, me acuerdo de aquel día.

Abundan los ejemplos, créanme que he realizado muchas pruebas, y efectuado las respectivas observaciones. Por un tiempo estuve tomando un complejo vitamínico que además contenía altas dosis de hierro, eso me sirvió para inventarle un sobrenombre a mi amigo, el afrodescendiente Luís, le puse “Mojón negro”, en verdad que le quedó muy bien.

Por cierto, lucen muy “artísticos”, cuando uno ingiere granos enteros de maíz, caraotas, frijoles o petipua (no me refiero a los amigos afrodescendientes, sino al objeto de estudio).

Aún no he descubierto, por qué razón, a veces toman unas formas redondeadas y duras que dificultan su salida, llegando a veces hasta a hacer daño. Estoy por creer que se debe a una antigua maldición que en ocasiones utilizan mi esposa y mis cuñadas (cuando se juntan, hay que huir del “poder de tres”). Con la ceja levantada, mirada maquiavélica y voz grave, lanzan el conjuro: “Ojalá y te de una diarrea de mojones duros...”

¿Les ha sucedido que después de pasar largo rato en el váter, lo único que dejan allí, flotando íngrima y sola, no es más que una miserable pepita marrón? Que encima, se resiste a irse, por más que usted accione una y otra vez la palanca del inodoro. A esas, tampoco les he descubierto su razón de ser.

Como verán, todavía hay mucho camino por recorrer en este estudio, el cual no puedo asegurar que sea todo lo original que quisiera; algunas cosas he leído acerca del tema. Sin embargo, quiero acotar que mis esfuerzos se centran, no en lo que sale de nuestro interior, sino en la sensación que produce el poder influenciarlo y, hasta alterarlo a nuestro antojo. Hace un tiempo leí un reportaje acerca de una artista plástico que producía “obras de arte”, aplicándose un enema con pintura y, expulsando la misma hacia el lienzo. ¡Qué poderosa sensación! Imagino al mismo artista, comiendo arcilla y tomando pintura. ¿Será capaz de reproducir unos lindos jarroncitos?.

Espero haberles dejado algo positivo y de gran ayuda. No me queda más que invitarles a que prueben, experimenten, y si quieren, se animen a plasmar en este espacio sus propias experiencias. Gracias...
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martes, septiembre 04, 2007

El Sin Vesícula
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"Final Fantasy"

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Umjú, “Final de Fantasía”. Nada que ver con la película, es solo que todo esto en realidad parece ser parte de una fantasía. Me refiero a que: en qué lugar del mundo, alguien asume una postura, otro una distinta, se enfrentan, el resto se constituye en subgrupos, cada uno defendiendo sus intereses de manera individual. Encima, ninguno se pone de acuerdo, no llegan a nada, de manera que quienes salen ganando son los que “pescan en río revuelto”.

Este planteamiento no puede ser más que una fantasía. Sin embargo, pasa. Sí señores, pasa al menos en esta historia que finalmente, termina.

Un final de fantasía porque nadie se puso de acuerdo, y en consecuencia, cada quien resolvió hacerse un final a su medida. Por eso, mis queridos y pacientes lectores, es que esta historia, arrancada de la vida misma, verídica, que le pudo haber ocurrido a usted; o a usted que está sentado cómodamente en esa silla, leyendo y tratando de entender mientras se come una arepa frita con mantequilla, pernil y tocineta, e ingiere grandes cantidades de malteada de chocolate sin pensar en el daño que le está haciendo a su vesícula, no puede tener más que un desenlace fantasioso, irreal.

Todo gracias a un grupo de disociados que no logró nunca ponerse de acuerdo. Pero tranquilos, eso no pasa en la vida real (digo, lo de que nadie logre conciliar y, obviando intereses comunes, decida tomar su propio camino).

Este es el final, según el escritor:


Norberto despertó en la habitación número 13 de la clínica. Estaba adentro de la bañera, llena de agua fría y muchos cubos de hielo. Moría de frío y casi no podía moverse, pero con suma dificultad logró levantarse y salir de allí. Frente al espejo, notó que tenía una gran cicatriz por encima del ombligo. Con horror, leyó la nota que dejaron escrita sobre el mismo espejo, con lápiz labial: “Bienvenido al mundo de los Sinvesícula”.

Rosa Magenta y Flojazo, al ver aquello, salieron corriendo pensando que podían escapar por algún pasaje secreto. Bajaron al sótano y encendieron la luz, cuando llegaron a una extraña puerta, se produjo un apagón que duró escasos minutos. Al voltear, Rosa se percató de que Flojazo había sido ahorcado con un estetoscopio. Presa del pánico, abrió la extraña puerta, encontrando a “Sebastián” y a “Huckleberry”, convertidos en momias.

En un intento desesperado, Rosa subió las escaleras, corrió por un pasillo y llegó al cuarto de enfermeras, abrió la puerta y adentro, la estaba esperando una misteriosa mujer con aspecto sicótico y vestimenta gótica, “quiero beber tu sangre”; al oír esto, Rosa escapó esta vez hacia la cocina, en ella, la esperaba el portero enjuto con una máscara de jockey cubriendo su cara de preservativo usado y un gran machete en la mano. Con increíble destreza, Rosa huyó por la derecha, llegó a la sala de espera de la clínica, se topó con su hija Mefistófela, ésta la abrazó y sin miramientos, le clavó una daga en la espalda.

De la oscuridad, salió el Dr. Quénoche. Abrazó a Mefistófela y regresaron a la oscuridad.

FIN.


El final, según el narrador:


“Huckleberry” y “Sebastián”, luego de acabar con todo el inventario de alcohol isopropílico que había en la clínica, decidieron jugarle una broma al pobre Flojazo. En vista de que se encontraba dormido en una de las camas de la sala de emergencias, tomaron un buen lote de vendas y comenzaron a envolverlo, dejándolo convertido en un tampón gigante. Después, se fueron a la sala de recuperación. Norberto ya había sido operado de la vesícula; entonces, el par de “borrachines”, colocaron varios preservativos llenos de gel (del que utilizan para realizar los ecosonogramas) guindados en la pared y escribieron una nota bien grande que decía: “Norber, adivina cuál es tu vesícula, cabrón...”.

Rosa Magenta volvió a llamar a su hija Mefistófela, y ésta le contestó que aún no estaba lista (después de siete horas). Rosa le lanzó un ultimátum y la hija rechistó con otro, “Rosa, si dejas que me haga un tatuaje, estaré allí en menos de veinte minutos. Y si permites que además me ponga un piercing, llego en menos de quince”. Rosa respiró hondamente, realizó un movimiento que hizo sonar las vértebras de su espalda y le respondió, “te voy a dar un puntapié en el plexo sacrocoxígeo para ver si se te quitan todas esas pendejadas. Me haces el favor y te vienes ya. Y para la próxima, madre, dirígete a mi como, madre”, “Sí Rosa, lo que tú digas”.

El Dr. Quénoche, cansado de esperar porque comenzara “la acción”, tomó su motosierra, subió a la oficina del escritor y cerró la puerta con llave (ñaca, ñaca, ñaca).

FIN.


El final, según Rosa Magenta:


Finalmente, Norberto de Jesús Santos Umpierres Acosta Martínez y Calero, fue operado. ¿El resultado? Más que satisfactorio. No sólo le extirparon la vesícula, sino que le engraparon el estómago, le hicieron una liposucción, una lipoescultura, una abdominoplastia, una rinoplastia y una pequeña cirugía plástica. Ahora Norberto posee los mejores atributos de: Chayanne, Ricky Martín, Brad Pitt, George Cloney, Alejandro Fernández y David Beckham.

Pero hay más: ahora no ronca, no le gusta el alcohol, únicamente ve Casa Club TV, y lee Vanidades y Cosmopolitan porque según él, “quiere aprender a darme placer y hacerme feliz en diez lecciones”.

El Dr. Quénoche en realidad era el Dr. 90210 (Robert Ray), por eso le aplicó ese pequeño “refrescamiento” a mi adorado Norberto. A Mefis y a mí, nos hizo unas lindas “boobies”. He decidido enviar a mi hija a un certamen de belleza. En lo sucesivo pasará a llamarse Clara Cristhina, usará tacones y le gustará el color fucsia. ¡Ah! y siempre, siempre se referirá a mí como “madre”, qué linda es.

El escritor y el narrador, volvieron a ser amigos. Están preparando una nueva historia con Flojazo de protagonista. Contrataron al resto de los personajes y me parece que viajaran a Irak, Burkina Faso o Madagascar, no sé.

Norberto, mi hija y yo, regresaremos contentos y felices a casa, a recuperarnos y esperar por un nuevo contrato (pero esta vez, nada de sangre...).

FIN.


El final, según Mefistófela:


Al llegar a la clínica, la puerta principal estaba entreabierta. De pronto, comenzó a sonar la música de “System of a Down”, entré rápidamente, encontrándome con que todos se habían convertido en zombis. Me dirigí hasta el automóvil de flojazo y saqué dos envases llenos de gasolina y el encendedor eléctrico. Rocié todo el lugar y arrojé el encendedor. Un formidable incendio se produjo de inmediato, consumiendo todo el edificio y a quienes estaban adentro. No hubo sobrevivientes y finalmente, pude hacerme el tatuaje y colocarme el piercing que tanto anhelaba.

Dead, Blood and Rock... y nos vemos en el infierno.

FIN.


El final, según Flojazo:


La situación se tornaba peligrosa. Rosa Magenta había desaparecido. Estaba claro que el Dr. Quénoche y sus secuaces, no tenían buenas intenciones. La vida de su mejor amigo estaba en riesgo y, una dulce e inofensiva niña estaba por llegar a la clínica. “Demasiadas vidas que proteger”, pensó nuestro héroe, así que se dirigió a su automóvil y de la maleta, sacó una escopeta recortada, un par de pistolas automáticas, un Winchester con el cañón negro, la culata blanca y la recámara plateada, una ametralladora, varias “panelas” de C4 y detonadores, un puñal con sierra, sacacorchos, lima y exprimidor de limones que compró en la feria colombiana (venía con un limpia vidrios). Ya apertrechado, tomó su teléfono celular e hizo varias llamadas. El equipo de asalto había quedado conformado. “Sólo los mejores”, se dijo Flojazo a sí mismo.

En cuestión de minutos, un helicóptero aterrizó en el techo de la clínica. De él salió un escuadrón S.W.A.T bien equipado con armas y aparatos de sofisticada tecnología. Abajo, se estacionó una Hummer negra de donde bajaron Blade, The Punisher, Nikita, Tiro Loco McGraw y Pepe Trueno. Todos esperando la señal de Flojazo para irrumpir en el recinto y rescatar a sus amigos.

La batalla fue cruenta. Del sótano de la clínica, liberaron un ejercito de vampiros y hombres lobo. De la morgue salió un nutrido grupo de zombis. En la cocina, un contingente de cadáveres de pollos desplumados, tomaron cuchillos y tenedores y se alzaron en armas a la vez que gritaban “venganza”. En el equipo de los buenos, comenzaron a producirse bajas. El comando S.W.A.T. se estaba debilitando. Nikita, luego de descabezar a un zombi, se le acercó a Flojazo y le recomendó pedir refuerzos, no sin antes advertirle que llamara a cualquiera menos al Súper Agente 86, en la última misión todo fue un desastre por su culpa.

Flojazo sacó su lista de refuerzos y empezó a leer: Eva Longoria, Eva Méndez, Michell Rodríguez, Roselyn Sánchez...

Nikita le asestó un codazo en el costado izquierdo a Flojazo y éste entendió la indirecta, “ya sé, necesitamos a los pesos pesados”. Marcó varios números de su celular, al igual que la vez anterior, habló y después colgó, regresando a la batalla. De la sala de neonatos de la clínica, comenzó a salir un batallón de “Chuckys”. El equipo de los buenos empezó a retroceder, cuando a lo lejos:

“Doko ni dare kawa
Shiranai keredo
Daremo ga ninna
Shitte iru

Gekko kamen oji sawa
Seiji no mikata iihitoda...”

Sí señores, si la cantaron bien ya saben de quien se trata. El Capitán Centella, así es, y detrás de él, más unidades del escuadrón S.W.A.T. Los traseros de los malos volaban por lo aires. La victoria estaba asegurada. El Dr. Quénoche fue atrapado y el Capitán Centella no se sorprendió al confirmar que realmente se trataba del malvado Garra de Satán. Flojazo sacó del edificio a sus amigos y agradeció a todo el equipo por el esfuerzo realizado. Cuando finalmente llegó Mefistófela y Flojazo le contó lo sucedido, ésta exclamó, “más fiiiiinoooooooo...”


FIN.

El Dr. Quénoche quedó conforme con el final del escritor, además, ya había obtenido lo que quería, la vesícula de Norberto.

“Sebastián” y “Huckleberry”, ya de por si estaban contentos, con cualquier cosa, con lo que fuese. Al menos hasta que se les pasara la borrachera.

Este humilde servidor, considera que con su intromisión circunstancial y accidental, ya fue suficiente. Así que señores, esto final y oficialmente es el...


FIN.